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“Hay que pactar una tregua política entre Podemos e IU hasta después de las elecciones”

El militante de IU Manuel Monereo.

Aitor Riveiro

Manolo Monereo (Jaén, 1950) es uno de los teóricos de la unidad popular dentro de Izquierda Unida, aunque ha abandonado los órganos de dirección de la coalición justo cuando estos han aprobado los postulados de Alberto Garzón al respecto. Defensor de la etapa de Julio Anguita como coordinador, en la que tuvo responsabilidades orgánicas, mantiene muy buenas relaciones con algunos de los principales dirigentes de Podemos, sobre todo Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Esta situación le sitúa como una de las personas que mejor conoce qué pasa en ambas orillas cuando se ha abierto un proceso, con visiones e intereses a veces contrapuestos, para determinar cómo concurrir a las próximas elecciones generales.

Monereo recibe a eldiario.es horas antes de que Alberto Garzón y Pablo Iglesias se reúnan para debatir sobre una posible unidad de acción en noviembre. Sus palabras, premonitorias, desechan esta posibilidad. Monereo intuye que Iglesias no aceptará la propuesta. La noche anterior ha pasado con el secretario general de Podemos varias horas grabando un debate para Fort Apache, uno de los programas de televisión que dirige Iglesias. El tema, precisamente, la unidad popular y el proyecto Ahora Madrid. La entrevista arranca justo por el nuevo Gobierno de la capital.

Han pasado dos semanas desde que Manuela Carmena ganara la Alcaldía de Madrid y da la sensación de que parte de la izquierda madrileña ya ha entrado en el pesimismo.

Nuestros amigos que han llegado al Gobierno de Madrid se han dado cuenta de que el PP no va a abandonar el poder tan fácil. Madrid es uno de los diez centros de acumulación de capital financiero más importantes del mundo. Y es muy difícil controlar Madrid si no se controla el gobierno del Estado o al menos de la Comunidad. El 24M debe ser la primera parte de un partido que termina en las generales.

Además, los ayuntamientos están intervenidos por el Estado y tienen un margen de maniobra muy limitado. Madrid debería aprender a gobernar de otra manera: desde y creando conflicto; haciendo un esfuerzo para encabezar los conflictos y las luchas sociales desde el Ayuntamiento para convertirlo en un centro de gestión, porque hay que hacerlo bien y con rigor.

¿Eso se puede hacer sin movilización ciudadana?

El buenismo de la izquierda es suicida. En España ya están trabajando a tope las cloacas del Estado, los servicios secretos públicos y de las empresas privadas y estos con los medios de comunicación, que viven en gran parte del Ayuntamiento y la Comunidad. En noviembre, si el poder popular no gana, se plantearán en serio una estrategia de tensión y de echar al Gobierno de Madrid; generar tal tensión que, en un momento determinado, el PSOE encabece un gobierno de concertación constitucional contra malos gestores o contra locos y extremistas.

¿Madrid es ejemplo de la unidad popular que usted propugna?

Hay distintas formas de hacer alianzas en la izquierda: el frente electoral, una alianza programática, unidad de acción... La unidad popular es la más exigente de ellas. Es una estrategia de transformación y democratización del poder y plantea dos cuestiones que son cara y cruz.

Uno: que puede presentar un programa que hace 15 años llamaríamos reformista y moderado y parecer revolucionario. Ha llegado un momento en el que la defensa de derechos y libertades de la Carta de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos se convierte en algo revolucionario. Por lo tanto, la izquierda tiene una capacidad muy grande de ampliar su base social hasta contener el 60% o el 70% de la población.

Pero tiene un lado negativo: cuando llegas al Gobierno, el poder que tienes es muy pequeño. O tienes un fuerte poder organizado en la sociedad, o difícilmente vas a poder cambiar la correlación de fuerzas nacional e internacional, en la medida en que la troika controla tus pasos milímetro a milímetro. Y como además, el endeudamiento de nuestro país es enorme, eres un prisionero de los acreedores.

¿Los gobiernos no tienen entonces margen de maniobra?

La unidad popular es un mecanismo de intentar superar en la sociedad lo que no puede hacer el Estado. Madrid se parece en cierta forma, pero no como yo lo veo. Se parece porque es unitario y ha estado todo el mundo que ha querido estar. Pero le faltan unos 'comités de apoyo' desde abajo. Ahora Madrid debería tener en cada barrio una especie de comité de unidad popular que tuvieran como objetivo fundamental seguir trabajando en la sociedad civil, apoyar al Gobierno y también ser críticos cuando se bloquea.

