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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

Sí, a Podemos lo votan los desfavorecidos. Una respuesta a Pau Marí-Klose

José Fernández-Albertos

El pasado lunes Pau Marí-Klose escribía esta estupenda, documentada y bien argumentada crítica a mi recién publicado libro “Los Votantes de Podemos. Del partido de los indignados al partido de los excluidos”. Una de las principales tesis del libro es que el perfil socioeconómico del electorado de Podemos ha ido cambiando con el tiempo. Mientras que en el momento de su nacimiento en las elecciones europeas de 2014 Podemos recibió muchos apoyos de votantes informados, conectados y políticamente activos (caricaturizando, los “indignados”), con el tiempo ha ido atrayendo cada vez más a grupos sociales económicamente más vulnerables (caricaturizando de nuevo, los “excluidos”).

Creo que los siguientes tres puntos resumen la esencia de la crítica de Marí-Klose.

1) Exclusión es un concepto complejo que uso con demasiada ligereza en el libro. En concreto, exclusión social “hace referencia a la falta de oportunidades de los ciudadanos para participar de forma plena en la vida social, económica y cultural de sus sociedades”, y si miramos a los indicadores indirectos de exclusión que hay en los barómetros del CIS, hay un partido que resulta tanto o más atractivo a estos votantes que Podemos, que es el PSOE.

2) Si nos fijamos en los datos de clase social y en los de ingresos por hogar que ofrecen las encuestas del CIS, podríamos incluso decir que Podemos atrajo fundamentalmente a votantes de clase media, y podría ser de hecho el partido “favorito de los privilegiados en el espacio progresista”.

3) En definitiva, Marí-Klose parece aceptar que la percepción de la situación económica personal es cada vez un mejor predictor del voto a Podemos: aquellos encuestados que dicen atravesar una situación económica personal peor son más proclives a votar al partido de Pablo Iglesias. Pero a la vista de los puntos anteriores, eso podría indicar no necesariamente un mayor agravio económico objetivo, sino un mayor nivel de “cabreo” subjetivo del encuestado. Así, los votantes de Podemos serían, por usar las palabras que Marí-Klose usa en el título de su crítica, no los económicamente desfavorecidos, sino los de “infelices circunstancias”.

Vayamos por partes.

No tengo más remedio que aceptar la culpabilidad y dar la razón a Marí-Klose en el primer punto. En el libro uso con demasiada ligereza y poca precisión el término “exclusión”, que lo hago sinónimo de pertenecer a grupos económicamente más desfavorecidos, vulnerables, o a ser pesimistas respecto a la situación económica personal. Mea culpa por ello. Creo que la lectura del texto deja claro que uso de forma muy genérica el término “exclusión”, y en absoluto entro en diálogo con la literatura sociológica que le da un significado más preciso, pero eso no es más que una (mala) excusa.

Salvando la cuestión terminológica, ¿qué trato de decir con que Podemos se ha ido convirtiendo en el “partido de los excluidos”? (como un amigo nos recordaba en twitter, quizá hubiese sido más apropiado decir sencillamente “un partido de excluidos”). Evidentemente, no que los “excluidos” (siempre según mi imprecisa interpretación de “desfavorecidos económicamente”) sean los únicos que votan a Podemos, ni tampoco que Podemos monopolice las preferencias partidistas de estos grupos. Más bien, que ha existido una transformación del electorado en la dirección de atraer con el tiempo a cada vez más individuos relativamente más desfavorecidos.

Pero vayamos a la crítica de calado. Marí-Klose niega que Podemos sea “el partido de los excluidos” porque los grupos sociales que podrían caer bajo esta definición son más afines al PSOE que a Podemos. Es cierto que Podemos no es el único partido cuyo electorado tiene una composición sociológica sesgada hacia los grupos económicamente más desfavorecidos (el voto del PSOE ha tenido siempre un fuerte componente económico, estando siempre sobrerrepresentado entre los grupos con menor nivel educativo y en situaciones laborales más vulnerables). Si Podemos después de sólo un año de existencia (como cuento en el libro, los nuevos partidos tienden a nacer a partir de individuos muy activos políticamente, que no suelen ser los económicamente más débiles) ya tiene un perfil socioeconómico comparable al del partido más “de clase” que hemos conocido en la última etapa democrática, creo que sería suficientemente importante como para ser reseñado. ¿Pero es cierto que el PSOE tiene un electorado más sesgado hacia los grupos económicamente más débiles que Podemos?

