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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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La izquierda de la izquierda en el gobierno

Alberto Penadés

Los partidos a la izquierda de la socialdemocracia son normalmente pequeños y participan muy poco en el gobierno. Ambas afirmaciones tienen excepciones apreciables. Hoy sugiero una visita a la segunda cuestión ¿Cómo y dónde participa la izquierda de la izquierda en el gobierno?

Me refiero a todos los partidos de izquierda que no son ni socialdemócratas, como tendencia oficial mayoritaria, ni puramente verdes, ni liberales/progresistas. A veces se les llama radicales. En la categoría encontramos partidos comunistas, o sus herederos, cuando no se han convertido en socialdemócratas, así como partidos originados en la nueva izquierda de los años 60-70, y sus descendientes; y partidos formados por rupturas socialistas más de nuestro tiempo, como en Alemania (parte occidental) o, en una escala menor, Francia. Un grupo de mucho fuste es el de los partidos rojiverdes o ecosocialistas del Norte de Europa -son palabras que en romance no son bonitas- en los que confluyen casi todas las corrientes. Por último, pero no menos importante, encontramos a los nuevos partidos nacidos en este siglo para rivalizar con la socialdemocracia desde la izquierda; en particular, Syriza y Podemos. Los nombres son afortunados (el primero es un acrónimo).

Tabla 1

La izquierda de la izquierda gobierna poco. Aunque la desaparición de la URSS le sentó bien, su participación en el gobierno desde entonces, en general, como socio menor, se queda en el 9 % del tiempo. Es un poco más que en el periodo de la Guerra Fría (5,5 %), pero no es mucho. Más de la mitad del tiempo en que alguno de estos partidos ha ocupado un ministerio ha transcurrido en dos lugares, en Finlandia y en Islandia. Otros países donde no ha sido imposible observarlo son Francia e Italia, con la presencia de partidos comunistas, persistentes o renacidos, durante todo el periodo; y Grecia, Noruega y Dinamarca, con partidos de izquierda, vamos a decir, alternativa, en tiempos más recientes. En el resto de los casos la izquierda de la izquierda nunca o casi nunca -algunos lo hicieron en la posguerra mundial- ha asumido el trabajo de gobernar.

Dejo fuera, y a algún lector le estará incordiando ya desde el párrafo anterior, la colaboración de los verdes con los socialdemócratas en Alemania, Suecia y Bélgica. Aunque en el caso Alemán fueron muy importantes (un ministro del consumo en Bélgica es una contribución honesta, pero no es de lo que estamos hablando hoy) es difícil decir que se situaran, al igual que en Suecia, a la izquierda de la socialdemocracia en el gran eje de las políticas socioeconómicas.

Se pueden añadir algunos ejercicios de apoyo externo sin participación en el gobierno, pero tampoco son demasiados. Es célebre el llamado compromiso histórico de los comunistas y democristianos italianos en los años 70. Otro buen caso es el de el Partido Socialista Popular de Dinamarca (actualmente rojiverde), que apoyó a varios gobiernos de coalición de centro-izquierda en la década de los noventa, antes de entrar en uno de ellos y ejercer una parte del poder (aunque la abandonaron, de forma característica, insatisfechos con la moderación de sus aliados). Si pasamos a una escala mucho menor, el gobierno Zapatero I recibió en España el voto en su investidura de partidos a su izquierda (al menos uno, no nacionalista: IU). Y el actual gobierno socialista de Portugal, investido en el mes de noviembre pasado, tiene el apoyo de los partidos que pasan por ser el bloque radical, situación que está por ver si se convierte en una experiencia durable. Que ese apoyo sea noticia y hasta objeto de estudio habla de la enemistad profunda que se profesan las dos izquierdas.

Tabla 2

Grecia es un caso excepcional: es el único lugar en el que la izquierda de la socialdemocracia ha controlado un gobierno en condiciones democráticas en Europa. Una excepción a la medida de la Gran Recesión y de la forma en la que eso afectó al país. Es imposible no subrayarlo.

Podría suceder más veces, pero se diría que es condición necesaria la aniquilación del partido que ocupe la posición considerada “socialdemócrata”. Es necesario, pero no suficiente, pues en otros casos ha sucedido que un partido de la izquierda se ha vuelto socialdemócrata de forma deliberada para ocupar su espacio (Italia), a veces digiriendo al antiguo partido dentro de sí, a través de una coalición que termina convertida en el nuevo partido socialdemócrata (Islandia).

En el resto de los casos, la izquierda de la izquierda ha servido de apoyo a gobiernos encabezados por la socialdemocracia y apoyados por partidos de centro. Es también imposible no subrayar que este es el caso general, muy general. El gobierno tripartito rechazado por Podemos y por Ciudadanos es el tipo de acuerdo en el que la izquierda de la socialdemocracia accede al BOE. Apenas hay otros.

Además de la notada excepción griega de Syriza, se conoció la excepción griega de Synaspismos (nombre abreviado) que apoyó por dos veces al partido conservador, en una gran coalición y haciendo “pinza” con ellos -allí dijeron catarsis- contra los socialistas. Otros formatos infrecuentes fueron la cooperación con la derecha democristiana en la posguerra o, excepcionalmente, en Italia, en los años 70 (en este último caso, ya hemos pasado por ello, sin entrar en el gobierno).

