Lo que ha dicho y lo que no ha dicho el rey en su discurso sobre la dictadura y los 40 años de la España de la Transición
El rey ha pronunciado un discurso en un acto solemne en el Congreso. Ante diputados y senadores, de la actual legislatura y la de 1977; ante los expresidentes. Felipe ha calificado por primera vez el franquismo como “dictadura” en sede Parlamentaria, y ha hecho un repaso de los últimos 200 años en los que ha destacado algunos acontecimientos mientras otros los ha esquivado.
“La democracia ha comenzado. Ahora tenemos que tratar de consolidarla”. Así ha comenzado el rey Felipe, citando las palabras de su padre pronunciadas en la apertura de la legislatura constituyente, el 22 de julio de 1977. “La democracia ha comenzado”. Es decir, según Juan Carlos y según Felipe, nunca antes hubo democracia, porque la de 1977 no es que se retome, se reinstaure o se recupere, es que comienza: se obvia así el periodo democrático de la Segunda República; un periodo histórico que no se menciona en ningún momento en el discurso del rey.
“[Desde la Constitución de 1812] España vivió bajo la vigencia de sucesivas constituciones que no fueron capaces de proporcionar ni garantizar la estabilidad política, el progreso social y económico ni la convivencia en paz y libertad”. Es decir, la culpa de los pronunciamientos y golpes de Estado militares, incluido el del 18 de julio de 1936, que no se cita en todo el texto del monarca, son consecuencia de unas constituciones “que no fueron capaces de proporcionar ni garantizar estabilidad política”. En conclusión: que si Franco se levantó contra la República no es porque fuera un golpista, es porque la Constitución fue incapaz de “garantizar la convivencia en paz y libertad”. Y añade: “Fue una época convulsa e incierta, en la que se sucedían los pronunciamientos y los golpes de Estado, las guerras y la violencia”. Según el rey, “se sucedían”, como si no hubiera personas que causaran esos “pronunciamientos y golpes de Estado”, como si fueran lo mismo los golpistas que los liberales, los republicanos; los oligarcas o los movimientos obreros.
“La falta de reconocimiento y de respeto dividieron a los españoles. El adversario político era un enemigo y no un rival”. El rey abunda en la equidistancia: “La ruptura del orden constitucional vigente en cada momento fue otro rasgo que con desgraciada frecuencia definió aquel tiempo”. ¿Todos los órdenes constitucionales fueron iguales en los últimos 200 años? ¿Los periodos absolutistas del siglo XIX son iguales a los liberales? ¿Los periodos republicanos son iguales que la Restauración o las dictaduras?
“Es duro mirar hacia todo ese largo pasado y es doloroso pronunciar estas palabras. Aunque es cierto que hubo avances de excepencia en no pocos ámbitos sociales, culturales y científicos”. El rey limita a lo social, cultural y científico los avances. Lo que no cita es que la Segunda República permitió el voto femenino, reconoció los estatutos de autonomía, el divorcio y la separación Iglesia-Estado, entre otros avances políticos.
“Los diputados y senadores elegidos en las elecciones del 15 de junio tenían una responsabilidad histórica: superar las diferencias entre los españoles, convencidos de que la Guerra Civil y la dictadura eran una inmensa tragedia sobre la que no cabía fundar el porvenir de España”. La Guerra Civil y la dictadura fueron “una inmensa tragedia”, pero, lo que no señala el rey son los nombres de los que causaron y participaron en esa tragedia. ¿Se puede hablar de dictadura sin mencionar el nombre de Francisco Franco? El rey lo ha hecho. ¿Y se puede hablar de dictadura sin mencionar la lucha contra la dictadura? Sí, el rey también lo ha hecho. Incluso ha hablado de la tragedia de la dictadura sin poner nombres y apellidos a esa tragedia: presos políticos, represión, torturas, persecución de huelguistas, penas de muerte... Un reguero de crímenes del franquismo que siguen sin juzgarse. De todo esto el rey no se ha acordado en su discurso. Y tampoco se ha acordado de que precisamente las elecciones de 1977 se convocan precisamente por unas Cortes franquistas que aprobaron la ley de reforma política. “De la ley a la ley”, se decía entonces. Una ley franquista basada en unos principios fundamentales del movimiento jurados por su padre, Juan Carlos, al asumir la jefatura del Estado en 1975 tras la muerto de Franco y en 1969 ante el dictador.
