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“La batalla de verdad va a comenzar una vez lleguemos al poder”

Julio Anguita, en una imagen de archivo.

Aitor Riveiro

El próximo domingo Alberto Garzón será designado coordinador federal de IU en su XI Asamblea federal, que coincide con el trigésimo aniversario de la coalición. Una de las personas que participaron en su fundación, primero a través de Convocatoria por Andalucía en 1984 que se integró en IU cuando se creó en 1986, fue Julio Anguita (Fuengirola, 1941), con quien eldiario.es cierra su serie de entrevistas con los exlíderes de la organización en la que han participado Gerardo Iglesias y Gaspar Llamazares.

Anguita atiende a eldiario.es por teléfono desde Córdoba. Rememora la fundación de IU y cómo, desde el principio, existieron en su seno “dos almas”: “Una, mayoritaria, que estaba de acuerdo con este proyecto y otra que pensaba que teníamos que ser la 'marca B' del PSOE, que era el hermano mayor al cual siempre había que prestarle apoyo”. Entre los problemas que tuvo IU entonces, asegura Anguita, estaba “Nueva Izquierda, que terminó en el PSOE que era donde debían estar”.

El exdirigente confía plenamente en la figura de Alberto Garzón para liderar la coalición en este momento y pide prudencia sobre el futuro de la organización. Dependerá, cree, de los resultados del 26J y de lo que ocurra en el Congreso de los Diputados: “Puede que se produzca una situación en la que se cree una atmósfera que tienda a una especie de unidad, ya veremos en qué matriz”.

La intención de que IU fuera más que una coalición electoral, que fuera un movimiento, ha estado en el ADN de la organización desde el principio pero no ha terminado de cuajar, ¿por qué?

Con dificultades pero siempre ha estado, sí. Desde el principio surgió la polémica y el debate. En las actas fundacionales y ante notario se recoge la voluntad de construir una alternativa al bipartito. Y esta alternativa se construía mediante un bloque político pero también de un bloque social de elaboración de programa para articular las alianzas necesarias. Pero en la organización había dos almas: una, mayoritaria, que estaba de acuerdo con este proyecto y otra que pensaba que teníamos que ser la 'marca B' del PSOE, que era el hermano mayor al cual siempre había que prestarle apoyo. Ese debate siempre ha estado lastrando las posibilidades de IU porque ha consumido mucha energía.

¿Ese debate sigue hoy vigente?

Menos, afortunadamente, pero todavía hay elementos. Viene de las actitudes de la Transición donde la visión era que la unidad de la izquierda era la unidad parlamentaria entre el PSOE y el PCE, que venía de Francia. Pero en el interior de España, donde se vivió una clandestinidad en la que había que buscar alianzas sociales, surgió el proyecto de CA y de IU. Fue una respuesta distinta a dos concepciones distinta que tenían que chocar.

¿Era más plausible a finales de los 80 y principios de los 90 pactar con el PSOE que ahora, después del acuerdo con Ciudadanos y las políticas puestas en marcha desde 2010?

La historia no dice eso. Siendo yo coordinador federal, en los 90 ya plantee 25 propuestas a Felipe González. Se las entregué, las expliqué y merecí una especie de insulto. En 1993 IU le podía dar la mayoría a Felipe González y él prefirió aliarse con CiU. En 1996 estuvimos cuatro meses negociando un programa con el PSOE pero se rompió al llegar a la política fiscal porque vimos que era imposible. En 1998 hice otra propuesta programática a Joaquín Almunia y Josep Borrell. Esto es lo que dice la historia. Otra cosa es la propaganda que se utilice.

De aquella época se ha recuperado un término estos días, el de la pinza, que sería la de Podemos y el PP contra el PSOE. ¿Cómo vivió aquello?

[Se ríe] El argumento era muy simple y para mentes perezosas. Fue el éxito de la política del spagueti western: el bueno, el malo y el traidor. Un esquema que consuela mucho a las mentes que no quieren muchos líos: PSOE bueno, PP malo, IU traidor. Han pasado los años y se ha visto que eso no era cierto. Cuando nosotros en ruedas de prensa o con el reparto de un millón y medio de folletos en los que se explicaban las votaciones del PSOE con IU, con el PP y de IU con el PP. De IU y el PP solo hubo una, sobre democratización de debates. Pero ahí estaban los medios de comunicación, entre ellos El País, para silenciarlo. Por ejemplo, cuando José María Aznar me pidió por carta que le apoyara en una moción de censura contra Felipe González con el compromiso de convocar inmediatamente elecciones y a gobernar en lo diario, la respuesta de IU fue un 'no'.

