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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Aina Gallego - @ainagallego

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¿Desigualdad de género doméstica? España y Europa

Pablo Gracia

La igualdad entre hombres y mujeres en el trabajo doméstico es un indicador fundamental de equidad de género. En décadas recientes, las sociedades occidentales han sufrido transformaciones muy importantes en las relaciones de género. El discurso y luchas feministas de la segunda ola (1960-1980) contribuyeron sobre una mayor -si bien incompleta- equidad en los roles de género. En paralelo, las mujeres se han venido incorporando de forma muy notoria al empleo desde la década de 1980, como muestran claramente los datos de la OCDE en esta materia. Ahora bien, ¿qué podemos decir de lo que ocurre dentro de los hogares? El trabajo doméstico se suele definir como trabajo (reproductivo) invisible. Pero debemos visibilizarlo para saber hasta qué punto hay igualdad de género en nuestra sociedad.

Los datos que presento aquí provienen del Harmonised European Time Use Survey (HETUS) de Eurostat, recogidos por el Multinational Time Use Study (MTUS). Estos datos nos permiten comparar la situación del trabajo doméstico en España con otros países europeos que tienen distintas tradiciones culturales y políticas familiares. Dichos datos permiten investigar la participación en el trabajo doméstico, incluyendo las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, de mujeres y hombres a lo largo de las 24 horas de un día regular. Estas encuestas son un buen termómetro del nivel de igualdad de género de un país.

El Gráfico 1 presenta las horas diarias que emplean hombres y mujeres en el trabajo doméstico en países con distintas tradiciones culturales y políticas familiares. Podemos observar que Italia y España son los países con mayor desigualdad de género en el trabajo doméstico. En ambos países las mujeres emplean entre 4 y 5 horas diarias a dichas tareas, mientras que los hombres emplean poco más de 1 hora a estas actividades. Alemania y Eslovenia se sitúan en una posición intermedia, con una participación de los hombres en el trabajo doméstico muy superior a España e Italia (sobre las 2 horas). Finalmente, Reino Unido, Noruega y Dinamarca son, respectivamente, los países con mayor equidad doméstica, si bien su diferencia con Alemania y Eslovenia radica -en esencia- en su menor volumen de trabajo doméstico. Existen pues claras diferencias entre países en cómo hombres y mujeres reparten su trabajo doméstico.

Elaboración propia: Datos del ‘MTUS-HETUS’ (2000-2005) para individuos con edades entre 25 y 59 años. Estimación de tiempo de un día aleatorio de la semana.

El Gráfico 2 muestra que hay una clara asociación entre la participación en el trabajo doméstico del hombre (relativo a la mujer) y la actividad laboral de las mujeres en cada país. Efectivamente, vemos que Italia y España, los países donde un menor porcentaje de mujeres participa en el mercado laboral, son los países con menor nivel de equidad en el reparto de las tareas domésticas. En el otro extremo se sitúan dos países escandinavos, Dinamarca y Noruega, que presentan mayor igualdad de género en el trabajo doméstico y en el empleo. Estos resultados nos dicen que la participación laboral femenina va ligada a la equidad doméstica de género.

Elaboración propia: Datos del ‘MTUS-HETUS’ (2000-2005) para individuos con edades entre 25 y 59 años; Datos de participación laboral femenina de la ‘OCDE – Employment Outlook’ (2005).

Una segunda explicación clave sería la presencia de menores en el hogar. Las familias españolas reciben ayudas muy insuficientes para conciliar la vida laboral y familiar. Este hecho repercute en la pérdida de empleo de muchas mujeres tras tener el primer hijo. En cambio, en países como Dinamarca y Noruega existe una inversión pública universal fuerte para impedir que las mujeres dejen el empleo y fomentar que los hombres se impliquen en las obligaciones familiares. Estas políticas incluyen el acceso a bajas de paternidad/maternidad generosas o la provisión pública de centros de cuidado infantil de 0-2 años. Cabe pues esperar que la maternidad juega un papel crucial en la fuerte desigualdad doméstica de género en España.

El Gráfico 3 confirma nuestras intuiciones. Este gráfico presenta la relación entre la contribución del hombre al trabajo doméstico del hogar y la presencia de niños en el hogar. En todos los países hay menor equidad doméstica cuando los hogares tienen niños a cargo. Sin embargo, el ‘impacto’ de tener hijos sobre la desigualdad doméstica de género es mucho menor en los países con políticas de conciliación laboral y familiar fuertes (Dinamarca y Noruega) que en países con políticas débiles en esta materia (Italia y España). En Dinamarca la contribución del hombre al trabajo doméstico difiere un 20% dependiendo de la presencia de menores en el hogar (del 45% al 36%), mientras que en España estas diferencias son del 45% (del 29% al 16%) y en Italia del 59% (del 27% al 11%). Las políticas de conciliación laboral y familiar parecen pues fomentar, no sólo el trabajo “visible” (empleo), sino también el trabajo “invisible” (doméstico).

Elaboración propia: Datos del ‘MTUS-HETUS’ (2000-2005); Muestra basada en parejas/matrimonios heterosexuales con edades entre 25 y 45 años.

En resumen, España presenta niveles de desigualdad de género en el trabajo doméstico muy elevados, y muy superiores a la media europea. Parte de este problema reside, como en todos los países, en la persistencia de valores patriarcales en la vida cotidiana. Políticas públicas que fomenten la participación laboral y la conciliación de la vida familiar y laboral han demostrado ser una herramienta clave para generar igualdad de género y, por qué no decirlo, reducir el desempleo y la desigualdad social, como también fomentar el desarrollo económico y social de un país. Para generar una sociedad con mayor igualdad de género hace falta más conciencia ciudadana en este ámbito, pero claramente también un cambio de signo en las políticas familiares.

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