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Desmontando a Maroto
A pesar de haber obtenido 10 de los 27 concejales en juego en las pasadas elecciones locales, Xavier García Albiol, alcalde de Badalona desde el año 2011, ha visto evaporarse toda posibilidad de repetir mandato como consecuencia del acuerdo adoptado entre Badalona en Comú (5 concejales), PSC (4 concejales), Esquerra Republicana (3 concejales) e Iniciativa per Catalunya (2 concejales). Una “alianza de perdedores” -como la ha descalificado un desnortado Albiol- que sin embargo suma bastante más que un político que ha hecho de la división su seña de identidad.
Me ha alegrado mucho el desenlace de Badalona: Garcia Albiol es el político español que ha explotado de manera más abierta y constante al discurso xenófobo para impulsar su carrera. Ya en 2003 empezó reclamando que se impidiera el empadronamiento de las personas extranjeras en situación irregular, pero fue sobre todo su bochornosa campaña a partir de 2007 contra la comunidad de gitanos rumanos residentes en el municipio (a los que calificó de “plaga” dedicada exclusivamente a delinquir) la que lo impulsó hasta la alcaldía en 2011, pasando de 7 a 11 concejales y de 16.200 a casi 27.000 votos.
Tengo claro que Javier Maroto no es como García Albiol, aunque es cierto que cuando logró la alcaldía de Vitoria-Gasteiz en 2011 entre sus mensajes ya aparecían los relacionados con las ayudas sociales y las mezquitas, con afirmaciones tan irresponsables como esta, criticando el anteproyecto de ley del Gobierno vasco para regular la presencia y apertura de centros de culto: “va a propiciar que surjan mezquitas como champiñones. Donde hoy hay una frutería mañana habrá un oratorio”. Así y todo, quiero creer que en su triunfo de 2011 -por cierto, sin mejorar apenas ni los votos ni el porcentaje de sufragios respecto de las anteriores elecciones de 2007- pesó más su experiencia de gestión como concejal de Hacienda entre 1999 y 2007 que salidas de tono como la indicada.
Y lo mismo pienso de su triunfo en estas pasadas elecciones, triunfo que habría que objetivar un poco más de lo que tantos comentarios vienen haciendo. Si partimos de constatar que el PP obtuvo en 2007 y en 2011 poco más de 32.000 votos, cabe sostener que el supuesto “rédito” electoral que le haya podido reportar su desgraciada campaña sobre la RGI y las personas inmigrantes, desarrollada fundamentalmente a partir del mes de octubre de 2014, tendrá que ver no tanto con la totalidad de votos obtenidos el pasado 24 de mayo cuanto, en su caso, con los votos “de más” conseguidos en esta ocasión. ¿Cuántos han sido estos votos nuevos potencialmente movilizados por el discurso “xenobóbico” de Maroto?
El PP ha obtenido en Gasteiz 3.182 votos más que en las elecciones de 2011. ¿Es esto un triunfo? Según con qué lo comparemos. Comparado con los resultados generales del PP en el País Vasco se trata de un resultado excepcional. También es un excelente resultado en comparación con los datos del PSE en la ciudad de Vitoria, donde ha perdido casi 6.500 votos. También es un resultado bueno, aunque no tanto, en comparación con los votos del PNV en la ciudad (1.317 menos que en 2011), y empieza a no ser un resultado tan extraordinario si tenemos en cuenta que EH Bildu ha logrado en Vitoria 1.076 votos más que en 2011 (habiendo perdido tantos en Gipuzkoa); que Ciudadanos ha tenido 3.800 votos; o que casi 14.000 vitorianas y vitorianos, el 12% de las y los votantes, han optado por otras candidaturas (en 2011 sólo lo hicieron 2.247).
Con esto no pretendo negar la evidencia: la lista liderada por Javier Maroto ha sido la más votada en Vitoria-Gasteiz. Pero si, como han venido señalando diversos analistas y el propio Maroto, este supuesto éxito se explica por su posición ante el tema de la RGI y las personas inmigrantes, hay que concluir que nos encontramos ante una de las operaciones electorales más perversamente inútiles de nuestra historia política. ¿Todo eso para movilizar, en el mejor de los casos, tres mil miserables votos? Maroto no ha hecho nada por mejorar las ayudas sociales, y sí mucho por estropear la convivencia. No es un xenófobo pero sí un “xenóbobo”, un idiota moral (en el sentido que el filósofo Norbert Bilbeny da a este término): un individuo sin duda inteligente que, sin embargo, se muestra incapaz de tomar en consideración las implicaciones éticas de sus actos.
Maroto no es como García Albiol, pero su irresponsable estrategia electoral puede tener los mismos efectos sobre el tejido cívico de Vitoria. Por eso, sería bueno que su destino político fuera el mismo que el del exalcalde de Badalona: pasar a la oposición. No es cuestión de frentes ni de “cordones sanitarios”. Se trata de construir un pacto social y político contra la extranjerización y el extrañamiento de algunas de nuestras vecinas y vecinos; se trata de lanzar un mensaje claro a quienes, como la secretaria general del PP vasco, Nerea Llanos, consideran que su partido debe aprender de su correligionario Maroto y del peneuvista Bergara, alcalde de Sestao: “La gente quiere que les cuenten las cosas tal y como son”, declaró tras conocer los resultados del 24 de mayo. ¿Y por qué no, mejor, aprender de Aburto, de Torres, o de la inmensa mayoría de alcaldesas y alcaldes vascos que han evitado la irresponsabilidad y la demagogia en sus propuestas electorales? ¿Y por qué no, mejor, aprender de esa inmensa mayoría de vitorianas y vitorianos que han votado a otros partidos, o incluso al mismo PP al que votaron en 2011 o en 2007, antes de que Javier Maroto se equivocara tanto al abordar la cuestión de las ayudas sociales?
Desgraciadamente, la lectura que el candidato del PP a alcalde de Vitoria-Gasteiz hizo a los pocos días de las elecciones no anima a la esperanza: “Si alguien quiere venir a trabajar e integrarse tiene todo mi apoyo, como lo tuvieron extremeños, andaluces y gallegos que vinieron a trabajar, ninguno se puso en la ventanilla de Lanbide para cobrar 1.200 euros sin pegar un palo al agua. Por eso me ha votado mucha gente del PNV o del PSE”, declaró en una entrevista al Correo. ¿Esta va a ser su actitud en los próximos cuatro años? Lo único que le salva es que la segunda fuerza del ayuntamiento es EH Bildu (¡maldito terrorismo, que todo lo ensució!). Pero su salvación puede ser la condena de un proyecto de País Vasco abierto, integrador, cohesionado y solidario. Aún estamos a tiempo de poner en la balanza lo que podemos ganar y lo que podemos perder. Y de actuar en consecuencia.
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