Bárcenas envía un nuevo aviso al PP a través de su abogado
Nuevo mensaje de Luis Bárcenas a Mariano Rajoy. Esta vez, a través de un artículo de su abogado, Javier Gómez de Liaño, en El Mundo, titulado De profesión, testigo, publicado este miércoles, una semana después de que testificaran Javier Arenas, Francisco Álvarez Cascos y María Dolores de Cospedal. Una semana después de que avisara a Arenas en sede judicial de que tenía en su poder “soporte documental” de sus reuniones con Bárcenas. El día después del escrito de la acusación popular del Observatori DESC en el que pedía al juez Pablo Ruz que exigiera a Liaño la entrega de todas las pruebas “documentales” de que dispone.
Gómez de Liaño, en su artículo, avisa: “Perjuro, o sea, el que jura en falso o quebranta maliciosamente el juramento que ha hecho, es un adjetivo demasiado potente e incluso ofensivo, pero quizá también sea el que mejor pudiera cuadrar a quien jura mucho o por vicio. En cualquier caso, el perjuro debe saber que la verdad tiene mucha memoria y cuando menos te lo esperas ejerce súbita venganza. No se olvide que el pueblo, o sea, los ciudadanos con derecho a voto, que suele ser sagaz en la adivinación de la verdad, llama mentirosos a los volatineros de la palabra que osan no decir verdad”.
Y sigue: “Los embustes del testigo falso se descubren antes que los yerros. Hay testigos que mienten apenas abren la boca o después de los primeros balbuceos. Verbigracia, cuando niegan tener interés en el asunto. Y los hay que persisten en la falsedad hasta el instante último en que el juez les invita a retirarse. Son sujetos que cada vez que contestan a sus señorías convierten sus deposiciones en eso, en deposiciones. Parafraseando el proverbio ruso, son peces muertos que flotan en el mar de la mentira”.
En este sentido, si se tiene en cuenta que Álvarez Cascos, Arenas y De Cospedal se escudaron al unísono en el “no me acuerdo” y el “no me consta”, en lo que parecían unos testimonios coordinados, es fácil ver un paralelismo entre lo que escribe Gómez de Liaño y lo que ocurrió hace una semana en la Audiencia Nacional: “[...] Muchos de los testigos que hoy son llamados a decir verdad [...] son individuos que declaran no lo que saben y deben decir, sino lo que, previamente adiestrados, se proponen beneficiar o perjudicar al acusado. Se me ocurre si acaso más que personas cuyos testimonios merecen ser puestos en cuarentena, son gente que no quiere abdicar de su natural desprecio por la Justicia y la verdad”.
Unos testimonios en los que Gómez de Liaño intentó poner en evidencia la mala relación entre Cospedal y su defendido, en los que los comparecientes tienen mucho que perder en función de cómo evolucione la causa. Y, a cuenta de las enemistades y del interés en el proceso de los testigos, escribe el abogado: “Entre los tipos de testigos que se mencionan en los manuales que tratan de la prueba en materia penal, a mí el que más me inquieta es el 'testigo sospechoso', pues es quien ofrece mayores motivos para el recelo. El interés que tiene en el desenlace del proceso le aparta sin remisión del camino de la verdad. O la enemistad, que quizá sea la causa de sospecha con superior fundamento. Téngase en cuenta que bajo el yugo de la pasión que no otra cosa es el deseo de venganza, las manifestaciones del enemigo, sea de la clase que sea, se anteponen al deber, incluso a la santidad del juramento, en el supuesto de aquel que, en lugar de prometer, ha preferido esa fórmula de compromiso”.
La santidad del juramento, dice Gómez de Liaño: todos los comparecientes ante el juez Ruz no prometieron, juraron.