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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Podemos se da dos meses para decidir qué quiere ser

Aitor Riveiro

Tres años y un mes después de ver oficialmente la luz Podemos dejará de ser el partido que surgió en enero de 2014 para “patear el tablero” y dar la vuelta al sistema de partidos español. El secretario general, Pablo Iglesias, ha apretado el botón que pone en marcha el proceso asambleario que tendrá que definir qué es Podemos cuando deje de ser una “máquina de guerra electoral”. Concluido el tiempo de excepcionalidad, con un Gobierno en marcha y una geometría variable en el Parlamento que permitirá sacar adelante de una u otra manera los presupuestos de 2017, el partido enfila Vistalegre 2.

La II Asamblea Ciudadana de Podemos echará a andar oficialmente el próximo 17 de diciembre. Ese sábado el Consejo Ciudadano Estatal (principal órgano entre asambleas) ratificará el cronograma del cónclave, que tendrá su punto álgido en un acto presencial donde se presentarán y debatirán las distintas propuestas.

Será el fin de semana del 10 al 12 de febrero. Iglesias quiere que coincida en el tiempo con la Convención Nacional que ratificará a Mariano Rajoy al frente del PP. “Sería bueno que los españoles pudieran comparar los proyectos de las dos fuerzas políticas que se revelan como antagónicas y que tienen dos proyectos de país completamente distintos”, aseguraba Iglesias en una inesperada rueda de prensa junto a su secretario de Organización, Pablo Echenique.

Echenique será precisamente el encargado de pilotar el proceso asambleario. Su primer cometido será preparar una consulta a los más de 400.000 inscritos en el partido para que las bases tomen una decisión sobre el asunto que más polémica han suscitado en la breve pero intensa vida del partido: el sistema de primarias.

El referéndum se celebrará entre el 18 y el 20 de diciembre. Los inscritos tendrán que pronunciarse sobre dos cuestiones clave para Vistalegre 2. Primero, mantener el sistema mayoritario de elección de los órganos que ha imperado en el partido desde su fundación o ir a uno más proporcional, como el Borda (tumbado en el proceso de Madrid por la Comisión de Garantías estatal) o el Dowdall (utilizado en las primarias de Ahora Madrid). Y segundo: si los documentos y las candidaturas se votan por separado, como en la Asamblea Ciudadana fundacional, o de una tacada.

En el primer punto parece que el consenso es bastante amplio en Podemos. Si en el otoño de 2014 solo se opusieron al sistema mayoritario los anticapitalistas de Teresa Rodríguez, que contaban con el apoyo de Echenique y lideraban el llamado sector crítico, 36 meses después es un clamor en el partido la necesidad de ir a un sistema más proporcional. Hasta el punto de que en el reciente proceso de Madrid la candidatura de Rita Maestre y Tania Sánchez, referenciada en Íñigo Errejón, lo incorporaron a sus documentos.

Errejón ha sido siempre un defensor del sistema mayoritario. Como lo fue Iglesias. Ambos han justificado siempre aquella decisión en la necesidad de elegir una dirección unitaria y ágil para afrontar una sucesión de convocatorias electorales. Este lunes, Iglesias reconocía por primera vez no solo que llegaba el momento de revertir aquello, sino que, en realidad, la decisión fue “errónea” ya que provocó una dirección monocolor en la que los únicos contrapesos fuero durante meses los secretarios generales territoriales. Especialmente, Teresa Rodríguez en Andalucía.

Echenique ya corrigió esto dentro de los márgenes de los estatutos del partido cuando fue nombrado para su cargo al poner punto y final a las listas plancha.

La segunda cuestión que determinará el referéndum entre los inscritos toca otro de los pilares del primer Vistalegre. En su primera asamblea Podemos debatió primero los documentos (las ideas) y luego las caras (las listas). Desde entonces, como recuerdan desde la Secretaría de Organización, la votación ha sido conjunta: dirección y proyecto político. Con una excepción: Madrid. Las primarias de hace unas semanas dejaron un panorama complejo: un secretario general que tiene que asumir directrices que no comparte. Como, por ejemplo, la limitación de cargos.

Pablo Iglesias quiere que todo se vote de forma conjunta. Y acabar así con el último vestigio de la asamblea fundacional. Ya en octubre de 2014 el por entonces candidato a la Secretaría General avisó de que no lideraría el partido si no ganaban sus documentos la votación. Arrasó. Pero no quiere arriesgarse a que esta vez el resultado sea distinto.

Esta es la primera causa de enfrentamiento de Iglesias con su número dos, Íñigo Errejón. El secretario político apuesta por mantener una votación diferenciada: “A la Asamblea Ciudadana debemos ir a debatir cómo ganar un país, no a retarnos entre nosotros. No es un duelo. Eso le gustaría a sus adversarios”, aseguraba en varias intervenciones públicas.

Las posciones de ambos revelan la percepción de fuerza interna de cada uno. Iglesias y Errejón lideran desde hace meses dos corrientes internas en Podemos que se han enfrentado claramente en las recientes primarias de Madrid. Allí, los documentos los ganó el sector afín a Errejón y las primarias, el candidato apoyado por Iglesias. Un modelo que el secretario político cree que puede repetir en Vistalegre 2. Y que el secretario general no puede permitir porque supondría liderar unas posiciones políticas que no defiende.

“Si es estar en una corriente defender el Podemos con el que hemos llegado hasta aquí, el Podemos original de las europeas, transversal abierto y ganador, yo reconozco que ese es el proyecto político que voy a defender en los documentos”, aseguraba Errejón el lunes por la tarde a los medios en el Congreso. Y lanzaba un mensaje con una interpretación abierta: “Pablo es posible que encabece otro proyecto”.

Horas antes, el secretario general aseguraba contar “con el apoyo de todos, incluso de compañeros de corrientes críticas” para mantenerse como líder del partido. En esas “corrientes críticas” Iglesias sumaba a Errejón. Y dejaba entrever que habían mantenido una conversación en la que había invitado a su número dos a confrontar con él en unas primarias: “Yo les plantee que si quieren dar el paso me parecería bien y sería síntoma de grandeza”.

Iglesias habla en plural porque sitúa al mismo nivel a Errejón y al eurodiputado Miguel Urbán, que lidera junto a Teresa Rodríguez al sector de Anticapitalistas. Las fuentes consultadas por eldiario.es apuntan a que, a día de hoy, ninguno de los dos tiene intención de competir por la Secretaría General. Pero sí han comenzado ya las conversaciones cruzadas para ver si hay posibilidades de un consenso entre los tres a la hora de definir las líneas políticas y organizativas del futuro Podemos.

Aunque poca gente ve posible una lista unitaria que sume al pablismo, el errejonismo y a los anticapis Iglesias ha apuntado a que su intención es “integrar” a todos. Con Íñigo de número dos y al mando de la Secretaría Política, como hasta ahora. El líder de Podemos ha insistido en que su comunión política con el que fuera compañero de universidad sigue intacta, aunque reconoce que “hacia abajo” las “diferencias se ensancha”, en referencia a las personas que se referencian en ellos.

Vistalegre 2 servirá también para definir cómo se relacionará Podemos con el resto de partidos y fuerzas del cambio. Con IU, Equo, En Comú, En Marea, etcétera. Deberá abordar la descentralización territorial. Poner sobre la mesa la forma en la que extender las portavocías del partido, una vieja reivindicación que nunca termina de llegar. Establecer cómo feminizar Podemos. Todo se abrirá a debate con el nuevo año. Todo, menos el liderazgo de Pablo Iglesias. Al menos a día de hoy.

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