Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
Hace casi dos meses se cumplía el quinto aniversario del inicio de las movilizaciones del 15M. El 15 de mayo de 2011, pocos días antes de la celebración de unos comicios municipales (y autonómicos en trece Comunidades), algunas organizaciones de la sociedad civil reunieron en el centro de Madrid a varios cientos de manifestantes bajo los lemas «No nos representan» y «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros». Tras la protesta, hubo una carga policial. Gracias a la difusión de información a través de redes sociales, manifestantes y cientos de simpatizantes adicionales convergieron en Puerta del Sol. De este modo, una campaña de protesta no partidista se extendió por la mayoría de capitales de provincia españolas en menos de 24 horas, organizada en asambleas públicas, abiertas y populares, con comisiones específicas que facilitaban la participación directa ciudadana. Estas movilizaciones han contado con un gran respaldo popular.
Aunque los eventos de protesta directamente vinculados al 15M han significado un punto de no retorno en el ámbito de la protesta española, conviene, no obstante, interpretarlos en su justa medida. Una perspectiva longitudinal permite arrojar luz sobre las dinámicas de lo que, en realidad, ha sido un ciclo de contienda social mucho más complejo e irregular con variables estrategias, actores e interacciones y multitud de frentes abiertos en la acción colectiva contenciosa: anti-desahucios, mareas sectoriales, movimientos urbanos, huelgas, etc. De hecho, el análisis de datos sobre eventos de protesta aquí aportados permite desmontar algunos falsos mitos acerca de la evolución reciente de las protestas en España, en un contexto marcado por la recesión, las políticas de austeridad y la crisis de legitimidad política.
Mito número 1: el 15M ha supuesto el punto álgido de las protestas. Si bien es cierto que ha supuesto un punto de inflexión, los meses y años inmediatamente posteriores estuvieron marcados por unos niveles de contestación muchos más elevados que los de mayo de 2011. En los siguientes gráficos podemos ver la evolución mensual del número de eventos de protesta en España y sus participantes entre 2007 y 2015 (más detalles sobre los indicadores, más abajo en los apéndices). Como se puede comprobar, el 15M ha sido un desencadenante, un facilitador clave de un pico de protestas que se mantiene hasta bien entrado 2013, cuando comienza la desmovilización.
Considerando los niveles de eventos y participantes, observamos que el ciclo consta de las tres fases habituales: ascenso, clímax y declive. El 15M cabalga sobre los cimientos proporcionados por una red de activistas capaz de crear espacios de resistencia como, por ejemplo, el movimiento altermundista, las luchas estudiantiles contra la implantación del Plan Bolonia o iniciativas ciudadanas como Rompamos el Silencio. Pero una de las características propias de este ciclo de contienda español ha sido la prolongación en el tiempo del pico de protestas (para un análisis más pormenorizado de este punto, click aquí).
Mito número 2: con el paso del tiempo las protestas anti-austeridad se han radicalizado. Tradicionalmente se ha entendido que la desmovilización de un ciclo de protesta resulta de una combinación de institucionalización y radicalización. A medida que avanza el ciclo, las tensiones y divisiones estratégicas entre activistas proliferan. Por un lado, se suelen abrir oportunidades institucionales, acogidas de buen grado por las facciones más moderadas de los movimientos, que adoptan tácticas menos confrontacionales. En cambio, los sectores más subversivos sufren a menudo una “involución sectaria”, manteniéndose firmes en sus estrategias no-convencionales y radicalizando sus repertorios de acción.
En el caso español se han observado focos esporádicos de confrontación. En ellos, los activistas adoptan tácticas más violentas, mientras que la policía reprime las protestas a través de medios tradicionales de acción directa. Los enfrentamientos durante la Primavera Valenciana contra los recortes en educación en febrero de 2012, los conflictos asociados a Rodea el Congreso en septiembre de 2012, o diversos enfrentamientos urbanos y vecinales (por ejemplo, en el barrio burgalés de Gamonal o alrededor del centro social okupado Can Vies en el vecindario barcelonés de Sants en 2014), han sido las excepciones durante el ciclo. No se observa pues una tendencia clara hacia la radicalización ni mayores niveles de disrupción durante la fase de desmovilización. Es más, los niveles de confrontación han sido, en general, bastante bajos a lo largo de este ciclo de protesta español.
