“Los casos más graves de violencia de género no llegan al Juzgado”
Casi una de cada tres denuncias por violencia de género (el 30,23%) se retira en Navarra. Esa cifra, anunciada esta pasada semana por el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, sitúa a la Comunidad Foral a la cabeza de España en esta materia. ¿Quiere eso decir que no hay confianza en el sistema? ¿Qué falla para que se dé este paso atrás? La titular, desde 2010, del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Pamplona, Ana Llorca, repasa estas cifras y matiza que reflejan la extensión en Navarra de las medidas contra esta lacra. Con todo, la magistrada reconoce su preocupación ante un problema que se perpetúa en las nuevas generaciones; Llorca explica en esta entrevista las medidas disponibles y los avances pendientes para lograr, por fin, reducir este tipo de casos.
Navarra encabeza las estadísticas de todo el país en denuncias retiradas por violencia de género. ¿Estamos ante un problema grave?
Cuando una señora viene a renunciar, no te cuenta por qué lo hace. No disponemos de un estudio estadístico que nos diga por qué se retiran las denuncias, cuál es la situación sociofamiliar de la persona y sus porqués, así que resulta difícil dar una conclusión. Pero otra cuestión a tener en cuenta es que el hecho de que haya renuncias no significa que se trate de un fracaso del sistema. Las causas pueden ser muy variadas: quien lo hace porque no tiene el apoyo suficiente y sigue en el círculo de la violencia y quien lo hace porque, con las primeras medidas judiciales, se le ha solucionado el problema. No es lo mismo un maltrato habitual, que es más difícil que se retire, que quien sufre un maltrato puntual, como un golpe. La mujer que ante la primera agresión física o verbal, como una amenaza, decide utilizar los medios del sistema, a lo mejor al llegar al día del juicio ya hay unas medidas, o esa pareja no ha vuelto a incidir en ese comportamiento agresivo, y puede llegar a pensar que esa persona no sea condenada.
Ha mencionado los casos de una primera agresión. ¿Se puede convivir con alguien que ha cometido una agresión de este tipo?
Sorprendentemente sí. La gente perdona. Como pareja o como pareja separada. En este tema, junto con los hechos puros y duros, se mezclan muchos sentimientos y vivencias. Cada persona reacciona de manera diferente.
¿Las dificultades de la crisis han hecho que no salgan a la luz más casos de violencia de género?
En algunas ocasiones, la denuncia se retira porque no tiene apoyos suficientes: una pareja junta puede salir adelante en una situación de crisis económica, y, por separado, es más difícil, por muchas ayudas que reciba.
¿El sistema puede seguir adelante pese a la retirada de la denuncia?
Se trata de un delito público y, sin ella, podemos continuar. Pero sin la declaración de la víctima el día del juicio, no tienes nada con lo que acusar. Necesitas testigos o más datos. Por mucho que tengas el testimonio del Policía que ha visto la lesión y ha recibido la primera declaración de ella, son indicios que resultan insuficientes para lograr una condena.
Pese a lo que explica, no parece un buen dato ese 30,23% de renuncias.
No sé cómo funcionan en otros sitios, pero en juzgados muy colapsados, con más ratio de asuntos por juez, cuando viene un parte médico, no incoan. Porque piensan que, si ha habido algo grave, habrá habido una intervención policial y luego se denunciará y ya llegará al Juzgado. Aquí, en Navarra, no. Aquí, con un parte médico, abrimos diligencias previas e investigamos qué ha pasado. Llamamos a la señora y le preguntamos y, si nos dice que no quiere declarar, al final eso cuenta como renuncia e incrementamos las estadísticas. Aunque, en realidad, no es una renuncia porque ella nunca quiso denunciar. Nuestra labor de prevención incrementa nuestro número de renuncias. Porque llamamos, la mujer viene aquí, se entrevista con un abogado especializado, si lo necesita puede ser atendida por un psicólogo y, luego, decide si quiere declarar o no, pero al menos ya sabe que tiene todos los recursos a su disposición. Y, de ellas, una gran mayoría no querrá denunciar pero, a veces, una de cada 100 decide continuar, y con lograr que una de esas personas salga de este círculo de la violencia ya es suficiente. Aunque, estadísticamente, nos perjudique. Siempre hemos salido en esos estudios como la comunidad en la que más se renuncia.
¿Le preocupa la imagen que da del sistema navarro? Parece que el sistema no funcionara o que no hay confianza en él.
Me preocupa si pusiéramos el interés únicamente en los números. El número puede originar este tipo de titulares, pero creo que estamos trabajando bien, tanto en los servicios sociales como en los Juzgados y las distintas instituciones.
¿Cuál es su valoración, entonces, del nivel del sistema navarro?
Podemos mejorar, pero funciona bien en cuanto a la disposición de puntos de encuentro, de casas de acogida, alquileres subvencionados, prestaciones, servicios sociales… Incluso antes de denunciar penalmente, la mujer tiene acceso a ayudas económicas y sociales. En otras comunidades no es así.
¿Cree que las mujeres confían en el sistema?
[Piensa unos segundos la respuesta] No lo sé. Creo que sí, pero es verdad que hay ocasiones en las que, si se solicita una orden de protección y no se concede, determinadas asociaciones lo denuncian. Como si pareciera que la versión de la mujer no se hubiera creído y eso puede llevarlas a renunciar. Pero hay que dejar claro que una orden de protección es una medida cautelar, que se determina cuando hay riesgo para ella. Y hay que recordar que esta medida supone una limitación para la libre deambulación de otra persona; por eso, si detectamos que no hay riesgo, nuestra obligación es no dictarla.
Pero se ha convertido en habitual que, por desgracia en casos de asesinato, se recuerde el número de medidas implantadas o el número de denuncias acumuladas.
Entonces es obvio que ha fallado el sistema o no hemos sido capaces de ver esas señales de riesgo. Pero no podemos dictar siempre la orden de alejamiento, hacer algo por temor.
¿Le constan denuncias falsas por violencia de género? ¿En qué porcentaje?
No las tengo detectadas. Alguna puede haber habido, quizá una en todo el tiempo que llevo en este juzgado. Y tampoco diría que es falsa, sino que se trata de una persona que, por tóxicos, denuncia estos casos porque cree que lo que dice es cierto.
Por el Juzgado de Violencia contra la Mujer de Pamplona pasan unos mil asuntos al año. ¿La cifra es preocupante?
Es preocupante porque no son todos los casos que hay. Esto no es más que la punta del iceberg. Los más graves no llegan al Juzgado.
¿Le sorprende que este tipo de situaciones se den entre las nuevas generaciones? ¿No falla algo cuando, lo que se creía una cuestión de otra época, se mantiene?
Se pensaba que estábamos ante un problema a extinguir, que las nuevas generaciones no reproducirían este problema, pero la realidad está demostrando lo contrario. Ahora el control [se refiere al control dentro de la pareja] se ha tecnificado, y se hace a través de las redes sociales, e incluso resulta más fácil. Es preocupante la forma de ser del hombre, pero también de la mujer, que asume a edades muy tempranas que quien no te controla no te quiere. Eso es sorprendente. Hay más universitarias, más opositoras, más juezas… y sigue pareciendo que, si no tienes pareja, no puedes ser feliz, y hay que mantenerla a cualquier precio.