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Abandono de la fábrica de tela egipcia para adornar la “Kaaba” en La Meca

Abandono de la fábrica de tela egipcia para adornar la "Kaaba" en La Meca

EFE

El Cairo —

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Con la mirada puesta en la peregrinación actual a La Meca, sorprende que una fábrica egipcia y no saudí fuera la encargada de elaborar en su día la cubierta de la “Kaaba”, edificio donde los musulmanes ubican el centro del universo.

En dirección a esa construcción con forma de cubo rezan cinco veces al día millones de fieles en todo el mundo, pues en su interior se guarda la “piedra negra” o lo que ellos consideran un pedazo desgajado del paraíso.

Los musulmanes que estos días cumplen con el precepto islámico de la peregrinación deberán dar vueltas en varias ocasiones alrededor de la sagrada “Kaaba”, que está cubierta por una tela negra y dorada llamada “kisua”.

Ese manto, sobre el que están bordados versos coránicos con hilos muy finos de oro y plata, se cambia cada año y hasta hace menos de un siglo tenía una industria exclusiva en Egipto.

Nada de ese esplendor se vislumbra en el popular barrio de Gamaliya, en El Cairo islámico, donde la fábrica fue levantada en 1816.

En la calle de Jurunfish, entre casas destartaladas, talleres, cafés e incluso cabezas de ganado a punto de ser degollado en la fiesta del Sacrificio, que pone fin a la peregrinación y se celebrará mañana, hay una nave industrial que recientemente fue declarada patrimonio antiguo de Egipto. Es la fábrica de la “kisua”.

Un candado sella la puerta e invita a pasar de largo, y tampoco se observa nada a través de las ventanas con rejas.

“Dentro está vacío. Vamos a intentar restaurar y rescatar el edificio”, comenta a Efe el jefe del departamento de Antigüedades Islámicas del Gobierno egipcio, Samara Hafez.

Se trata de recordar esa época del renacimiento industrial iniciada en el país por Mohamed Ali (1769-1849), que convirtió la casa de un antiguo príncipe en la citada fábrica y que llegó a emplear a expertos europeos para que entrenasen a unos 4.000 obreros egipcios.

La fabricación de la cubierta de la “Kaaba” fue también posible gracias a un centenar de husos que permitían obtener hilos gruesos y otros más finos, así como unas 140 máquinas, que preparaban algodón, seda y demás tejidos.

Según el responsable del Ministerio de Antigüedades, la “kisua” comenzó ya a elaborarse en un lugar no especificado en la era de Omar bin al Jatab, uno de los primeros califas que gobernó tras la muerte de Mahoma en el siglo VII.

A partir del siglo XIII, en tiempos de los mamelucos, los distintos gobernantes del mundo islámico se enzarzaron en una disputa por ver quién tenía el honor de crear la codiciada cubierta, pero entonces el emir de La Meca zanjó el asunto decidiendo que la hiciesen los egipcios.

El Cairo creó así las telas para cubrir por dentro y por fuera la “Kaaba”, una cortina para la puerta de este edificio y otra para la tumba del profeta en la ciudad saudí de Medina, entre otros objetos.

Bajo el imperio otomano, explica Hafez, se suspendió algunos años la fabricación del manto tras un ataque de fundamentalistas islámicos a un grupo de peregrinos musulmanes.

Luego se reanudó la tarea en Egipto, si bien en 1927 Arabia Saudí creó su propia fábrica para la “kisua”, lo que marcó la decadencia de la fábrica cairota.

Hasta Arabia Saudí se desplazó el negocio de una tela que cuesta actualmente unos veinte millones de riales saudíes (3,9 millones de euros o 5,2 millones de dólares).

Igualmente destacan sus dimensiones: mide 678 metros cuadrados y se hace con 700 kilos de seda italiana, 120 de oro, 25 de plata y 120 de tinta, según los responsables de la fábrica saudí.

Pese a tanta manufactura, la “kisua” termina literalmente hecha trizas, ya que es costumbre cortar cada año la cubierta antigua a pedazos y luego repartirlos entre personalidades y organizaciones islámicas de todo el mundo. Belén Delgado

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