Mito número 3: partidos y sindicatos han visto su capacidad de movilización social muy mermada en los últimos años. Es cierto que los niveles de respaldo social y confianza hacia los sindicatos mayoritarios y otras instituciones de representación han disminuido considerablemente en los últimos años. Y también es cierto que la campaña del 15M ha sido la más multitudinaria al margen de sindicatos y partidos políticos desde la Transición, lo que podría parecer indicativo de un reemplazo de los actores que lideran la organización de la movilización social.
El siguiente gráfico, sin embargo, nos permite observar cómo actores tradicionales (partidos y sindicatos) siguen desempeñando un rol fundamental en la organización de las protestas. Si bien se produce una caída significativa del peso relativo de sindicatos y partidos en la organización de eventos en 2010, repunta durante el clímax de las protestas. De hecho, los eventos más concurridos en el ciclo corresponden con las huelgas generales y otras huelgas sectoriales (lideradas o no por las mareas ciudadanas) cuyo éxito depende, en gran medida, de la implicación activa de los sindicatos. Son los actores más asentados quienes disponen de recursos (bases sólidas, tiempo, dinero, experiencia, acceso a redes) y contribuyen a que la acción colectiva se pueda sostener en el tiempo.
En resumen, en el marco de la recesión, España ha experimentado un ciclo de protesta que obedece a la lógica tradicional: ascenso, clímax y declive. El 15M es un desencadenante clave, pero marca sólo el inicio de un pico de protestas que se prolonga en el tiempo, hasta bien entrado el año 2013. Los datos existentes no permiten respaldar la hipótesis de la radicalización de la contienda a medida que el ciclo se desarrolla (y particularmente durante la fase de desmovilización), sino que los enfrentamientos obedecen a choques esporádicos. Por último, conviene no subestimar la capacidad de movilización que conservan los actores tradicionales, como partidos y sindicatos. Los nuevos actores que emergen durante el ciclo no los reemplazan, sino que los empujan a adaptarse a un contexto social cambiante.
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APÉNDICE METODOLÓGICO 1. Un aspecto sensible con Análisis de Eventos de Protesta es el cálculo y estimación del número de participantes en un evento determinado. Dependiendo de la fuente, los datos, que son escasos y parciales, tienden a diferir sobremanera. Para corregir este potencial sesgo he recabado información sobre los datos de participación proporcionados por las tres fuentes principales por separado, cuando estaba disponible: 1) policía, autoridades o instituciones gubernamentales; 2) los organizadores; y 3) el propio periódico El País. Como las autoridades tienden a infraestimar el tamaño de las protestas y los organizadores lo sobreestiman, se utilizan coeficientes correctores a fin de calcular la desviación con respecto a la media para los casos donde dispongo de información completa acerca de los tres indicadores. He extrapolado esos coeficientes penalizados para cada una de las tres fuentes al total de la muestra a fin de obtener tres medidas de participación corregidas para cada fuente. Finalmente, he calculado un índice de participantes definitivo a partir de la media de las tres primeras fuentes (corregidas por sus respectivos coeficientes de penalización). Cuando se proporcionan solamente estimaciones de asistencia, con cifras vagas o no específicas (p. ej., «unas pocas decenas», «varios cientos», «muchos miles», etc.), se transforma en un indicador continuo (N’= 505). Para la transformación en una variable continua, se siguen los criterios estipulados para Dynamics of Collective Action.
APÉNDICE METODOLÓGICO 2. Las variables relacionadas con la radicalización y represión se han codificado de la siguiente manera:
Violencia de los activistas: variable binaria. Cada evento es igual a 1 si los activistas han utilizado estrategias violentas; 0 en caso contrario, o si no se registra el uso de violencia.
Coerción, entendida como las medidas tomadas por las autoridades para reprimir las acciones de los activistas, se mide en una escala 0-3. La codificación de las categorías es la siguiente: 0 = sin coerción conocida; 1 = coerción de baja intensidad (arrestos esporádicos y/o heridas, definidos como menos de 10); 2 = coerción substancial (definida como 10-75 arrestos o 10-40 heridos); 3 = gran represión (más de 75 arrestos o más de 40 heridos).
Nivel de violencia total, entendido como la severidad e intensidad del desorden general. Se combina en una misma escala el grado de disrupción de las tácticas y recursos empleados tanto por activistas como por autoridades, y se adapta de este trabajo (rango 0-4).
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