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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

Cómo preguntar qué coalición prefieren los ciudadanos

Alberto Penadés

“Los sondeos de opinión pública son hijos del periodismo. Después llegaron los investigadores de ciencias sociales, para hacer de padrastro severo”. La frase es de Hans Zatterberg, un veterano investigador y consultor sueco de opinión pública, y concreta en dos pinceladas dos asuntos esenciales. El primero, casi siempre olvidado, es que la ciencia llega detrás de la práctica. La investigación de opinión pública es el precipitado académico de unas técnicas profesionales desarrolladas primero en el contexto del periodismo y también, aunque no se mencione en la cita, de la Administración del Estado [1]. Cuando se dieron las primeras controversias metodológicas importantes, en las que comenzaron a participar activamente los universitarios, a partir de los años cincuenta, la investigación estaba en marcha desde hacía casi medio siglo.

Dicho esto, sobre lo que hoy no cabe extenderse, toca hablar del segundo asunto, del resultado de envarar la práctica profesional en métodos públicos y replicables. Haciendo de padrastro gruñón, hay que decir que, últimamente, los medios de comunicación están despistando un poco al público con sus encuestas. Es necesario hacer una pequeña revisión crítica para evitar un doble peligro: el de hacer creer que los sondeos pueden decir cualquier cosa, lo que lleva a un triste cinismo sobre la investigación social (y el periodismo), y el de hacer creer que un sondeo es una especie de referéndum que, con cierta concesión al “margen de error”, nos permite sentar cátedra sobre lo que el público quiere o deja de querer.

La ciencia de los sondeos ha afinado mucho los instrumentos para intentar que el error de medición que depende de cómo se formula la pregunta esté lo más controlado posible. En algunos contextos, sobre todo los de “comparar”, se saben muchas cosas. Se sabe, por poner un ejemplo llamativo, que hay un efecto de aquiescencia por el que las personas tendemos a mostrarnos de acuerdo, y a rehuir el desacuerdo, cuando somos interpelados. Así, ante la pregunta “está usted de acuerdo o en desacuerdo con que la mejor manera de asegurar la paz es mantener la fuerza militar” el 55% de los estadounidenses dijeron en una ocasión (Pew Rsearch Center 1999) estar de acuerdo y el 42% en desacuerdo. Sin embargo, al preguntar, para experimentar con ello, “con qué frase está usted más de acuerdo 1. La mejor manera de asegurar la paz es mantener la fuerza militar o 2. la mejor manera de asegurar la paz es la diplomacia”, el 33% estaban de acuerdo con el primero y el 55% con el segundo.

Este es solo un ejemplo de muchos, pero sirve de advertencia. No es cierto que cualquier cosa valga: hay consenso en señalar que la primera pregunta es mala y la segunda es mucho mejor. Aun así, poner la mano en el fuego por “cuántos” ciudadanos apoyan la fuerza militar es tomarse el sondeo con una indebida reverencia. En el fondo, sigue dependiendo de cómo se pregunte. El progreso consiste en que tenemos claro que son una minoría comparados con los que apoyan la diplomacia.

El fin de semana pasado han aparecido dos sondeos sobre posibles coaliciones de gobierno. Uno de ellos, realizado por Invymark para La Sexta, pregunta primero por la coalición preferida y, después, por la aprobación de esa coalición; el otro, hecho por Metroscopia para El País, pregunta solo por la aprobación de distintas posibles coaliciones, sin pedir que se comparen entre sí. En el primer caso, como si dijéramos, los ciudadanos solo tienen un voto, y pueden dárselo a una de las coaliciones que se ofrecen. Como muestra el cuadro, la mayoría elige votar “ninguna de las dos”, aunque, de las dos ofrecidas, la que más se prefiere es la coalición del PSOE con Podemos, IU y nacionalistas. En el segundo caso, los ciudadanos tienen tantos votos como preguntas, y pueden dar su apoyo a todas, solo a algunas, o a ninguna de las opciones. La que suscita más aprobación, en esta medida, es la coalición de PSOE y Ciudadanos.

CUADRO DE PREGUNTAS

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Invymark: ¿Qué pacto de gobierno prefiere?

  • PSOE–Podemos–IU (con apoyo de Nacionalistas): 38%
  • PSOE–C’s–Podemos 17,8%
  • Ninguno de los dos 42,3%

Invymark: ¿Qué le parece…? un gobierno con Pedro Sánchez de presidente, Pablo Iglesias de vicepresidente y ministros de PSOE, Podemos e Izquierda Unida.

  • A favor 39,1%
  • En contra 52,4%

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Metroscopia: ¿Qué le parece…?

