La autoconstrucción colectiva del barrio
Un parque degradado transformado en el huerto urbano más grande de Madrid. Un descampado convertido en un cine de verano. Colocar en el centro del distrito la plaza que permanecía de espaldas y ensanchar con un huerto mayor la red social que una parroquia llevaba años tejiendo. Son los cuatros capítulos de PaisajeSur, un proyecto que ha permitido que colectivos culturales y sociales y vecinos de los distritos Usera y Villaverde -situados en el sur de la capital- trabajen de forma colectiva para autoconstruir, regenerar su entorno urbano, fomentar el uso participativo del espacio público y crear nuevos usos de esos mismos espacios.
Impulsado por el espacio municipal Intermediae, una institución cultural de producción e investigación artística, y el departamento de Mejora de Paisaje Urbano de Ayuntamiento de Madrid, el proyecto comenzó con un trabajo colectivo de diagnóstico entre entidades culturales y sociales, varias ya trabajando desde hace tiempo en los barrios, asociaciones vecinales y los propios habitantes. “Identificamos 24 puntos conflictivos, desde parques abandonados, pasos subterráneos muy utilizados pero muy degradados o descampados en medio de los barrios”, explica Patricia Alemany, técnica de Intermediae y coordinadora de PaisajeSur.
Se seleccionaron de forma colectiva cuatro espacios de intervención, puntos en los que el margen de mejora era mayor en función del presupuesto con el que contaba el proyecto: un huerto urbano en cada distrito y dos instalaciones de gestión cultural. Los colectivos comenzaron a trabajar en sus espacios y con los vecinos iniciaron los procesos de autoconstrucción.
Unir fuerzas
El parque Plata y Castañar -en Villaverde- fue el primer espacio público de intervención a principios de este año. Es una zona muy abandonada, donde los vecinos llevaban años reclamando algún tipo de mejora. “La primera vez que llegaron los técnicos había unos chavales quemando un coche”, cuenta Alemany. Cruz Roja de Villaverde llevaba mucho trabajo avanzado en la tramitación de licencias para construir en la zona un huerto urbano y entre todos decidieron juntar los dos proyectos y crear uno más grande.
Zuloark fue el colectivo responsable de coordinar la autoconstrucción de la instalación en forma de V -de Villaverde-, una grada que por un lado sirve de asiento a los vecinos y de almacén bajo los escalones y por otro es un huerto en altura que evita que las personas mayores tengan que agacharse para trabajar en la tierra. “El proceso de construcción fue completamente abierto y podía unirse quien quisiera”, explica Alemany, quien explica que por ejemplo los chicos que acudían a menudo a jugar al béisbol comenzaron a llegar tiempo antes de empezar su partido para colaborar en la construcción de la estructura. Las maderas empleadas proceden de bancos antiguos de la ciudad, que el Ayuntamiento ha ido retirando y que al final han surtido a otros tantos huertos urbanos.
La U de Usera fue el segundo huerto, situado en la parroquia de San Juan de Ávila, que aunque es un espacio privado, los participantes decidieron esta ubicación por ser una zona donde desde hacía años se había creado una estrecha comunidad entre vecinos y colectivos del barrio. También se optó por unir fuerzas. “Basurama [el colectivo que coordinó la construcción de la instalación] previó presupuesto para comida y como en la parroquia había una cocina, sobre todo los fines de semana se juntaba mucha gente para construir entre todos el nuevo huerto” señala Alemany, quien explica que en esta segunda intervención la instalación consensuada fue un huerto en altura en forma de u, y mucho más grande que el que ya existía.
Ambos espacios están sirviendo precisamente para potenciar el uso colaborativo del espacio público y, sobre todo, la autogestión colectiva de esos espacios. “Al haber una comunidad ya creada el huerto de Usera camina solo desde hace tiempo pero en el de Villaverde también nos ha sorprendido cómo los vecinos lo han hecho suyo enseguida”, explica la técnica de Intermediae. Los habitantes del barrio han plantado más allá de la extensión que está abonada con tierra facilitada por el Ayuntamiento y, lo que es más difícil, han logrado que todo lo plantado sobreviva a uno de los veranos más calurosos que se han registrado en más de 50 años con tan solo una regadera y un manguera que apenas llegaba a la mitad del espacio. “Eso requiere mucha organización y trabajo conjunto”, subraya Alemany.
Las instalaciones culturales han estado coordinadas por Todo por la Praxis -en Usera- y PEC (Puesto en Construcción) -Villaverde- respectivamente. Los primeros construyeron un infraestructura que ha acabo por convertirse en Cinema Usera, una suerte de cine de verano donde los propios vecinos elegían la programación. “Ha sido un cine pero también puede ser teatro y conciertos y ahora deben ser los propios vecinos los que decidan qué quieren hacer y al final deben ser ellos mismos quienes se autogestionen”, señala la técnica.
Comunes Villaverde, construida por PEC, ha sido la última instalación en llegar. Se trata de un estructura que se puede convertir en banco, mesa o un escenario. “Lo llamamos el banco transformer” y también puede ser lo que los vecinos deseen que sea. Está en la plaza de Villaverde, un espacio en el centro del distrito pero que vivía de espaldas a él.
El proyecto ha logrado el Permiso de Actos Públicos de Tarifa Plana. “Existe y nosotros acabamos de conseguirlo”, afirma Alemany, quien explica que permite realizar cualquier tipo de acto durante nueve meses. “Hay que ir comfirmándolo cada dos meses por la cuestión del ruido pero las instrucciones de montaje ya están listas para que quien quiera empezar a usar la instalación”, afirma Alemany. Tan solo es necesario comenzar a crear y apuntarse en el correo de la instalación para establecer un mínimo de coordinación. “Son todos espacios con un enorme potencial para el encuentro ciudadano”, concluye la técnica.