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“Nicolás Muller. Obras maestras”, el viaje vital del “fotógrafo ausente”
La maleta del fotógrafo Nicolás Muller, llena de pegatinas de diferentes lugares, hoy no llamaría especialmente la atención. Pero en ese caso, el objeto sirve como metáfora de su “viaje vital”, reflejado en la retrospectiva que acoge la Sala Canal de Isabel II de Madrid a partir de mañana.
“Nicolás Muller. Obras maestras”, que podrá verse hasta el 23 de febrero de 2014, hace un repaso de la trayectoria del fotógrafo de origen húngaro, coincidiendo con el centenario de su nacimiento.
La exposición está compuesta por 125 fotografías en blanco y negro, seleccionadas entre un catálogo de 14.000 negativos. Las fotografías nos ayudan a seguir los pasos de Muller, que comienzan en su Hungría natal, de la que escapó huyendo del nazismo.
Sus primeros trabajos muestran una mirada que parte del constructivismo, pero que se va “dulcificando” con el tiempo, como se comprueba a lo largo del recorrido preparado por Chema Conesa, comisario de la exposición.
A pesar de que su labor como retratista constituye una parte importante de su obra -Pío Baroja, Camilo José Cela o Azorín fueron algunos de los personajes a los que inmortalizó-, Conesa ha querido centrarse en la parte “documental”, ya que considera a Muller como “uno de los padres del fotoperiodismo moderno”, junto a Català-Roca.
Tanto Muller como Català-Roca, explica Conesa a Efe, parten del mismo punto de partida: “Ser el fotógrafo ausente”. Es decir, ambos no intervienen en la realidad, sino que a través de su trabajo sustraen de ella un enfoque propio.
En el caso de Muller, este enfoque es “humanista” y muy cercano al pueblo. Y es que sus fotos constituyen un certero retrato social, donde encontramos protagonistas como lavanderas, niños o las manos de los trabajadores del campo.
Por eso, asomarse a la obra de Muller es acercarse de una forma excepcional a las gentes humildes de lugares como Marruecos, Francia, Portugal y España, país en el que se asentó en 1947 y cuya geografía recorrió con su cámara, hasta su fallecimiento en el año 2000.
En España, Muller encontró un panorama en el que “la fotografía no estaba valorada nada, o casi nada”, según sus propias palabras. Conesa destaca que, en ese momento, la fotografía española era más “artificiosa” y estaba “acomplejada por la pintura”, pero Muller construyó otra “manera de mirar”, con más profundidad.
La retrospectiva finaliza con una muestra de objetos personales de Muller, entre los que destaca su maleta, testigo de sus viajes, además de algunos retratos que realizó cuando estaba instalado en su estudio de la madrileña calle Serrano.
La exposición, organizada por el Gobierno regional madrileño en colaboración con La Fábrica, se complementa con la publicación de un libro que recoge las fotografías de Muller, que además contiene un texto autobiográfico y un ensayo de Chema Conesa.
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