El gráfico 1 muestra la proporción de “excluidos laborales” entre los votantes de cada uno de los cuatro grandes partidos. En el gráfico se contabilizan los parados (por algún error, Marí-Klose ofrece cifras incorrectas sobre la diferencia entre intención de voto de parados a PSOE y Podemos en el barómetro del Abril del CIS), los “precarios” (encuestados que viven en hogares en el que la persona que aporta más ingresos no tiene un contrato fijo) y los “parados y precarios” (encuestados que además de vivir en uno de esos hogares, están actualmente en paro).

Gráfico 1. Porcentaje de “excluidos laborales” en el electorado de PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos.

Fuente: CIS. Brómetro de Abril de 2015,

Podemos es el partido que tiene un electorado más “excluido laboralmente” de todos, por encima del PSOE y especialmente de Ciudadanos y del PP. Incluso cuando nos fijamos en individuos con la misma percepción subjetiva sobre cómo les va económicamente, los indicadores “objetivos” de la posición que el individuo ocupa en el mercado laboral influyen en la intención de voto a Podemos. Como muestra el gráfico 2, Podemos tiene sistemáticamente intenciones de voto más altas entre los que juzgan su situación económica como mala o muy mala. Pero independientemente de esta opinión, el voto a Podemos aumenta cuando se tiene una posición precaria en el mercado de trabajo (definida aquí como cumplir alguna de las dos condiciones usadas en el gráfico 1: estar en el desempleo o tener un contrato eventual).

Gráfico 2. Intención de voto a PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos en función del estado (subjetivo) de la economía personal y la posición en el mercado de trabajo.

Fuente: CIS, Barómetro de Abril 2015.

¿Tenemos evidencia para decir que son los “privilegiados en el espacio progresista” los que votan a Podemos, como afirma Marí-Klose? De nuevo, usando sólo el indicador “objetivo” de precariedad en el mercado de trabajo cuesta mucho concluir esto. El gráfico 3 muestra la intención de voto a Podemos y a PSOE entre los encuestados que se autodefinen de izquierda o centro en la famosa escala de 1 a 10. Como sabemos, PSOE tiene más éxito entre los izquierdistas más moderados y Podemos entre los más extremos, pero lo interesante es que la precariedad está siempre asociada a una mayor probabilidad de votar a Podemos, incluso entre aquellos que se ubican en el centro de la escala ideológica.

Gráfico 3. Intención de voto a Podemos y PSOE entre los votantes de izquierda y de centro y posición en el mercado laboral.

Fuente: CIS, Barómetro de Abril 2015.

Uno de los datos que muestra Marí-Klose para afirmar que el voto a Podemos es menos “proletario” de lo que mi libro da a entender es la relativamente alta intención de voto a Podemos entre lo que el CIS llama “Clase alta o media-alta”, que es ligeramente superior a la de la media en la encuesta (14,6%, por 13,6% en la población en su conjunto). La clase social es una variable construida por el CIS a partir de la ocupación del individuo o de la persona que más ingresos aporta al hogar. Para el CIS son “clase alta o media-alta” los “profesionales tradicionales”, los “altos directivos y grandes empresarios” y los “técnicos y profesionales subordinados”. Un 23% de los votantes de Podemos pertenecen según el CIS a alguna de estas categorías. ¿Quiénes son exactamente? Si indagamos en la matriz de datos, resulta que más de un tercio de ellos son profesores de secundaria, maestros de primaria y profesionales de enfermería. ¿Esta es la clase alta privilegiada? Pues no mucho, porque una cuarta parte de los individuos que son incluidos en esta clase por tener alguna de estas ocupaciones están actualmente en paro o están contratados eventualmente. De hecho, entre los “precarios” de esta clase “alta o media/alta” (por ejemplo, maestras en paro o enfermeros con contratos temporales), Podemos tiene el doble de intención de voto que entre los “no precarios”.

La utilización de la escala de clase social del CIS para imputar bienestar económico a los encuestados es por lo tanto problemática, como también lo es la variable de ingresos del hogar usada a discreción en la crítica de Marí-Klose. Es problemática por muchos motivos, pero quizá el más importante es que es una pregunta que deja sin responder un tercio de la muestra, lo cual también nos da una pista de cómo la pueden estar respondiendo los dos tercios restantes. Más importante que eso es que los individuos que no responden a esta pregunta tienen unas características particulares: son individuos con niveles de educación más altos, con posiciones mejores en el mercado de trabajo, que declaran tener una situación económica más desahogada y cuya propensión a votar a Podemos es más baja. Si excluimos a los encuestados que no responden a esta pregunta, estaremos eliminando a un número desproporcionado de hogares “ricos” que además sabemos que son menos favorables al partido de Pablo Iglesias. Ello hace que se atenúe artificialmente la relación entre ingresos y voto a Podemos en el resto del muestra.