Una coalición de gobierno entre PSOE y Ciudadanos, con el apoyo o abstención de otros partidos

  • Bien, 51%
  • Mal, 42%

Un gobierno en solitario del PSOE pactado con otros partidos y con el apoyo o abstención de estos

  • Bien, 43%
  • Mal, 49%

Un gobierno de transición presidido por Pedro Sánchez integrado por personalidades independientes y por miembros de los demás partidos

  • Bien, 43%
  • Mal, 49%

PSOE, PP y Ciudadanos para un gobierno presidido por Pedro Sánchez y con un vicepresidente del PP que no fuera Rajoy

  • Bien, 42%
  • Mal, 53%

Un acuerdo entre PSOE, Podemos e Izquierda Unida (Unidad Popular), con el apoyo o abstención de otros partidos, para un gobierno presidido por Pedro Sánchez, con Pablo Iglesias como vicepresidente

  • Bien, 37%
  • Mal, 58%

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El problema no es aquí una “mala pregunta”, aunque seguramente sean mejorables, en su género, pues no incurren en formulaciones directamente contraindicadas (no es como dar una doble razón potencial para responder afirmativamente a una hipótesis: “un pacto detallado y concreto” entre “PP, Ciudadanos y PSOE”, algo que puede favorecerse por la primera razón, o por quienes lo firman, o por el producto de ambas cosas). El problema es que son preguntas totalmente distintas empleadas para un mismo titular -lo que la mayoría de los ciudadanos quieren- y que, sin embargo, ninguna respalda. Si lo primero es como elegir por mayoría simple, pero con más de dos opciones, algo que jamás garantiza que gane lo más querido salvo que lo haga por mayoría absoluta, lo segundo es como elegir mediante voto de aprobación (un sistema que nunca se usa en la práctica, pero que gusta a algunos, por ejemplo, como mecanismo de listas abiertas). La primera nos dice qué opción tiene más “primeras preferencias”, la segunda qué opción tiene menos “rechazos”.

Determinar “qué quiere la mayoría” cuando hay más de dos opciones, no es cosa inmediata, como sabe cualquiera que haya pensado en el problema. Ninguna de estas formas de preguntar es ideal, aunque las dos se utilicen en encuestas internacionales. (Por ejemplo, para elecciones en Gran Bretaña tenemos esta pregunta por la coalición preferida y, para las de Irlanda, donde las coaliciones son más frecuentes, tenemos esta pregunta sobre qué coaliciones aprueba o desaprueba cada uno. Hace seis meses Metroscopia también hizo la pregunta de la coalición más preferida, obteniendo, además, que era la misma que ahora se muestra menos rechazada.)

Una estrategia intermedia podría consistir en preguntar por la primera y segunda preferencias (incluso por la tercera, aunque complicar las preguntas también las hace poco fiables). Mejor aún, podría preguntarse por las preferencias entre todas las coaliciones relevantes, tomadas de dos en dos, y el analista podría calcular, de forma simple, la que gana a todas las demás, si tal solución existe, obteniendo así un orden de preferencias social para las alternativas.

No conozco ninguna encuesta hecha con ese criterio ideal, el de obtener la preferencia colectiva coherente con esta definición: “aquella opción que es preferida a todas las alternativas relevantes por una mayoría de ciudadanos”. Es cierto que, con frecuencia, aquella opción que suscita menos rechazo debería ser también la más preferida, en este preciso sentido, pero no lo sabemos.

A falta de una mejor solución, podemos especular con la cuestión sustantiva comparando las dos encuestas disponibles. Ambas tienen un único punto en común: registran una mayoría que rechaza (no apoya) el gobierno PSOE-Podemos-IU (más nacionalistas), con cifras que son, además, bastante próximas (52,4 para Invymark y 58 para Metroscopia). Esa misma opción reúne más preferencias que un gobierno con Ciudadanos, pero sigue siendo minoritaria y no sabemos cuánto apoyo podría reunir contando también las segundas preferencias. En particular, no podemos saber cuántos prefieren el pacto “hacia Ciudadanos” con respecto al pacto “hacia Podemos” si se fuerza a elegir a quienes dicen “ni uno ni otro” en la encuesta de Invymark. Los resultados de la encuesta de Metroscopia sugieren que, para muchos de ellos, la segunda opción sería un pacto “hacia Ciudadanos”, mientras que la opción “hacia Podemos” apenas suma “segundas preferencias”. La base para suponerlo es que el pacto “hacia Podemos” solo parece suscitar la aprobación (39%) de quienes lo prefieren en primer lugar (38%), mientras que (en la encuesta de Metroscopia) la aprobación del pacto “hacia Ciudadanos” (51%) es mucho mayor que el número de quienes lo prefieren en primer lugar (el 17,8% según Invymark). Tampoco es ningún misterio, las opciones más centradas casi siempre tienen más apoyo en el público, aunque sean como mal menor, pero eso no es una licencia directa para gobernar, o siempre gobernarían los mismos.

Lo importante para el argumento de este post es que, por verosímil que sea esta lectura de los datos, ninguna encuesta nos dice lo que prefiere la mayoría, se pongan como se pongan los medios. Pero tampoco es el caso, como quieren los críticos, que los medios les hagan decir lo que quieran. Discutamos cómo preguntar lo mejor posible si lo que queremos es que algún eco de lo que piensan los ciudadanos impacte en el proceso político.

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[1] Esto a pesar de todas las idealizaciones paranormales que los profesores le meten en la cabeza a los estudiantes sobre el “objeto y método” de la investigación social, o las peroratas seudocríticas -en el mismo nivel de idealismo abstracto- sobre la inexistencia de la opinión pública, trampantojo burgués y no sé qué más cosas.

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