No hay gobiernos de la socialdemocracia con un partido a su izquierda sin el concurso de un partido de centro. Si se me ha pasado alguno, me lo dicen, por favor. Hay algunos casos, muy pocos, en los que la izquierda apoya desde fuera a un gobierno socialdemócrata en minoría (los casos de Zapatero I y Portugal hoy). Hasta en el apoyo externo, como en Dinamarca, se apoya a coaliciones social-liberales, porque son las que hay.

No sé si los números dan o no dan en otros países (en algunos, sin duda, dan, como en Alemania), pero esos gobiernos no se producen. Pensar que eso es porque la socialdemocracia está formada por una bola de traidores o de malas personas puede tranquilizar a algunos, pero no es una visión muy aguda. La pregunta necesita una respuesta racional y fundada, y las respuestas retóricas no aclaran nada.

Yo no la tengo, y me disculpo por llegar hasta aquí para admitirlo. Si cabe una explicación simple, es que así lo quieren los votantes (de unos y otros, posiblemente). Una razón general y pesada por la que la izquierda de la izquierda gobierna poco es, en la mayoría de los casos, porque representa a una fracción pequeña de los electores y con preferencias políticas que, a menudo, encajan mal con las de la mayoría en cuestiones difíciles de negociar. Lo cierto es que la mayoría de los votantes de las sociedades avanzadas son moderados. La decisión que debe tomar la izquierda de la izquierda es qué se hace con los votos de los que lo son menos, o de los que, por un desengaño, o por cualquier otro tipo de razones, prefieren darle una oportunidad a partidos más radicales.

No es obligatorio gobernar, pero los votantes no se creen perennemente que la culpa es de todos los demás, y solo algunos están satisfechos con ser la conciencia de otros, el semillero de propuestas maximalistas, o la protesta en las urnas, por mucho bien que eso haga. Los socialdemócratas de muchos países tardaron bastante tiempo en decidirse, durante la primera mitad del siglo XX, y muchas veces prefirieron mantener cierta cohesión ideológica en torno a programas bastante radicales antes que el sonrojante acuerdo con partidos “burgueses”. Pero los países que más piropos se llevan siempre son los que tuvieron socialdemócratas muy pragmáticos desde el comienzo. Y que son los que tienen ahora gobiernos más “rojiverdes”.

Al final, la democracia es bastante centrípeta. Cuando los votantes de izquierda de la izquierda, o sus líderes, se plantean ahora sus estrategias a medio y largo plazo, tal vez deberían hacerlo con realismo. Los números son también estos, y las opciones no son tantas.

Apéndice: paseo por el Este y más allá.

En los países post-comunistas los partidos de izquierda con raíces comunistas se han transformado en partidos socialdemócratas o se han fundido con ellos, formando parte de las mismas organizaciones europeas e internacionales que los socialdemócratas de Europa occidental. Cuando no lo han hecho, como en la República Checa, están fuera del gobierno, aunque en ese país conservan un apoyo muy razonable (14,9% del voto en 2014). En la República Checa, como en Hungría, Polonia o las repúblicas bálticas, si la socialdemocracia ha gobernado lo ha hecho con alianzas hacia el centro o centro-derecha.

El único caso de colaboración con la izquierda es Bulgaria, donde los socialdemócratas (herederos del partido comunista, pero socialdemócratas) lideran una alianza electoral (Coalición por Bulgaria, o Izquierda de Bulgaria) con varios partidos menores a su izquierda y a su derecha, incluidos comunistas de pura cepa. Ha habido dos gobiernos socialdemócratas, en 1995 y en 2005. El partido socialdemócrata apoyó a un independiente liberal en 2013, tras haber obtenido el 26,6% de los votos. En 2014 la coalición de izquierda obtuvo el 15,4%, su peor resultado.

Más al este están algunas de las democracias más avanzadas del planeta, como Australia, Nueva Zelanda o Japón, en las que nunca ha participado un partido a la izquierda de la socialdemocracia (en Japón, el partido comunista alcanzó niveles de apoyo no despreciables; en los otros casos el laborismo es hegemónico, y nunca ha dejado pasar la ocasión de gobernar). Esto haría las cuentas del tiempo real de gobierno en las democracias avanzadas, no digamos si incluimos América del Norte, aún más exiguas.

Los países menos desarrollados, con más desigualdad, más pobreza y democracias no siempre tan estables, esos son otro cantar.

Addenda: Un lector (gracias @antoniopozueco) me hace notar el olvido de Chipre. El Partido Progresista del Pueblo Trabajador (AKEL, descendiente directo del partido comunista) apoyó la presidencia del centrista Partido Demócrata entre 2003 y 2008 (5 años justos), y obtuvo la presidencia entre 2008 y 2013 (otros tantos). El Presidente de Chipre nombra al gobierno, en consulta con el vicepresidente, reservado (ahora está desierto) a un turcochipriota.

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