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Nadia Calviño, la tecnócrata que bajó al barro contra la extrema derecha

La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía, Nadia Calviño.

Irene Castro

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Nadie hace cuatro años y unos meses habría pensado que Nadia Calviño (A Coruña, 1968) iba a poner en pie a la bancada socialista y a llevarse los aplausos de miembros de Unidas Podemos. Pedro Sánchez eligió a la hoy vicepresidenta primera del Gobierno tras la moción de censura a Mariano Rajoy como ministra de Economía y Empresas para enviar un mensaje de tranquilidad a los mercados. Procedente de Bruselas, donde había ocupado distintos cargos en la administración europea, Calviño se presentaba como la guardiana de la ortodoxia financiera en un Ejecutivo progresista apoyado por Unidas Podemos y las fuerzas independentistas. 

Calviño ha sido como un coche diésel: ha ido de menos a más. Llegó como una tecnócrata centrada en la economía y, poco a poco, ha ido adquiriendo un perfil más político. Aunque lleva ya varias sesiones de control creciéndose, el colofón llegó el pasado miércoles, cuando logró la ovación cerrada de sus compañeros, incluida la felicitación de Pedro Sánchez, en su ‘cara a cara’ con el portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, al que recomendó que cambiara de amigos después de decir que no conocía a ningún español que hubiera prosperado desde que los socialistas están en el Gobierno. 

“¿Quiere decir que no conoce a nadie que perciba el salario mínimo interprofesional? ¿Que no conoce a ningún joven que ha conseguido por primera vez un empleo indefinido gracias a la reforma laboral? [le preguntó mientras Sánchez y la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, asentían entre sonrisas] ¿Que no conoce a nadie que se beneficie de las becas? ¿Que no conoce a nadie que se beneficie de la inversión en educación? ¿Que no conoce a nadie que se beneficie de la sanidad pública, del transporte público gratuito, de las ayudas a los autónomos, de los ERTE, de las ayudas a las empresas, de los avales del ICO, del ingreso mínimo vital, de la ayuda a las familias que tienen niños pobres? ¿Pero cómo puede ser, señor Espinosa de los Monteros, que no conozca a ningún español real?”, terminó la vicepresidenta económica sacando del letargo a las bancadas que sustentan al Gobierno. 

En el entorno de la vicepresidenta admiten que ha ido ganando soltura y lo achacan a la experiencia parlamentaria que ha alcanzado en este tiempo. “Te curte”, explican esas fuentes sobre el tiempo que lleva ya al frente de la cartera. También consideran que tiene un mayor foco desde que es vicepresidenta primera en parte porque se enfrenta a “primeros espadas” de otros partidos.

Calviño pasó de la tercera vicepresidencia a la primera con la profunda remodelación del Gobierno que Sánchez llevó a cabo en el verano de 2021. La decisión fue colocarla por encima de Yolanda Díaz para que la titular de Trabajo no estuviera por encima de la responsable económica de la coalición en el escalafón. Una mera formalidad, argumentaban en Moncloa. Lo cierto es que es Calviño quien sustituye a Sánchez al frente del Consejo de Ministros cuando el presidente está en el extranjero. Ya ha ocurrido en varias ocasiones. 

Con la salida de Carmen Calvo, Sánchez se quedó prácticamente sin escuderos. “Calviño va teniendo cada vez un perfil político más alto”, reflexionaba hace meses un observador socialista, que lo atribuye en parte a la necesidad de “mimetizar” a Yolanda Díaz. “Ha ganado un espacio enorme”, agrega. 

Más allá de ganar en el “cuerpo a cuerpo”, Calviño ha potenciado la comunicación en los últimos tiempos, con bastante actividad en las redes sociales con iniciativas como un vídeo de balance de la semana en un minuto o la interacción en plataformas como Instagram. Y se ha ido creando un perfil propio: hace unos meses anunció que no acudiría a debates rodeada de hombres y llegó a quitarse de una foto en una cumbre empresarial porque era la única mujer

La tecnócrata llegada de Bruselas se ha convertido, además, en una de las principales defensoras de medidas de la coalición, como la reforma laboral o la subida del salario mínimo interprofesional, a pesar de haber protagonizado encontronazos al respecto con otros miembros del Gobierno, principalmente de Unidas Podemos pero no solo. Calviño no era únicamente la némesis de Pablo Iglesias, primero, y de Yolanda Díaz y Ione Belarra, después, sino que también era una extraña en las propias filas socialistas, donde llegaron a recordarle que el programa electoral recogía la derogación de la reforma laboral. A pesar del entusiasmo con el que empiezan a mirarla en las filas socialistas, en Podemos conservan la misma opinión que siempre han tenido de ella. 

Pero hace tiempo que Calviño se reivindica como una política progresista, a pesar de sus resistencias. “Para mí ha sido particularmente importante que Europa haya dado esta vez la respuesta acertada a la crisis. Una respuesta progresista que proporciona redes de seguridad no para los bancos, sino para los ciudadanos y los Estados”, expresó en el 40º Congreso del PSOE, en el que recogió un premio. La vicepresidenta sin carnet, que fue la única ministra que renunció a ir en las listas electorales en las generales, sorprendió a los presentes con su discurso. 

“El partido ha estado conmigo desde que tengo memoria. Vengo de una familia republicana, muy comprometida, que me transmitió los valores socialdemócratas, que son los que me han guiado toda mi vida. Hace poco hasta descubría que estuve en las fotos de la primera campaña electoral con 8 años agarrando una rosa. Y ese compromiso con el proyecto es el que me llevó a aceptar la propuesta del presidente Sánchez en junio de 2018. Pensé en aquel momento que nunca me perdonaría no haber estado ayudando a mi país y a un proyecto ilusionante de cambio”, relató Calviño, de quien hasta entonces se sabía poco más que es la hija de José María Calviño, director de RTVE en los tiempos de Felipe González. “Es un día muy feliz y emocionante. Solo tengo una pena y es que no vivan mis abuelos para ver a su nieta vicepresidenta de un Gobierno socialista”, acabó Calviño en el máximo órgano del PSOE hace un año, cuando comenzaba a entrenar para batirse con el portavoz de la extrema derecha.

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