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Sofia Coppola profundiza sobre la fascinación por la fama en “The Bling Ring”
Sofia Coppola se acerca a la fascinación que provoca la fama con su última película, “The Bling Ring”, que tiene Los Ángeles como escenario pero la cultura actual como epicentro de su implícita crítica.
Basada en la historia real de un grupo de adolescentes que por idolatría y materialismo consigue entrar en casas de famosos y robar, la directora pasa de la soledad de las estrellas retratada en “Somewhere” para mostrar lo atractivo que sigue resultando ese mundo para quien aspira al aura de opulencia reflejada en los medios.
Su estreno a nivel mundial se hizo coincidir hoy con la apertura de la sección “Una cierta mirada” en el Festival de Cannes, donde Coppola aseguró que esos excesos no le resultan cercanos y que le apetecía contar lo sucedido desde la perspectiva de sus protagonistas.
“Esa parte de la fama no me es familiar, y sentía curiosidad por hacerlo desde el punto de vista de los chicos y de cómo les afecta”, indicó en conferencia de prensa, donde apuntó que fue un artículo publicado en Vanity Fair el que la animó a llevar la historia a la gran pantalla.
Paris Hilton, Orlando Bloom o Lindsay Lohan fueron algunas de las víctimas reales de ese grupo, que en un año acumuló más de tres millones de euros en objetos de lujo, y que en la versión cinematográfica cuenta con Emma Watson como una de sus integrantes principales.
Esta actriz británica se aleja diametralmente del rol que puso su cara en el imaginario popular, y con este personaje deja que cualquier parecido con la Hermione de la saga de Harry Potter esté presente solo para aquellos que quieran seguir manteniendo el recuerdo.
“Obviamente, todavía está muy presente: lo siento en la gente, pero tengo la sensación de que ha pasado mucho tiempo. No intento escapar, estoy muy orgullosa de ese trabajo, pero he tenido unos tres o cuatro últimos años increíbles en los que he tenido la oportunidad de disfrutar de otros personajes”, añadió la actriz.
El resto del reparto lo completan nombres recién llegados a la industria, como Katie Chang, Israel Broussard, Taissa Farmiga o Claire Julien, en los que la directora buscó expresamente que su edad se acercara a la de los verdaderos protagonistas.
No es un documental, recuerda Coppola, pero algunos de los diálogos están sacados directamente de los registros policiales, de los vídeos de seguridad y de lo que le contaron dos de las verdaderas chicas de la historia.
“Fue interesante escuchar algunos detalles, cosas que no habría podido ni inventar, como que se les pasara por la cabeza robar el perro de Hilton”, añadió la realizadora, que cambió los nombres porque “no quería que fueran más famosos de lo que son por lo que hicieron”.
La pérdida de la inocencia que abordó en el año 2000 con su primera película, “Virgin Suicides”, adquiere aquí un tono mucho más oscuro, pero Coppola cree que sigue habiendo una conexión en la idea de la búsqueda de la identidad.
Que sus protagonistas obvien cualquier posibilidad para borrar sus rastros y que actúen con total impunidad hasta que son detenidos, es algo, según ella, inherente al hecho de tener 16 años y de formar parte de una generación “que sabe hasta lo que toman las estrellas para desayunar”.
En su cabeza, según Watson, no entraba el sentimiento de estar haciendo algo malo, porque esas intrusiones en las casas de los famosos, cuya dirección conseguían a golpe de clic, estaba más centrada en la pretensión de “vivir de verdad ese estilo de vida”.
“A veces solo iban a las casas para hacer fiestas”, dice la actriz sobre una película recibida con aplausos en Cannes, y que pese al existencialismo vacuo del mundo que refleja no ha provocado que Coppola mire con cinismo a esta nueva adolescencia, porque según afirma, conocer a sus actores le ha hecho tener esperanza “en las nuevas generaciones”.
Por Marta Garde.
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