Esa “propaganda” como usted la califica tuvo efecto entonces. ¿Lo está teniendo hoy?

Entonces tuvo efecto porque repercutió en una parte de la organización a la que gustaba ese discurso. Era el discurso de Nueva Izquierda, que quería reconducir la política de IU. Uno de los problemas mayores que tuvo el proyecto original de IU fue Nueva Izquierda, que terminó en el PSOE que era donde debían estar.

Aquella fue una época convulsa: se fue Nueva Izquierda, se rompió la relación con ICV en Cataluña. Y coincidió con los principales éxitos electorales. ¿Qué sucedió?

Es que hay que saber por qué se rompió. Una mañana me informa el coordinador de Galicia, de manera sorpresiva, de que va a pactar con el PSOE. Lo tenía preparado y no había dicho nada. Tomó la decisión contra los criterios de la máxima dirección en Galicia violando las normas tanto gallegas como federales. Se convocó una reunión del Consejo Político, que dijo que eso no era correcto. Anxo Guerreiro siguió adelante y la dirección gallega los expulsó. Nueva Izquierda e ICV dijeron que iban a hacer campaña por este señor, algo que no toleraría ningún partido político. Y nosotros no podíamos tolerar que una parte de IU y nuestra organización presuntamente hermana en Cataluña dijeran que iban a apoyar a un candidato contrario al oficial. Por eso los expulsamos.

¿Aquello estaba organizado o simplemente ocurrió así porque tenía que ocurrir?

Estaba en el ambiente. La tentación de que el PSOE era el partido hermano con el que había que pactar contra la derecha olvidando las políticas en las que coincidía con el PP ha sido lo diario.

Es un discurso que desde el 20D hasta la nueva convocatoria de elecciones se ha repetido.

Sí, es como el pacto que suscribió IU con el PSOE en Andalucía para un Gobierno de coalición en 2012. Fue un inmenso error y así se ha pagado. Todavía quedan rescoldos. Parece que nosotros hemos nacido para apoyar en última instancia al PSOE. Eso es un tremendo error porque cuando vemos que el PP y el PSOE coinciden en 2011 en la modificación de la Constitución nos enfadamos pero después vuelve la consideración de que es un partido de izquierdas, etcétera. Con este cisma en el alma no nos podemos entender. Pero ahora en IU, y yo saludo la elección de Alberto Garzón, creo que ese camino se ha dejado totalmente y vamos por el otro.

La nueva convocatoria ha permitido que se alcance un pacto entre Podemos e IU. ¿Cuál ha sido el papel de Julio Anguita en el acuerdo?

Hay mucha tendencia en los medios a la épica (ríe). Yo siempre he sido favorable a esta alianza. Pero no solo a esta alianza, sino a que vaya paralela a una alianza social de todos aquellos que se movilizan en la calle, a quienes aprovecho para volver a pedirles que se organicen. En la medida en la que se me ha pedido opinión la he dado, pero soy uno más de los muchos que están de acuerdo.

¿No ha tenido un papel activo en la negociación y en el acuerdo?

No, no, no. En absoluto. En un momento determinado se me ha pedido opinión, como se le habrá pedido a algunos más. Y yo la he dado.

La unión de Podemos y de IU pone a su alcance convertirse al menos en la segunda fuerza electoral de España. Esto sí puede modificar realmente el tablero de juego.

El 26 de junio no es el fin de nada, es el comienzo de otra cosa. El objetivo debe ser cambiar totalmente España. Radicalmente. Para poner en marcha ese cambio hacen falta dos vectores de fuerza. El primero es la alianza política, que no debe concluir con las elecciones sino que debe reforzarse y ampliarse aún más y marchar juntos en el Congreso de los Diputados, en cada provincia y en cada pueblo.

Y luego está la alianza social de aquellos que se han movido: las mareas, las marchas de la dignidad, Stop Desahucios. De tal manera que se cree entre ellos una especie de coordinadora en donde empiecen a trabajar juntos y a unificar movimientos. Hay que cambiar la manera de dirigirse al público y ser más amable, con menos exhibición de banderas y más programa.

