Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
Mañana 14 de Noviembre hay convocada una huelga general. Como siempre, se hablará de la coacción que sufren muchos trabajadores como consecuencia de la acción de los piquetes, y también de las presiones que sufrirán otros para acudir a su puesto de trabajo aunque simpaticen con la convocatoria de huelga. Muchos usarán como evidencia válida anécdotas personales: una cerradura bloqueada, una conversación con el jefe de personal, o historias “que le han contado” de uno y otro signo.
Para responder a preguntas como la que da título a este post, aquí en Piedras de Papel nos gusta usar datos un poco más fiables. Por fortuna estos datos existen, los ha recogido el CIS en su barómetro del pasado mes de Abril, en el que se preguntaba a una muestra representativa de españoles (entre otras cosas) sobre el seguimiento de la jornada de huelga del pasado 29 de Marzo, y son además de libre acceso.
Según esta encuesta, un 27% de los trabajadores que tenían que trabajar ese día hizo huelga (esto es seguramente es una cifra inferior a la real, puesto que en la encuesta hay un 11% de trabajadores que afirman que ese día no tuvieron que trabajar, lo que incluye seguramente un número alto de personas que decidieron tomarse ese día libre y de alguna forma “hicieron huelga”). El CIS, sensible al debate sobre las posibles coacciones de uno y otros signo en las jornadas de huelga, incluye como posibles respuestas “Quise trabajar pero no pude”, y “Quise hacer huelga pero no pude”. Son pocos los encuestados que reconocen que hicieron lo contrario de lo que querían (un 7%), pero llama la atención que sean más del doble los que trabajaron aunque querían hacer huelga que los que hicieron huelga queriendo trabajar. Esto parece ya indicar que las presiones para no secundar la huelga son el doble de coactivas que los piquetes sindicales.
El gráfico 1 muestra, como cabría esperar, que la distribución de huelguistas y no huelguistas varía mucho en función del tipo de empleo: mientras que un 86% de los empresarios y autónomos no hicieron huelga, en torno a un tercio de los asalariados sí la hicieron.
Por supuesto, las presiones tanto para acudir a trabajar como para hacer huelga son a menudo mucho más sutiles que la coacción directa. La encuesta del CIS pregunta por los motivos que llevaron a cada encuestado a secundar o no la convocatoria de los sindicatos. En función de sus respuestas es posible distinguir a aquellos cuya decisión de ir a trabajar o no lo fue “por convicción” de aquellos que lo hicieron “por obligación”.
De entre los que fueron a la huelga, clasificamos como “convencidos” a los que lo hicieron porque “estaban de acuerdo con la huelga”, “la situación está muy mal y hay que intentar solucionarlo”, “no estoy de acuerdo con la reforma laboral o con la política de recortes”, “por solidaridad con los trabajadores”, “por protestar contra el Gobierno”; y clasificamos como “obligados” a los que lo hicieron porque la empresa decidió que se hiciera huelga, o por miedo a los piquetes. De entre los que trabajaron, clasificamos como “convencidos”, a los que declaran que “no estaban de acuerdo con la huelga”, “las huelgas no sirven para nada”, “la huelga llega demasiado tarde”, “no estoy de acuerdo con los sindicatos”, “soy autónomo”, o “era una huelga política”; y como “obligados” a los que afirman que “no puedo porque no quiero perder dinero”, “por obligación no pude no ir a trabajar”, “lo decidimos entre los trabajadores de la empresa”, o “tenía servicios mínimos”.
Una vez que se tienen estos motivos en consideración, el no seguimiento mayoritario de la huelga es mucho más matizado: sólo un 40% de los que pudieron haber hecho huelga decidieron trabajar “por convicción”, mientras que un 25% decidieron hacer huelga “por convicción”, el mismo porcentaje de los que decidieron trabajar “por obligación”.
El diferente peso de estas presiones para ir a trabajar el día de la huelga es muy visible en el Gráfico 2, en el que se calcula, para cada tipo de trabajadores y su actitud hacia la huelga, el porcentaje que actuó “por convencimiento” o “por obligación”, de acuerdo con la anterior clasificación.
Para todos los tipos de situación laboral, los que actúan “por ”convicción“ son más numerosos entre los huelguistas que entre los no huelguistas. Lo más llamativo del gráfico es sin embargo la relación entre la precariedad con la falta de convicción en la decisión de ir a trabajar: el único grupo en el que esta decisión fue tomada de manera abrumadora ”por obligación“ es el de los trabajadores temporales que decidieron no hacer huelga. De hecho, dentro de este tipo de trabajadores, son más los que decidieron hacer huelga ”por convicción“ (un 27%), que los que decidieron trabajar ”por convicción“ (un 17%).
La mayoría de ciudadanos parece poder tomar la decisión de secundar la huelga o no con libertad. Pero estos datos también indican que, para muchos, trabajar o hacer huelga no depende sólo de su opinión sobre la convocatoria, sino de las presiones que reciba en uno y en otro sentido. Estos dos tipos de presiones no son comparables: son muchísimo más fuertes las que sufren muchos trabajadores para ir a trabajar que las que sufren otros para hacer huelga.
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