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'The New York Times' desmonta las excusas de Mango para no pagar a las víctimas de Bangladesh
'The New York Times' ha investigado la verdadera responsibilidad de la española Mango sobre las víctimas del derrumbe del Rana Plaza en Bangladesh ocurrido en abril de 2013, a las que de momento se ha negado a indemnizar. Según detalla el periódico estadounidense, la empresa española había realizado un encargo urgente a la fábrica Phantom Tac, albergada en el edificio colapsado. Mientras Mango se excusa en que “todavía no se había formalizado una relación comercial”, empleados del taller aseguran haber comenzado a trabajar en la elaboración de las prendas solicitadas.
Durante la pasada primavera, “debido a sus planes de expansión global”, Mango ordenó un pedido de polos y otras prendas a Phantom Tac compañía propietaria de una de las fábricas albergadas en el el edificio de Rana Plaza. Posteriormente, el 24 de abril, el complejo se derrumbó, matando a más de 1.100 personas en el desastre más mortífero en la historia de la industria de la ropa.
Ocho meses después, The New York Times se pregunta qué responsabilidad tiene Mango y otras marcas con respecto a las víctimas del Rana Plaza, un desastre que “muestra la falta de responsabilidad en la cadena de suministro de ropa global”. Bajo una intensa presión internacional, cuatro marcas acordaron en diciembre de 2013 ayudar a financiar un fondo de 40 millones para indemnizar a las víctimas.
Pero muchas otras marcas, entre ellas Mango, se han negado a contribuir al fondo argumentando que no había “formalizado una relación comercial” con Phantom Tac. Según explica The New York Times, desde Mango defienden que todavía se estaban llevando a cabo inspecciones de calidad y auditorías de fábrica de Phantom Tac, y que la fábrica no había comenzado a producir las muestras para su pedido de 25.000 prendas.
Pero el periódico estadounidense recuerda que, a lo largo de las entrevistas realizadas durante varios meses, supervisores y otros empleados de Phantom Tac aseguraron que ya habían comenzado a trabajar en la elaboración de las muestras para Mango cuando se derrumbó el Rana Plaza. Según los testimonios recabados por The New York Times, los trabajadores ya habían empezado a marcar y cortar las telas e incluso algunos empleados dicen que ya se estaban cosiendo algunas de las camisas.
“Los directores dijeron que teníamos que terminar los productos Mango urgentemente. Dijeron que, si conseguíamos terminar este trabajo rápidamente, tendríamos más pedidos de Mango”, explica Mohammed Mosharuf Hossain, trabajador de una sección de corte de Phantom Tac, en testimonios recogidos en esta investigación periodística.
Las marcas dependen de fábricas en los países en desarrollo como Bangladesh, donde los salarios son muy bajos. Además, la presión para trabajar más rápido y más barato ha generado edificios inseguros, condiciones de trabajo deficientes y violaciones laborales. El reportaje recuerda que los consumidores saben poco acerca de estas fábricas, al mismo tiempo que las marcas globales prometen que su ropa está fabricada en ambientes seguros.
A lo largo del artículo, el New York Times hace hincapié en la responsabilidad española sobre las víctimas del Rana Plaza pero también menciona que Phantom Tac intentó en un principio demostrar que una fábrica de Bangladesh podía ser socialmente responsable. “David Mayor, copropietario de la empresa, había conseguido los encargos de varias marcas españolas. Se había unido a un misionero en el Bangladesh rural para ofrecer un programa de capacitación para las mujeres trabajadoras”, explica el periodista Jim Yardley. “Pero las presiones sobre Phantom Tac para cumplir los plazos y ganar dinero hizo difícil alcanzar esos objetivos sociales”.
Así, detalla que los empleados de la fábrica aseguraban que, aunque tenía trabajo, había sufrido determinados reveses: Inditex había cancelado pedidos el año anterior después de que la fábrica suspendiese una auditoría de cumplimiento social. Y varios empleados indicaron que también habían surgido otros problemas después de que fueran descubiertos trabajadores menores de edad trabajando como ayudantes. Actualmente David Mayor está en paradero desconocido y su socio de negocios de Bangladesh, Aminul Islam, está preso por el derrumbe del edificio.