Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
¿Cómo actuará el PSOE ante el nuevo contexto planteado para el 26J? ¿Debería lanzarse a dar la batalla por la hegemonía de la izquierda? ¿O debería intentar aguantar lo mejor posible su posición en el centro y el centro-izquierda?
El PSOE llegará al 26J en un contexto diferente al del 20D. Tras pasar por la experiencia de una investidura fallida, los socialistas tendrán que reajustar su estrategia teniendo en cuenta lo sucedido en estos últimos cinco meses. Entre varias cuestiones a considerar destacan dos obvias y una que no lo es tanto. Primero, tendrá que evaluar cómo afrontar la competición política hacia su izquierda, ahora con un competidor más fuerte, más cohesionado y menos transversal que, esta vez sí, amenaza con relegarlo a un tercer puesto a nivel estatal. El famoso, por tan temido, sorpasso. En segundo lugar, el PSOE tendrá que evaluar cómo afrontar la competición hacia el centro y hacia la derecha, principalmente por haber transitado junto a Ciudadanos el camino para intentar alcanzar una mayoría en el Congreso de los Diputados.
Junto a estos cambios bastante evidentes existe otro que afecta no solo a los de Pedro Sánchez sino a todos los partidos: en esta nueva convocatoria todos –partidos y votantes– hemos dado un paso más (¿el último?) en el proceso de asumir que las preferencias políticas en España ya no se estructuran fundamentalmente de forma binaria, sino de una manera más compleja que, como es común en muchos otras democracias, se traduce en un sistema multipartidista. Un Parlamento fragmentado que muy probablemente –agarraos a la silla– producirá un Gobierno (¡o más de uno!) de coalición. Una especie desconocida en la reciente historia de nuestro país. Al menos a nivel estatal.
El PSOE además de llegar en un contexto algo diferente aterrizará en una campaña en donde sus dos grandes rivales tienen incentivos a hacerle el salto de la rana. Es decir, saltar por encima de él desde un extremo ideológico al otro, apelando, de polo a polo, a dos visiones del mundo a golpe de “relatos”. Esto es, la estrategia de polarización. El PP probablemente coloque sus coordenadas de campaña en términos de orden o caos: España gobernada por ellos o por extremistas. Los de Iglesias, aprovechando la amenaza de sorpasso y siguiendo con su estrategia “populista” –en el sentido de politización y polarización de la sociedad para, como repite Errejón, “crear pueblo”– pondrán al PP como objetivo a batir e invitarán al PSOE a sumarse al cambio: Nosotros o Régimen del 78. Asimismo, por las mismas razones que motivan esta dinámica, al PSOE se le demandará una y mil veces que aclare con qué formaciones pactará en caso de ser necesario. Se lo demandará Iglesias, se lo demandará Rajoy y se lo demandará Rivera. Unos con intención de acusarle de estar aliado con la derecha y otros con intención de empujarlos hacia la izquierda radical.
Así pues, ¿cómo actuará el PSOE en este contexto? ¿Debería lanzarse a dar la batalla por la hegemonía de la izquierda? ¿O debería intentar aguantar lo mejor posible su posición en el centro y el centro-izquierda? En lo que sigue mostraré algunos datos que siendo aun insuficientes para sugerir lo segundo sí apuntan buenas razones para evitar lo primero.
Empecemos por recordar que el PSOE es el partido más cercano a la posición ideológica del votante medio en España. Una posición que, de acuerdo a los datos de la encuesta postelectoral del CIS, está en el 4.6 de las escala ideológica y que –sin grandes variaciones– ha oscilado en las últimas dos décadas entre el 4.4 y el 5. Según los datos de la misma encuesta la ubicación media que los españoles dan al PSOE es de 4.4, mientras que el PP es ubicado en el 8.3, Ciudadanos en el 6.6, Podemos en el 2.2 e IU, también, en el 2.2.
Pero el PSOE no es sólo el partido más próximo al votante medio sino que además es considerado por el 60% de los votantes como una formación ubicada entre el 3 y el 5 de la escala ideológica, virtud que, como muestra el Gráfico 1, lo hace coincidir apenas en este segmento con el 50% del conjunto electorado y lo posiciona en una situación comparativamente atractiva. Dejando al margen los problemas de proyección que pueden existir en estos datos, lo cierto es que, lo digan los datos o lo diga la experiencia, el PSOE más allá del 3 –por la izquierda– o más allá del 5 –por la derecha– ni está ni se lo espera.
Priorizar la competición hacia la izquierda significaría, pues, enfrentarse de lleno a la coalición Unidos Podemos intentando monopolizar la lucha electoral con el PP. El objetivo, se entiende, sería recuperar algunos ex-votantes socialistas que, a pesar de coincidir ideológicamente con el PSOE, han pasado a las filas de Podemos. O, al menos, poner freno a la pérdida de votos por ese flanco.
Aquí el problema de los de Sánchez no es sólo el que le recuerda el Secretario General de Podemos cada vez que tiene la oportunidad, es decir, un problema de credibilidad; sino que son pocos los datos los que indican que el PSOE tenga margen para recuperar esos votos.
