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Unidos Podemos debate cómo recuperar la iniciativa más allá del Congreso

Carolina Bescansa, íñigo Errejón, Pablo Iglesias, Alberto Garzón e Irene Montero, a su llegada al Congreso de los Diputados.

Aitor Riveiro

Las fuerzas políticas aglutinadas en Unidos Podemos están inmersas en una profunda reflexión desde el 26J: el millón de votos perdido, su papel en las instituciones desde el 20D, las negociaciones de la fallida investidura de Pedro Sánchez y la lucha contra la resignación que parece haberse apoderado de la vida pública en el último año de bloqueo centran la conversación.

El fracaso de Mariano Rajoy tras cosechar este viernes su segunda mayoría absoluta en contra en el Congreso acerca la opción de las terceras elecciones y obliga a anticipar el debate sobre cómo desatarse las ligaduras de la institución. Un debate que se esbozó en una reunión del grupo parlamentario el viernes, antes del fracaso de Rajoy, y en el que no todas las posiciones coinciden.

Pablo Iglesias lo apuntó en su discurso del miércoles, en la primera jornada de investidura, con una interpelación explícita a todas esas personas que observan con hastío el ir y venir de debates, negociaciones, ultimátums y declaraciones en televisión. “Este tipo de eventos [por el debate de investidura] contribuyen a que la gente crea que la política es esto: los diputados en el Parlamento o, en todo caso, los pactos entre políticos que a veces se consiguen y a veces no”, apuntaba el líder de Unidos Podemos en el inicio. Y seguía: “En estos meses nosotros mismos hemos experimentado cómo esta institución aleja a sus miembros de los problemas de la calle. Pero, por suerte, la política no es solo esto. Lo verdaderamente importante está ahí fuera. Lo importante son los millones de personas que tienen la impresión de que esto es un paripé”.

En la tesis abundaba esa misma tarde el número dos de Podemos, Íñigo Errejón, en una entrevista con eldiario.es. “En la anterior legislatura hubo un exceso de procedimentalismo en algunos momentos en los que no estaban claras las decisiones y la voluntad política”, señalaba. Y anticipaba, ante la posibilidad de unos nuevos comicios en diciembre: “Lo peor es la marejada de desencanto por la cual una buena parte de la población culturalmente más dinámica, los más jóvenes sobre todo, digan que están cansados y la gente más refractaria y las generaciones más mayores vayan a votar por el orden y lo malo conocido”.

En Izquierda Unida comparten este miedo. “En un clima de hartazgo ciudadano, tiempos parlamentarios que se alargan y que son incompatibles con las necesidades más urgentes de la gente, y de antipolítica, solo gana la derecha”, apuntan desde la dirección de la coalición a eldiario.es.

El secretario político de Podemos advertía sobre la posibilidad de que se cierre la brecha por la que el partido se coló en las europeas de 2014. “Cuando en un país la gente que no se siente representada irrumpe en política y poco tiempo después dan un paso atrás, solo puede tener un significado cultural conservador”. Errejón mostraba su anhelo de un “componente social y cultural” que permitiera presionar al PSOE desde la calle en favor de un Gobierno alternativo al del PP.

La petición no pierde valor, incluso puede que lo gane, con la inconcreta llamada de Pedro Sánchez durante la investidura de Rajoy para intentar esa alternativa aunque sin postularse él como candidato.

En Unidos Podemos apuestan desde antes de las elecciones del 26 de junio por un acuerdo con el PSOE y otras fuerzas pero no acaban de confiar en las intenciones expresadas por Sánchez el viernes. Mientras no se concrete la oferta, el planteamiento es el mismo: mano tendida y seguir con la construcción interna.

Presionar a Sánchez desde la calle, o no

El viernes, tras el inesperado anuncio de Sánchez, Iglesias le respondió de forma indirecta desde la tribuna del Congreso. “A lo mejor es la última vez que pueden liderar un Gobierno decente”, advertía el secretario general de Podemos.

En la dirección del partido comienza a cundir el hartazgo ante los continuos desplantes del PSOE y emergen partidarios de romper la baraja y dejar de tender la mano para centrarse en lo que pasa fuera del Congreso de los Diputados, donde su inexperiencia y su perfil no siempre casan con el engranaje institucional. El discurso de Pedro Sánchez del miércoles, en el que no les mencionó una sola vez, molestó.

Es aquí donde difieren los planteamientos, aunque solo sea en matices, entre quienes apelan a un uso de la movilización para presionar a Pedro Sánchez y evitar unas terceras elecciones y quienes creen que ese utilitarismo a corto plazo no es lo más aconsejable y apuestan por reforzar la pata social de cara a las hipotéticas, aunque cada vez menos, terceras elecciones y lo que pueda venir después.

También se pone sobre la mesa cuál debe ser el papel que jueguen los partidos en esa movilización. ¿Propiciarla, promoverla, encabezarla, secundarla? En la dirección de Podemos recuerdan la manifestación del 31 de enero de 2015, cuando el partido dio una muestra de fuerza y llenó hasta rebosar la Puerta del Sol en la Marcha del Cambio.

En IU este mismo lunes analizarán en la dirección que dirige Alberto Garzón las opciones que se les abren. “Se comparte la idea de la necesidad de recuperar la iniciativa política, tanto desde la reclamación al PSOE para que se mueva, como para activar la política más allá de las cuatro paredes del Congreso”, apuntan desde el entorno del coordinador federal en una postura que ven “mayoritaria” en la organización.

Unidos Podemos afronta así un debate que no es nuevo en la izquierda: cómo combinar lo institucional y lo popular. Cómo estar dentro y fuera. Cómo vacunarse contra la pérdida de líderes sociales cuando pasan a ser cuadros políticos. Una cuestión que ya se planteó IU desde sus orígenes pero que ahora añade una variable nueva: cinco millones de votos y 71 diputados.

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