Hablaba antes de la unidad popular como una herramienta de la izquierda, un término que Podemos rechaza.

Me parece coherente con sus principios. En Podemos todos son de izquierdas, son percibidos como de extrema izquierda y sin embargo ellos, por motivaciones electorales y de ciclo, se oponen a un frente de izquierdas. Es una estrategia que puede tener puntos negativos y positivos.

A mi juicio, la unidad popular es un proceso a medio plazo donde el momento electoral es solo una parte. Y seguramente en las elecciones generales no veremos ese momento de unidad popular. Confundir la unidad con ir juntos a las elecciones no es realista.

¿Es pesimista con respecto al proceso de unidad popular?

Lo normal es la división. La unidad es un proceso muy complicado, siempre lo ha sido para las fuerzas de izquierdas. Y exige de muchos sacrificios, de mucho tiempo, de ganar confianza, de acuerdos programáticos y personales. La unidad es lo que menos ha habido.

Hay factores objetivos y subjetivos que se oponen seriamente a la unidad. Objetivos: Podemos es una fuerza en construcción y que se está definiendo; que tiene dificultades para construirse en sujeto político coherente; y tiene un liderazgo fuerte pero no organizativo. En estas circunstancias es muy difícil la confluencia, mucho más con una fuerza ya hecha.

Además, Podemos surge políticamente con una visión muy negativa de la izquierda y de la unidad de la izquierda. Precisamente lo han aprendido en IU. No creen que se pueda ir a un frente de izquierdas sin acabar siendo la muletilla del PSOE, que es lo que ha hecho IU casi siempre salvo en la gloriosa etapa de Julio Anguita. Desde ese punto de vista, se puede decir que Podemos tiene diferencias políticas serias con IU.

¿Y desde el punto de vista de IU?

IU ha perdido un año precioso. No supo hacer los deberes en las europeas, se enrocaron en sí mismos y se repartieron los presuntos 12 [diputados] que se iban a obtener en las elecciones.

Podemos es el resultado de la mala política del actual equipo de dirección de IU, encabezado por Cayo Lara y por José Luis Centella. Surge Podemos y a partir de ahí IU pierde el norte y cae en un repliegue identitario. Se ha perdido un año que se ha aprovechado para sectarizar a una parte muy importante de la organización y para definir como enemigo a Podemos, acusándolo de cualquier cosa. Si en medio de ese lío surge el conflicto de Madrid, el resultado es que se desaprovecha un año muy importante para construir la unidad popular por abajo porque Podemos no se presentaba a las municipales y se podía extender el modelo de Madrid, Zaragoza o Barcelona. Y eso lo podía haber hecho IU porque tiene más estructura que casi nadie.

Como eso no se hizo, sino todo lo contrario, expulsando a centenares de militantes por no ir con las siglas de IU, hoy va a un proceso de negociación con Podemos muy debilitada.

Vuelvo a lo de antes: ¿es pesimista sobre el proceso de unidad popular?

Lo que digo es que hay dificultades para alcanzar un acuerdo electoral en noviembre y que habría que pactar una tregua política para que las diferencias que haya entre Podemos e IU no conviertan las próximas elecciones en una guerra cainita. Y ya veremos después de noviembre lo que hacemos. 

Lo peor sería hacer de la unidad electoral otra batalla política entre grupos para ver quién paga el coste de rechazarla. Si eso se hace será un desastre garantizado. Es más realista ver qué posibilidades hay de llegar a un acuerdo, intentar hacerlo honestamente hasta el final, pactar las diferencias y presentarse a las elecciones seguramente por separado. Pero generar los mecanismos para ir superando el diferendo, porque después de noviembre viene diciembre.

¿Ir por separado a las elecciones no supondrá una penalización en el reparto de diputados por el sistema de circunscripciones provinciales?

Si hubiéramos hecho los deberes, hoy iríamos juntos. Con el sistema electoral en la mano se pueden perder decenas de diputados simplemente por 3.000 votos. IU seguramente no tenga un gran potencial electoral, pero le puede quitar a Podemos los votos necesarios para convertirse en segunda fuerza política. Aún así, si la unidad no es posible, pactar las diferencias y llegar a una tregua política. No hay que subestimar al PSOE, porque en el fondo es subestimar a los poderosos.

