“Seguimos trabajando”: de la política del relato a la política 'performativa'
Apenas quedan dos semanas para poder llegar a un acuerdo de gobierno. Y ya este viernes PSOE, Podemos y Ciudadanos han dado por rotas las negociaciones. Es decir, todo indica que las elecciones se repetirán el 26 de junio, pero todos ellos, los mismos tres partidos que han constatado que el acuerdo está en vía muerta, han reiterado algunos mensajes que se han pronunciado día sí y día también desde el 21 de diciembre.
El jueves por la noche, después de que el portavoz de Ciudadanos, José Manuel Villegas, hubiera dicho que el acuerdo a tres era “imposible e inviable”, el canal de Telegram del PSOE difundía el siguiente mensaje: “Mañana [por el viernes], las tres fuerzas políticas hablaremos por teléfono para continuar trabajando. Queda mucho por trabajo por hacer, y sabemos que es difícil, pero no vamos a cejar en nuestro empeño. La mejor oportunidad que tiene España es un acuerdo plural de las tres fuerzas políticas por encima de sus siglas. Seguimos trabajando. Buenas noches”.
Este viernes por la mañana, después de la rueda de prensa de Pablo Iglesias en la que daba por rotas las negociaciones, el portavoz parlamentario del PSOE, Antonio Hernando, decía: “Por nuestra parte vamos a seguir trabajando en el gobierno del cambio y en evitar nuevas elecciones”.
El PSOE, por todos sus canales, está intentando imponer un mensaje: “Seguimos trabajando”. Pero, ¿con quién? Varias veces se le preguntó a Hernando en la rueda de prensa, que se reconocía “indignado” con Podemos, pero evitó contestar.
El relato no es lo que ocurre, sino la interpretación que de los hechos hacen los políticos y los comunican a la ciudadanía. Y la política española se encuentra instalada en una batalla por el relato desde el 21D. Pero, en los últimos días, se ha dado un salto más allá hacia la política performativa. Como diría el intelectual francés Christian Salmon, “el político ahora se ve como un objeto de consumo, un artefacto de la subcultura de masas. Un personaje de serie de televisiva. El homo politicus se ve obligado a actuar 24 horas al día, siete días a la semana: contar un relato, influir en la agenda de los medios, fijar el debate público, crear una red, es decir, un espacio para difundir el mensaje y hacerlo viral...”
Y en eso estamos.
¿Por qué el PSOE insiste en acuerdo “a izquierda y derecha”, cuando sus interlocutores llevan diciendo tres meses que ese acuerdo no puede producirse? Porque quiere encarnar la centralidad del triángulo entre Ciudadanos y Podemos; porque quiere demostrar que, si hay elecciones, no será por él; que si Mariano Rajoy se perpetúa en Moncloa, es por culpa de los otros dos.
Eso sí, de tanto insistir en la vía de loa 199 –PSOE+Ciudadano+Podemos y confluencias–, los socialistas quieren evitar que se hable de la posibilidad de un “Gobierno a la valenciana” con apoyo de los nacionalistas vascos y catalanes. Pero, claro, eso supondría saltarse los límites que los barones impusieron a Pedro Sánchez.
Y por ahí quiere morder Podemos, abriendo las negociaciones entre su confluencia catalana, En Comú Podem, con el PSC, para intentar generar contradicciones internas en el socialismo. ¿Prosperará el diálogo entre Miquel Iceta y Xavi Domènech? Es improbable, pero sigue la performance. “Nosotros nos vamos a dejar la piel en llegar a un acuerdo”, “ceder, ceder y ceder”, han dicho muchas veces en Podemos, y lo han intentado demostrar con varios documentos. El último, con 20 propuestas, 17 de las cuales rebajadas con respecto a su programa electoral, con explicación de la rebaja incluida. ¿Por qué? Para demostrar que ellos están haciendo todo lo posible “por el Gobierno de progreso”. Y, para armarse de legitimidad –hacia dentro, pero, sobre todo, hacia fuera–, la dirección de Podemos convoca una consulta a sus bases.
¿Cuántas veces ha dicho Podemos que su modelo es el Gobierno a la valenciana? ¿Y en cuántas de esas veces ha dicho Podemos que Podemos no es miembro del Gobierno valenciano, compuesto por el PSOE y Compromís, porque, hasta la fecha, no ha querido entrar?
Todo está medido. Del mismo modo que Antonio Hernando (PSOE) y José Manuel Villegas (Ciudadanos) han aparecido este viernes solos ante los periodistas, Pablo Iglesias lo ha hecho arropado. ¿Por quién? Por todas las sensibilidades de las confluencias y del partido para combatir a través de la imagen el relato de las desavenencias sobre la investidura. Relato, porque, en este caso, la fractura es construida: nadie relevante en Podemos ni en las confluencias ha dicho en público ni en privado que estuviera a favor de facilitar un Gobierno de PSOE con Ciudadanos.
Relato construido, y de tanto repetirlo cada vez parece más artificial, es la mano tendida de Ciudadanos al Partido Popular. ¿Cuántas veces ha dicho Pedro Sánchez que el gobierno de concentración era imposible? Infinitas desde el 20D. Pero Albert Rivera y los suyos, a día de hoy, insisten en eso. Como el propio Mariano Rajoy: este viernes la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría ha vuelto con eso en la rueda de prensa del Consejo de Ministros –ya han pasado los viernes en los que la vicepresidenta evitaba las respuestas incómodas por ser “cosas de partidos”–.
¿Qué es política performativa? Reiterar relatos manidos a sabiendas de que lo son... Pero no sólo eso. En estos tres meses, hemos visto a Sánchez yendo a una investidura que sabía perdida; a Rivera y Sánchez firmar un acuerdo bajo la sombra de El Abrazo, de Juan Genovés; a Iglesias haciendo presidente del Gobierno a Pedro Sánchez en un Gobierno vicepresidido por él; al mismo Iglesias borrarse de ese Gobierno; a Rivera, pedir a los diputados del PP que se rebelen ante Rajoy; y a Iglesias y Domènech besarse en el hemiciclo.
¿Puede pasar factura? Salmon advierte de que “la teatralización trae consigo contradicciones, es autodestructiva. Primera paradoja: la inflación de relatos socava la credibilidad del narrador. Segunda: la hipermovilización del público durante las campañas crea fenómenos reales de adicción –como si fuera una droga–, con sus momentos de subida y de descenso, de depresión democrática; con una baja participación en comicios intermedios y el descrédito del discurso público. Tercera paradoja: la del ”voluntarismo impotente“. La postura del voluntarismo es la forma que adopta la voluntad política cuando el poder se queda sin capacidad de acción. El homo politicus constantemente apela a la retórica de ruptura y cambio. Son fórmulas performativas o teatralizadas por excelencia. Una vez elegido, el político se enfrenta a la dura realidad y a una ciudadanía fragmentada”.