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Conjugando la libertad

La ministra de Igualdad, Irene Montero, en el Congreso. EFE/Chema Moya/Archivo

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“Estoy habituado a ser tratado como un hombre de derechas por toda suerte de imbéciles”

Jorge Semprun

Yo tengo derecho a criticar a una ministra.

Tú tienes derecho a criticar a una ministra, aunque sea del Gobierno que prefieres.

Ella tiene derecho a criticar a una ministra, aunque la haya votado. 

Nosotras tenemos derecho a hablar y a ser escuchadas.

Eso es conjugar la libertad y la democracia. 

Da pena y tristeza tener que escribir a estas alturas ciertas cosas, pero no por ello voy a dejar de hacerlo. Viene todo ello al caso de una entrevista concedida esta semana por la ministra de Igualdad, Irene Montero, a Daniel Basteiro, en la que respondió a varios temas y entre cuyas respuestas se encontraba la siguiente:

“¿Existen los hombres y las mujeres? ¿Qué es ser hombre y mujer? ¿Cómo se conceptualiza en las diversas teorías el binomio sexo-género y cómo se traslada a los derechos y políticas públicas? ¿Cuál es el nivel de hormonas que tenemos que tener para ser consideradas hombres o mujeres? ¿Cuánta talla de pecho tenemos que tener para ser hombre o mujer? ¿El sexo son sólo los genitales externos o es también el nivel de hormonas tradicionalmente consideradas por la biología masculinas o femeninas? ¿Es el sexo algo genético? Ese debate es muy interesante”.

Les ruego que lo lean con calma para comprender por qué ese día un hashtag en Twitter #IreneDimiteYa impulsado por feministas se erigió como TT en las redes, por encima de los partidos de fútbol que se jugaban en ese momento. Léanlo con calma y verán que preguntarse si los cromosomas xx e xy existen y si no son puro material genético es igual que preguntarse si la tierra es plana. Normal que la peña se te levante si te dedicas a decir que eso es “un debate interesante”. 

No les voy a batir el cobre con la teoría queer, porque ni siquiera hemos llegado al estadio de discutir si es una magufada -como yo afirmo- o si es la biblia de la modernidad sobre la que hay que construir una nueva sociedad transhumana. Me quedo, simplemente, en la postura política de pretender que algo así, que cualquier cosa, puede ser implementada en términos de política pública sin un debate no sólo de opinión pública sino también institucional. La protesta de las feministas fue muy amplia, ya digo. Una protesta que comparto porque el ministro de un ramo, de cualquier ramo, tiene que mantener una permanente interlocución con los grupos a que se refiere su labor, con todos, pero sobre todo con los que pueden ser contrarios a la acción de gobierno que se pretende implementar. Así, la de Trabajo debe hablar con la CEOE y la de Defensa con los pacifistas que protestan por un polígono de tiro y la de Educación, con los de la Confederación de Padres Católicos. Por ese motivo, resulta incomprensible que el Ministerio de Igualdad quiera convertir en bandera de sus afanes una cuestión tan controvertida como minoritaria, sin recibir a los colectivos feministas que se oponen, y entre los que se encuentran no sólo los del partido con el que comparten el Gobierno sino también otros muchos igualmente constituidos por mujeres y lesbianas, muchas de ellas de izquierdas, republicanas, ateas y tan rojas como ella. Por eso antes de esa etiqueta crearon la de #IreneTenemosQueHablar a la que no se hizo mucho caso. 

Uno de los adalides de sus teorías, Paul B. Preciado -nacida en Barcelona Beatriz Preciado- fue invitado en noviembre del año pasado a expresar sus planteamientos ante una asamblea de 3.500 psicoanalistas franceses. El filósofo que considera que “la heterosexualidad es un régimen político” fue interrumpido, abucheado y cortado en el foro de especialistas y acaba de publicar un libro, aún no traducido, con su discurso íntegro titulado “Je suis un monstre qui vous parle” y que demuestra que él ha podido hacer llegar su mensaje íntegro al público, pero que también los 3.500 especialistas pudieron mostrar su radical desacuerdo con las teorías del transgenerismo sin que nadie los haya pasado por la guillotina ni a ellos ni al conferenciante. 

No quiero entrar en el debate de las posiciones ministeriales y del partido al que pertenece la ministra, quiero ir al debate sobre el debate. Si el portavoz de Podemos, Pablo Echenique, califica en un tuit de “campañita de odio”, la oposición a una postura política ¿dónde deja la libertad de la diferencia? ¿Desde cuándo pedir la dimisión de un ministro es una campaña de odio?  Si además en un perfecto mansplaining les explica, a las propias divergentes, que no son “el feminismo” sino “las 4 o 5 que se llaman a sí mismas feministas y de izquierdas”, no sólo es el perfecto machirulo sino que se instala en el papel que niega a las personas la capacidad de definirse ideológicamente para pasar a ser el ágora que decide quién es realmente lo que dice ser y quién es el “renegado” que ya no cuenta con sus bendiciones. 

El último argumento de idiocia retórica es el que culmina el tuit: “curiosamente dicen lo mismo que el autobús tránsfobo de Hazte Oír y son aplaudidas por Vox”. Cayendo en la falacia de pretender que cuando se combaten las mismas cuestiones se produce una identificación ideológica entre todos los que lo hacen. Así, por ejemplo, si como es el caso el feminismo combate la prostitución y la Iglesia Católica también, ambos son la misma cosa. Saber que se puede llegar a las mismas conclusiones por distintos caminos y sendas de pensamiento es de primero de reflexión. Pero precisamente eso es lo que no se busca, la reflexión y el pensamiento crítico. Lo que se busca es el asentimiento inmediato, como el de Isa Serra, cuando escribe: “Quienes bajo la bandera del feminismo atacan a la ministra de Igualdad porque reconoce los derechos de las personas trans, no le hacen daño a ella. Le hacen daño al feminismo y un favor a la transforma y a la extrema derecha machista y tránsfoba que aplaude”.

No me gusta un pelo esta deriva del renegado que Podemos está empezado a exportar de sus entretelas internas al debate público. Exijo un diálogo social en el que se respeten las posiciones críticas y la asunción de que la tarea de gobernar consiste en implementar lo posible de todo aquello que hayas diseñado. “El arte de gobernar resulta del compromiso entre el conocimiento de la realidad y la parte de ese conocimiento que los ciudadanos puedan aceptar”, dice otro filósofo francés.

Las mujeres feministas, las mujeres en general, no nos vamos a callar porque nos amenacen con colgarnos el sambenito de nuevo para pasearnos como un espantajo utilizando manipulaciones de eslogan. Estamos muy acostumbradas, aunque nos resulte infinitamente más doloroso tener que decirle esto a una ministra de Podemos que a una del PP. Eso no va a impedir que lo hagamos. 

Quiero que aprendan a encajar, que entiendan que sólo los imbéciles buscan el asentimiento cobarde y el silencio de los que disienten. Lo que sea que se haga, no va a poder hacerse a base de callarnos y quitarnos los carnés y desprestigiar nuestras posturas. Recapaciten. En la esencia misma de la izquierda está conceder al individuo su libertad de juicio y la expresión del mismo. Ser periodista o mujer no nos hace de peor condición a la hora de ejercer ese derecho.

Piensen que en los políticos también se cumple el aserto de que a menudo el carácter de un hombre es el peor enemigo de su talento. 

Piensen. Sobre todo, piensen.

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