“Un Estado de Derecho que preservase, frente a lo ocurrido en el pasado, la legalidad constitucional, como manifestación y decisión de la voluntad soberana del pueblo español”. Esto es lo que se fundó en 1977, según Felipe, “frente a lo ocurrido en el pasado”, en un nuevo ejercicio de olvido de la Segunda República.
“Los diputados y senadores de la legislatura constituyente pueden estar muy orgullosos y satisfechos de su tarea, construyeron la España que querían construir los españoles. Si hoy la democracia y la libertad son una evidencia, se lo debemos a ellos. Porque entonces, hay que recordarlo, no lo eran”. Los diputados y senadores como principales artífices: ni una mención a la lucha antifranquista, y a quienes defendieron la democracia, los derechos laborales durante la dictadura, aun a riesgo de dejarse la vida o de sufrir torturas.
“Gran proyecto de reconciliación nacional, el gran propósito nacional de unir a las dos Españas que helaban el corazón de Antonio Machado”. Un gran proyecto de reconciliación nacional que no se entiende sin la ley de amnistía que libera a los dirigentes del régimen franquista de todo su pasado y sin la aceptación de la monarquía en el pacto constitucional. Pero que nada tienen que ver con ese verso mal citado de Antonio Machado. Machado no hablaba de “unir a las dos Españas que helaban el corazón”; Marchado escribió:
“Desde niño tengo grabados esos versos a fuego en mi memoria por la voz de Paco Ibáñez”, ha escrito el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, en Facebook: “A pesar de la impunidad de muchos criminales y de la deuda de nuestra democracia con los héroes y heroínas que lucharon contra la dictadura y lo pagaron con su vida, con la cárcel y con torturas, la reconciliación fue un logro del pueblo español, propuesta en primer lugar por el mayor partido de la resistencia democrática al franquismo, el PCE. Pero una cosa es eso y otra bien distinta secuestrar a Machado. La historia de la democracia española no merece la equidistancia que el jefe del Estado ha mantenido hoy entre los que lucharon por una sociedad más justa y democrática y los que helaron el corazón de nuestra patria”.
“A pesar de que, por supuesto, ha habido errores y equivocaciones, luces y sombras, como en todos los asuntos humanos, que debemos cambiar, corregir y reformar, los españoles podemos sentirnos orgullosos de lo que hemos construido juntos en estas cuatro décadas”. Tal y como lo cuenta el rey, parece que todos los españoles han cometido errores y aciertos; que quedan igualados. No menciona la corrupción, ni el terrorismo de Estado –sí el de ETA–; tampoco menciona la desigualdad; la crisis económica; los desahucios ni el 15M o la violencia machista por ejemplo.
“Las elecciones que hoy recordamos abrieron el camino al gran pacto constitucional que dio como fruto el bien más preciado de cualquier sociedad democrática: la convivencia”. La Revolución Francesa consagró el “libertad, fraternidad, igualdad”; el discurso del rey consagra la “convivencia” como supremo valor de la sociedad democrática: lo importante es que haya paz –25 años de paz celebró el franquismo en 1964– y convivencia. ¿Convivir con la corrupción, la desigualdad, las guerras injustas, los desahucios?
“Y porque fuera de la ley, nos enseña la historia, solo hay arbitrariedad, imposición, inseguridad y, en último extremo, la negación misma de la libertad; pues como señala una antigua cita: ”La libertad sigue siempre la misma suerte que las leyes: reina y perece con ellas“. Felipe recurre a una cita de Jean Jacques Rousseau para reivindicar el valor de la ley. Lo que no dice el rey es que Rosa Parks, por ejemplo, desafió la ley cuando se sentó en el autobús en el sitio de los blancos. O que quienes paraban los desahucios desafiaban la ley para que familias no se quedaran sin techo. El rey apunta a Catalunya, uno de los principales desafíos del momento que, parece, no termina de resolverse sólo con la aplicación de la ley.
40 años después, la Corona reafirma aquí, ante los legítimos representantes de la soberanía nacional, su compromiso irrevocable con la democracia, con el entendimiento entre todos los españoles y con su convivencia en libertad. Así ha terminado el rey su discurso de este 28 de junio. Día del Orgullo. En el que ha vuelto a insistir en el entendimiento y la conviencia, pero en el que tampoco ha tenido un recuerdo para la comunidad LGTBI.