Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
El aumento de la insatisfacción con cómo funcionan nuestros sistemas democráticos es uno de los fenómenos que caracterizan la evolución de la opinión pública en la última década
En este artículo muestro que hay una relación entre el nivel de globalización y la insatisfacción con la democracia doméstica que va más allá de la Unión Europea
No obstante, el impacto negativo en la percepción que tenemos del margen de acción de nuestras instituciones democráticas solo ocurre en períodos de crisis económica. En periodos de bonanza, la globalización no tiene impacto alguno, ni positivo ni negativo, en la satisfacción con el funcionamiento de la democracia
Vivimos tiempos convulsos. Y uno de los fenómenos que los caracterizan es un extendido malestar con las instituciones y el establishment político. Esto ha producido cambios políticos evidentes. No hace falta más que mirar las sacudidas en los sistemas de partidos en nuestro país y en muchos otros. Pero estos cambios no dejan de ser la manifestación más aparente de transformaciones que se fundamentan en cambios actitudinales. Así, uno de los rasgos que caracterizan la evolución de la opinión pública en la última década es el descenso en la satisfacción con cómo funcionan nuestras democracias. El crecimiento de esta insatisfacción es casi general y ha aumentado en casi todos los estados, pero de modo aún más acusado en los países que han sufrido con más contundencia la crisis.
Para muestra, el siguiente gráfico. En él muestro el cambio en los niveles de satisfacción con la democracia utilizando datos del Eurobarómetro de marzo de 1999 y el de noviembre de 2012. La pregunta utilizada es la convencional en este tipo de estudios. En ella se pide a los ciudadanos que contesten cómo de satisfechos están con cómo funciona la democracia en su país, teniendo cuatro opciones: Muy satisfecho, bastante satisfecho, no muy satisfecho, o nada satisfecho. El primer gráfico muestra la evolución de la satisfacción con la democracia para el conjunto de la Unión Europea (una advertencia previa es que en 2012, obviamente, esta incluye a más países que en 1999). El segundo gráfico muestra la evolución para España.
Gráfico 1: Satisfacción con la democracia en la UE
Gráfico 2: Satisfacción con la democracia en España
Como se puede comprobar, existe una caída general en la satisfacción con el funcionamiento de nuestras democracias. En total, si juntamos las dos categorías negativas hay un 15% de personas más en 2012 que no está muy satisfechas o nada satisfechas con cómo funciona la democracia en su país comparado con 1999. El cambio es aún mucho más pronunciado en España. Desde los tiempos del “España va bien” a finales de los 90 al epicentro de la crisis económica, la satisfacción con la democracia aumentó en 40 puntos porcentuales.
¿Qué está detrás de este incremento de la insatisfacción con la democracia? Esta es una pregunta relevante porque la satisfacción con la democracia es uno de los indicadores fundamentales de lo que consideramos la legitimidad de un sistema. Uno se pregunta cuánta insatisfacción con la democracia puede aguantar un sistema político.
Este fenómeno ha recibido atención de algunos investigadores en tiempos recientes. Armingeon y Guthmann remarcan en un reciente artículo influyente que la crisis económica y, en concreto, la pérdida de margen de acción soberano que ésta ha puesto de manifiesto es la razón del reciente aumento de la insatisfacción con la democracia en Europa. Alonso y Ruiz-Rufino matizan mucho este argumento en este artículo. Según ellos, no es la crisis económica en general la que ha puesto de manifiesto los límites a los que se enfrentan las democracias nacionales. Ni siquiera estar sometido a restricciones como pertenecer a la zona euro. La razón del ascenso con la insatisfacción con la democracia radica, según ellos, en la intervención y rescate (total o parcial) que en algunos países ha supuesto la condicionalidad de medidas de la Troika o la Unión Europea.
Su análisis se centra en cómo la insatisfacción con el funcionamiento de nuestras democracias ocurre principalmente en los países del sur de Europa y, además, a partir de 2009 (y no al inicio de la crisis económica) cuando se producen los rescates y los ciudadanos actualizan su expectativas sobre cuáles son los límites de las democracias nacionales. Por otro lado, existe evidencia de que la crisis económica no solo ha erosionado la satisfacción con la democracia en los países en crisis, sino que como respuesta el apoyo a la democracia como sistema de gobierno aumenta. Así lo demuestran Cordero y Simón en este artículo reciente.
La pregunta que inmediatamente surge es si estos resultados son específicos de la reciente crisis económica en la zona euro, o si en realidad son más generalizables al proceso de globalización a la que la mayoría de estados se han adherido en las últimas décadas. Además, con la excepción del ya mencionado trabajo de Alonso y Ruiz-Rufino, la mayoría de los estudios se fijan en la relación entre crisis económica y satisfacción democrática y atribuyen los efectos a la pérdida de margen de acción de los estados, sin diferenciar entre éste y resultados económicos.
Este es un post muy exploratorio en que quiero mostrar algunos resultados de un estudio que estoy realizando alrededor de esta pregunta: ¿afecta la integración en una economía global a la satisfacción que los ciudadanos tienen con la democracia? Si es así, ¿es esto independiente de la situación económica?