En segundo lugar, si usamos los ingresos del hogar como medida de bienestar del entrevistado sin saber cómo es el hogar en el que el individuo vive estaremos casi con total seguridad sobreestimando el nivel de vida de los votantes de Podemos. La razón es que los hogares con miembros de más edad (que son los menos favorables a Podemos) tienden a tener menos miembros, por lo que necesitan menos ingresos totales por hogar para garantizar un mismo nivel de bienestar individual. Si tuviéramos datos de la composición del hogar, deberíamos ajustar a la baja los ingresos de los hogares con más miembros (que son más jóvenes), lo cual nos mostraría a los grupos más proclives a votar a Podemos con ingresos equivalentes sustancialmente más bajos de los mostrados por los datos brutos usados por Marí-Klose.

Es por estos problemas metodológicos por los que en no usé la variable de ingresos del hogar en ninguno de mis análisis del libro, y por los que creo que aporta poco para entender la composición sociológica del electorado de este nuevo partido.

Una solución (muy imperfecta) es usar los ingresos individuales, en los que el error de medida es seguramente menor y este segundo problema de la composición del hogar no está presente. Además, la tasa de respuesta a esta pregunta en la encuesta es algo mayor. Si lo hacemos, en el barómetro de Abril estos ingresos están de hecho correlacionados negativamente con el voto a Podemos. Incluso después de descontar el efecto de la edad, el género, el nivel educativo y la comunidad autónoma de residencia, los individuos que declaran tener ingresos personales más bajos tienden a tener una probabilidad significativamente más alta de votar a Podemos, como muestra el gráfico 4.

Gráfico 4. Probabilidad estimada de votar a Podemos en función de los ingresos personales del entrevistado.

Fuente: CIS, Barómetro de Abril 2015. Probabilidades estimadas a partir de un modelo de regresión logística en la que las variables explicativas son, además de los ingresos personales, la edad, el sexo, el nivel educativo y la comunidad autónoma de residencia del entrevistado.

Déjenme por último mostrarles un último gráfico para defender mi medida subjetiva de malestar económico personal como un buen indicador aproximado de las condiciones objetivas en las que vive el encuestado. El gráfico muestra la proporción de parados, de trabajadores precarios, y con ingresos personales menores de 900 euros al mes entre los que responden que su situación económica personal es “mala o muy mala”, “ni buena ni mala”, o “buena o muy buena”. Parece bastante claro que detrás de esta variable hay algo más que un enfado subjetivo desconectado de la realidad objetiva en la que vive el individuo.

Gráfico 5. Porcentaje de individuos con ingresos bajos, precarios, y parados en función de la situación económica subjetiva del entrevistado.

Fuente: CIS, Barómetro de Abril 2015.

En resumen,

1) la situación económica personal está muy correlacionada con el voto a Podemos, y aunque puede que mida en parte una dimensión subjetiva del bienestar, la fuerte correlación de esta variable con todos los indicadores objetivos de que disponemos hace pensar que esté midiendo también situaciones de desventaja económica real no medidos por otras variables. Por ello, es seguramente un buen indicador sintético del bienestar económico del individuo.

2) Los individuos en posiciones precarias en el mercado de trabajo (desempleados y trabajadores eventuales) forman una parte mayor del electorado de Podemos que de cualquier otro electorado. Incluso cuando examinamos la intención de voto de individuos con igual percepción subjetiva de malestar económico, aquellos con posiciones más precarias en el mercado de trabajo son siempre más proclives a optar por el partido de Pablo Iglesias.

3) La evidencia usada para sugerir que Podemos es un partido de clases medias o que es el partido preferido entre los privilegiados de la izquierda adolece de problemas metodológicos muy serios.

Desde luego, Podemos no es el único partido al que votan los excluidos sociales, ni Podemos tiene sólo votantes vulnerables económicamente. Pero la evidencia de que la composición de su electorado se ha ido “proletarizando” con el tiempo, y de que hoy tiene un electorado sesgado hacia los sectores económicamente menos favorecidos es, creo, poco contestable. Y es, además, perfectamente consistente con el cambio experimentado en la distribución geográfica del voto de Podemos el pasado el 24 de Mayo. Aunque esto tendremos que dejarlo ya para el próximo capítulo.

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