La encuesta postelectoral del CIS indica que entre aquellos que votaron a Podemos en Diciembre de 2015 solo un 10% declara que con una probabilidad igual o mayor al 70% votaría al PSOE. Una cifra que aunque pequeña no es insignificante. No obstante, se desinfla en cuanto se comprueba que un porcentaje similar de ex-votante socialistas en 2015 (el 9.6%) declaran que con una probabilidad igual o mayor al 70% darían su voto a los de Iglesias. Teniendo en cuenta que el PSOE sacó unos cientos de miles de votos más que Podemos, lo que queda no es un saldo alentador para los de Sánchez.
Pero si dejamos a un lado el análisis de los votantes en función de su recuerdo de voto y nos concentramos en el espacio ideológico en donde compiten el PSOE y Podemos –el 3 y 4 de la escala– comprobamos que la capacidad de atracción de los socialistas es significativamente mayor entre los más centristas (los que se ubican en el 4) que entre los más izquierdistas de este espacio (los que se ubican en el 3). Entre los primeros un 41.6% declara que con una probabilidad igual o mayor al 70% votaría por los socialistas, mientras que sólo un 20.4% lo harían por Podemos. Sin embargo, los de Pablo Iglesias parecen ser más atractivos entre aquellos que se posicionan en el 3 de la escala ideológica. Aquí un 36.9% indica que con una probabilidad igual o mayor al 70% votaría por el partido de los círculos, mientras que el 31.7% lo haría por el PSOE.
Por otro lado, ya sabemos gracias a los datos del sondeo realizado por Kiko Llaneras para EL ESPAÑOL (de libre acceso aquí) que, tras hacer balance desde el 20D, los votantes de este espacio ideológico que se ubican más a la izquierda son los que más han mejorado su valoración de Podemos (21%) que los que lo han hecho del PSOE (12%). Mientras que son los mas centristas los que más han mejorado su valoración del PSOE (16%) que los que lo han hecho de Podemos (10%). Todo esto, como se puede apreciar en el Gráfico 2, en un contexto en donde la valoración de ambos partidos es generalmente muy crítica tras las negociaciones fallidas.
Por último, cabe destacar que existe una importante diferencia entre los votantes de este reducido espacio ideológico en cuanto a las preferencias sobre pactos se refiere. Una diferencia también relevante para los cálculos del PSOE. Explorando los mismos datos proporcionados por Llaneras, observamos que (suponiendo que los resultados del 26J fuesen similares a los del 20D) el acuerdo que más apoyos suscita entre los españoles que se ubican en el 3 de la escala ideológica es uno entre PSOE, Podemos, IU y los partidos nacionalistas (PNV, ERC, etc.). En concreto, el 45%. Menos apoyo concita un pacto PSOE-Podemos-Ciudadanos (33%) o una gran coalición PSOE-PP-Ciudadanos (encabeza por socialistas). Sin embargo, es justamente esta última opción la que más apoyos reúne entre los votantes que se ubican en el 4 de la escala. Un 33% preferiría como primera opción un acuerdo liderado por el PSOE pero secundado por el PP y Ciudadanos. Mientras que solo un 18% señala como primera opción un acuerdo “a la valenciana” y solo un 12% un acuerdo PSOE-Podemos-Cs (ver Gráfico 3).
Esta diferencia se acentúa aún más si contrastamos las respuestas cuando a los encuestados se les pide elegir entre pares de posibles pactos (ver tabla 1). En lo que aquí nos concierne, vemos que prácticamente solo 2 de cada 10 de los que se posicionan más a la izquierda en este segmento ideológico prefieren una gran coalición PSOE-PP-Cs a un pacto del PSOE con Podemos y partidos nacionalistas; y que 4 de cada 10 rechazan esta última opción ante una posible coalición “reformista y de progreso” (PSOE-Podemos-Cs). Mientras tanto, entre los que se posicionan en un posición más de centro-izquierda (el 4 de la escala ideológica) observamos que prácticamente son indiferentes entre un pacto de gran coalición entre PSOE, PP y Ciudadanos y un “pacto a la valenciana”; aunque sí son bastante más proclives a un acuerdo PSOE-Podemos-Cs (la opción más defendida por la dirección socialista) en comparación con el acuerdo PSOE-Podemos-Nacionalistas: 7 de cada 10 preferirían la primera opción si tuviesen que elegir entre estas dos alternativas.
En pocas palabras, por un lado el electorado más de izquierdas al que podría intentar atraer el PSOE es bastante contrario a un gobierno de gran coalición con el Partido Popular pero no tan reacio a un acuerdo con las dos nuevas fuerzas políticas, Podemos y Ciudadanos. Por el otro lado, el electorado más cercano al centro sí parece tener reparos a una coalición con Iglesias y fuerzas nacionalistas, a tal punto que son casi indiferentes entre esta opción y una gran coalición con el PP; mientras que sí aceptarían gobernar con Podemos si incluir a Ciudadanos fuese parte de trato.
Teniendo en cuenta estos datos así como las decisiones que ha ido tomando la dirección socialista desde el 20D, todo parece indicar que dar la batalla por el dominio de la izquierda de cara a los nuevos comicios requiere una empresa que, al menos, presenta un punto de partida bastante complicado. ¿Significa eso que el PSOE debe renunciar a su perfil más de izquierdas y que debe presentarse como un partido de centro? No necesariamente. Pero ese análisis ya abre muchas otras aristas que exceden la extensión de este post.
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