Para responder a estas preguntas utilizo datos de las cuatro olas del Comparative Study of Electoral Systems que cuenta con datos de encuesta para 112 elecciones distintas en 49 países desde 1996 hasta 2013. Una ventaja de esta base de datos es que contiene datos de encuesta de países muy diversos, con lo cual se pueden comparar niveles de globalización muy diferentes en contextos muy diferentes. Los datos incluyen muchos países de la UE (en la que la mayoría de los estudios se han centrado), pero también una muestra tan diversa que incorpora a Estados Unidos, Albania, Tailandia, Chile, Rusia, Filipinias o Corea del Sur, entre otros.
La medición del grado de “globalización” de un país determinado no es una tarea fácil. No es este el lugar de discutir esta interesante pregunta. En mi trabajo utilizo unos índices de globalización desarrollados por el economista Axel Dreher y que se han convertido en convencionales en los trabajos de este tipo: los índices KOF. Lo interesante de estos índices es que procuran medir el nivel de globalización en tres dimensiones distintas: la económica (o el grado de integración en los mercados y la dependencia de flujos internacionales de bienes, capital y servicios), la política (que captura el grado de integración en mecanismos de decisión supranacionales y la exposición a difusión internacional de políticas) y la social (que captura la difusión de ideas e información). El índice KOF (que utilizo aquí) es la agregación de estos tres subíndices.
Utilizando esta variable que mide globalización, podemos establecer la relación con que los ciudadanos de un país experimenten mayores o menores niveles de satisfacción con la democracia. Como se puede comprobar en el siguiente gráfico, existe una fuerte relación entre globalización e insatisfacción con cómo funciona la democracia. En una escala que va de 1 (muy satisfecho) a 4 (nada satisfecho), la media en un país muy globalizado es de 2,4, mientas que en un país poco globalizado la satisfacción estaría alrededor de 2,8. Esto equivaldría a más o menos media desviación típica, lo cual es una magnitud relevante (y significativa desde un punto de vista estadístico)[1].
Gráfico 3: Globalización y satisfacción con la democracia
El argumento que explicaría esta relación, a la luz de los trabajos que he citado más arriba, sería sencillo. Cuando un estado está integrado en los mercados internacionales, la capacidad de respuesta de los gobiernos a las preferencias de los ciudadanos es menor. Ya sea por las restricciones impuestas por la competición internacional, la descompensación a favor del capital que los modelos de economía política predicen y los constreñimientos de carácter más político que instituciones internacionales pueden imponer, tienen un efecto colateral en la satisfacción que los individuos tienen con las instituciones democráticas de su país.
¿Es esta relación incondicional? Es decir, ¿podemos esperar que, en media, en todos los países disminuyan los niveles de satisfacción con la democracia al integrarse en mercados internacionales? La realidad es que el acceso a la globalización ha permitido que los países tengan tasas de crecimiento más altas. Esto plantea la duda de si los ciudadanos distinguen entre ambas cosas. Es decir, si son capaces de valorar beneficios de la globalización, a la vez que ser críticos con las consecuencias que tiene sobre la capacidad y el margen de acción de las instituciones democráticas domésticas.
En los siguientes gráficos, exploro la relación anterior para distintos grados de crecimiento económico. En concreto, simulo dos: un país donde la tasa de crecimiento del PIB es negativa (-1%) y otro país con una tasa de crecimiento del 4%. Como se puede comprobar, el efecto de la globalización es totalmente distinto. Para un país con una buena tasa de crecimiento económico, la globalización no tiene apenas impacto en la satisfacción con la democracia.
En otras palabras, cuando las cosas van bien, da igual si el país está globalizado o no. Los ciudadanos tienen un nivel medio de satisfacción alto que, además, no es estadísticamente distinto entre ambos países hipotéticos. La cosa cambia cuando analizamos países con tasa de crecimiento del PIB negativa. Entonces la globalización sí que importa. En los países no globalizados encontramos que la recesión no erosiona los niveles de satisfacción frente a la época de vacas gordas, mientras que en los países globalizados sí que hay diferencias importantes.
Gráfico 4: Satisfacción con la democracia en estado no globalizado
Gráfico 5: Satisfacción con la democracia en estado globalizado
Los resultados mostrados indicarían que general los ciudadanos están dispuestos a ceder soberanía si esta produce buenos resultados económicos. Esto no plantea disyuntivas en términos de percepción del funcionamiento de la democracia ni se resienten en lo que se ha llamado input legitimacy (la legitimidad que la democracia obtiene en tanto que sistema donde los ciudadanos transmiten preferencias políticas al gobierno y éste las tiene en cuenta al diseñar sus políticas). En cambio, cuando los resultados son negativos, como la reciente crisis económica, entonces es cuando valoramos más si el sistema democrático es receptivo a nuestras preferencias políticas. Esto tiene implicaciones interesantes que nos puede ayudar a entender las transformaciones que nuestros escenarios politicos están experimentando.
NOTAS
[1] Este resultado se obtiene a partir de un modelo de regresión multinivel con varios controles sociodemográficos y agregados: edad, género, educación, sector de empleo (primario, secundario, terciario o empresario), estatus de ocupación (desempleado, pensionista, etc), crecimiento económico, tasa de desempleo y PIB per capita. Para los más técnicos, los resultados de estos análisis se mantienen si utilizamos variables instrumentales (población, pasado colonial británico y distancia geográfica de Londres) para predecir la globalización.
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