Con estas dos estrategias el objetivo de llegar al poder político es fácil. Porque la batalla de verdad va a comenzar una vez lleguemos al poder. Porque el poder económico no va a estar dispuesto. Pero para eso es necesario tener fuerte un brazo político y muy fuerte el brazo social.

¿Ese “brazo social” no sufre con la entrada en las instituciones? ¿Se puede estar a la vez en la calle y en la toma de decisiones?

En mi época estábamos en el Congreso de los Diputados y todo el día en todo lo que se movía, apoyando reivindicaciones de los sindicatos en la calle o las nuestras propias. Estábamos en la calle. Se trata de hacer lo mismo. Recuerdo una vez en el Parlamento de Andalucía que yo, como portavoz, estaba presentando una propuesta mientras mis compañeros de escaño estaban en la calle del brazo de los trabajadores recibiendo los manguerazos de la policía. Esa ha sido una línea de acción de la IU más genuina.

Hablaba antes de las reticencias en IU y el PCE al pacto con Podemos que, aunque minoritarias, tienen repercusión. ¿Puede ir IU hacia una escisión?

En IU hemos estado acostumbrados siempre a tener elementos de contestación a nuestro programa. Lo importante es que el núcleo central, el mayoritario, sea homogéneo, dé facilidades a los demás para que se expresen y sea muy democrático, y plantee una línea coherente. Yo creo que los más disidentes, cuando vean que IU logra diputados dentro de la coalición con Podemos, que no se diluye y que estamos en la línea correcta de construir una alternativa al bipartito, será todavía más residual. Hay que esperar a que las cosas se vayan imponiendo, sin crispaciones.

Alberto Garzón será el próximo coordinador federal de IU. ¿Cree que es la persona adecuada para dirigir el proyecto en este momento?

Sin duda alguna. Con toda seguridad.

Garzón ha dicho en alguna ocasión que las siglas no son importantes y ha apelado a superar IU como instrumento. ¿Hacia dónde debería ir IU a partir del verano? ¿Debería buscar una unión orgánica con Podemos o mantener cada uno estructuras independientes?

Eso es una cosa totalmente secundaria e incluso baladí. Hay por delante un programa y la necesidad de crear una nueva situación en España. Cuando estén los compañeros de Podemos, de IU, de las mareas trabajando codo con codo en lo diario, intentando llevar el mensaje de que hay que cambiar el país, puede que se produzca una situación en la que se cree una atmósfera que tienda a una especie de unidad ya veremos en qué matriz. Pero dejémoslo, no lo planteemos ahora. Eso es cuestión del trabajo conjunto.

Yo también lo digo, y lo he aprendido en el PCE, que los partidos son herramientas y cuando no sirven se abandonan y se cogen otras herramientas. Siempre hay una especie de amor al partido porque hay lazos emotivos pero hay que saber racionalizar eso.

¿Y cuál debería ser el papel del PCE?

En ese debate mis opiniones no son mayoritarias. Yo soy partidario de que exista una entidad comunista de origen marxista que sirva para reflexionar y para actuar. Sus hombres y mujeres, una vez que debate a la luz de sus principios y de su análisis de la realidad, deben incorporarse a instancias unitarias. Y desde ahí, siendo totalmente leales, tienen que demostrar que son los mejores para que nuestras ideas sean asumidas por la sociedad. Marx, en el Manifiesto Comunista, dice que los comunistas no somos distintos a los demás pero que en cada lucha, en cada momento concreto, hay que tener presente el objetivo final. Esa es la esencia.

El 26 de junio parece difícil que se pueda alcanzar un Gobierno sin un acuerdo de Unidos Podemos con el PSOE. ¿Cómo debe afrontarse la posible negociación que se abra con Pedro Sánchez?

De eso no quiero hablar nada en absoluto porque es una hipótesis que no tengo por delante. Yo estoy trabajando para que la confluencia sea la primera fuerza política. La experiencia me dice que para que el PSOE pacte políticas de izquierdas hay que superarle. Si no tiene fuerzas la izquierda a partir de las elecciones, será imposible el cambio. Que cada uno se lo piense a la hora de votar.

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