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Mariano Rajoy convierte la moción de censura en un cuerpo a cuerpo con Pablo Iglesias

Mariano Rajoy durante la moción de censura en el Congreso de los Diputados.

Gonzalo Cortizo

El presidente del Gobierno ha elegido la cuota máxima de protagonismo durante el desarrollo de la moción de censura presentada por Unidos Podemos en su contra. Mariano Rajoy ha sido el encargado de responder tanto a la intervención de Irene Montero como a la del propio Pablo Iglesias. La estrategia del PP se ha preparado con esmero y ha estado envuelta en la máxima discreción con un único objetivo: dar la sorpresa y coger al oponente con el pie cambiado.

En los días previos al debate, Génova filtró la idea de que sería la vicepresidenta del Gobierno quien se encargaría de replicar a Irene Montero. Nadie preveía cuál iba a ser la decisión final del presidente: echarse la moción a la espalda y buscar un cuerpo a cuerpo con Pablo Iglesias para procurar lo que en el PP califican como una victoria.

Desde el atril, el presidente del Gobierno se ha esforzado en dibujar a Iglesias como una persona “no de fiar” y de escasas convicciones políticas: “Sus ardides publicitarios le pueden haber ayudado a ocupar el escaño que ocupa, pero aquí se acaba su recorrido”, aseguró Rajoy en una actitud ofensiva durante toda su intervención.

Sus palabras estaban perfectamente medidas. Las dos intervenciones más largas las trajo Rajoy escritas desde casa e incluso la primera réplica a Iglesias estaba preparada. Todo en el PP ha sido producto del cálculo de quien ha decidido asistir a la cita con clara vocación ofensiva y el objetivo de conseguir una victoria que le dé aire ante los escándalos de corrupción que cercan a su Gobierno.

Iglesias le ha afeado a Rajoy la liturgia de su intervención: “A usted le han escrito una cosa para responderme aquí porque esta moción les ha preocupado más de la cuenta”.

La presencia del jefe del Ejecutivo en la tribuna de oradores obtuvo por resultado que sus palabras se convirtiesen a las doce del mediodía en protagonistas de los titulares de portada de la mayoría de los medios de comunicación. La decisión del PP echó por tierra la estrategia diseñada por Podemos de encargar a Montero un largo discurso que repasó la corrupción histórica del PP con momentos brillantes e ironías bien estudiadas. Las más de tres horas empleadas por Iglesias en su primera intervención también caducaron con la llegada de Rajoy. La moción para entonces ya se había convertido en un cuerpo a cuerpo.

Con la pelea avanzada, Rajoy exigió a Iglesias que le explicase su postura sobre el conflicto catalán: “¿Cree usted en la soberanía nacional o piensa que tenemos que suprimirla?”. En este punto, el debate quedó encallado. Cada vez que Iglesias intentaba volver sobre su argumentario de que “no es normal” un Gobierno plagado por la corrupción, Rajoy volvía a pedirle una respuesta para su pregunta sobre la soberanía.

En ese toma y daca gastaron ambos políticos varios de los innumerables turnos de palabra que cruzaron. Al filo de las cinco de la tarde, la presidenta del Congreso ordenó un receso de una hora para permitir a políticos y periodistas un descanso y algo de comida. Iglesias estaba solicitando su derecho a intervenir y Ana Pastor le anunció que podría hacerlo a la vuelta de esa breve pausa. El líder de Podemos no insistió después en su petición y la sobremesa se abrió a las seis de la tarde con las intervenciones del grupo mixto.

En el grupo parlamentario del PP se afanaron en proclamar que Rajoy había obtenido un éxito ante Iglesias. El optimismo de los conservadores olvida que durante casi cinco horas su formación tuvo que oír un escandaloso listado de casos de corrupción e innumerables reproches sobre el papel del Gobierno en sus intentos de controlar el funcionamiento normal de la Justicia.

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