Un PSOE del que se auguraba casi su desaparición o 'pasokización' pero que parece haber aguantado las municipales y autonómicas.

La situación es contradictoria. Es lo que gramscianamente se conoce como “cerco mutuo” o “guerra de posiciones”. Podemos está dando mucho poder institucional al PSOE y eso no se puede subvalorar con un partido como el socialista, porque ellos no necesitan 100 días, sino que saben cómo gestionarlo cinco minutos después. Ese poder, en Castilla-La Mancha, Valencia o Extremadura lo van a convertir en voto interviniendo en la sociedad civil, como siempre han hecho.

Pero a su vez, depender de los votos de Podemos obliga al PSOE a la contención. No puede insultarle ni descalificarle. Están abrazados pero sin saber quién va a derribar a quién, porque en el fondo la batalla de noviembre es entre el PSOE y Podemos. Por eso tiene sentido lo que dice Podemos de no ir a un frente de izquierdas, porque en el imaginario popular el partido mayoritario de la izquierda es el PSOE.

En noviembre podría darse la situación de que o el PSOE o Podemos se vean en la obligación de apoyar a su enemigo directo.

Es un escenario muy complicado. Lo importante es ser primero o segundo: lo jodido es ser terceros. La apuesta de Podemos es ser segundos, pero si es tercero tendría que aupar al PSOE porque enfrente está la derecha. Por eso decía que, después de noviembre, viene diciembre. Si por lo que sea no hay acuerdo electoral, que no se convierta en una especie de guerra civil que acabe dándole el premio al PSOE o a la derecha.

¿La gente entendería que no hubiera esa unidad electoral?

Hay mucha expectación unitaria en la sociedad. La experiencia de Madrid y Barcelona dice que la unidad nos fortalece. En Madrid no se ha ganado solo por Manuela Carmena, sino porque íbamos todos juntos. Creo que todo eso debería ser mirado y analizado. Si no se va unidos, habrá que alcanzar una tregua que permita continuar las relaciones tras noviembre.

¿Para hacer qué?

Una convergencia de abajo a arriba que sea completada programáticamente. La clave es desarrollar comités de unidad popular en todos los barrios del país, en las fábricas, en las universidades y desde ahí avanzar. Ahora ya no da tiempo. Por eso creo que tiene mucha responsabilidad la dirección de IU sobre lo que ha pasado. Incluso por la excesiva prudencia de Alberto Garzón, que tras las europeas tenía que haber dado un golpe sobre la mesa frente al sectarismo de la dirección. ¿Qué hubiese pasado si se hubiera propuesto la unidad popular siete meses antes?

Tras las europeas IU escenificó un cambio y situó a Alberto Garzón en la Ejecutiva al frente de la Convergencia. ¿Qué pasó?

IU tiene dos proyectos enfrentados en su interior. Tiene un ala a la derecha en la organización que viene a decir que la idea de una alternativa al PSOE no es realista y que lo que hay que hacer es gobernar con ellos. Esto quien mejor lo ha reflejado en el último periodo es Cayo Lara. Y antes, Gaspar Llamazares. Es el modelo andaluz.

Luego hay otra posición de izquierdas que fue la de Julio Anguita y que ha tenido a personas como Pablo Iglesias. Y ahora Alberto Garzón. Cuando surge el 15M se fortalece la línea anguitista. Lo que ocurre es que ganamos el congreso, pero quien lo gestionó fue Cayo Lara. Y ocurre que una cosa es la que decimos y otra la que hacemos.

¿Hay riesgo de escisión en IU o de una salida masiva de gente?

Lo dudo. Antes de noviembre no pasará nada y es normal. La gente es lo suficientemente inteligente para no meterse en líos cuando te juegas tu futuro. Y en IU se juegan tener grupo parlamentario propio y poder intervenir en la política.

Pero lo que está claro para la mayoría que apoya a Alberto Garzón es que el proyecto de IU está agotado y finiquitado. Pase lo que pase, después de noviembre Alberto Garzón y una serie de gente van a plantear una nueva formación política que supere a IU. Lo que ha ganado en el último Consejo Político Federal con un voto mayoritario son dos cosas: una, que seguramente en noviembre no nos vamos a presentar como IU a las generales, y que después de noviembre vamos a la construcción de una nueva formación que supere a IU.

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