@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.
La era de los dinosaurios falsos
Hace poco se publicó un nuevo dinosaurio bautizado Halszkaraptor con una combinación extraña de características: patas traseras fuertes y con grandes garras como las del afamado Velociraptor (conocido por su aterrador papel en Parque Jurásico), cabeza similar a la de un cisne y patas delanteras mitad aletas, mitad brazos; algo así como un cisne diabólico. La combinación generó sorpresa entre los especialistas por ser novedosa, aunque también cierta sospecha y algunas comprobaciones extra, porque el fósil de Halszkaraptor tiene una historia complicada que hace temer que pudiera ser falso. En efecto: vivimos en una época en la que hasta los dinosaurios pueden ser de pega.
En ciertas zonas de China y Mongolia abundan los fósiles del final del Cretácico, una época fascinante por los dinosaurios que vivían entonces y, en especial, clave en la evolución temprana de las aves. Desde que en las últimas décadas coleccionistas y museos pagan importantes sumas por ejemplares espectaculares han abundado las ventas, los expolios de yacimientos sin permiso de las autoridades ni control geológico y lo peor de todo: las falsificaciones, algunas de sobresaliente calidad. Porque cuando hay dinero por medio, no hay respeto científico que valga.
Se han detectado ejemplares fósiles de aves primitivas que resultaron estar formadas por restos de dos animales diferentes montados para que parecieran uno. Los falsificadores han aprendido a desmenuzar el sedimento que rodea a los fósiles reales para crear una especie de cemento que luego usan para disimular los detalles que podrían delatarles. En ocasiones, llegan a pulverizar hueso real para reconstruir piezas faltantes de un modo casi imposible de diferenciar de un fósil auténtico. Algunas de estas piezas truchas acaban llegando a manos de museos que las exponen pensando que son reales, o incluso confundiendo a científicos, que crean a partir de ellas nuevas especies y variedades de paleofauna. Y los expoliadores y artesanos que las fabrican cada vez son más hábiles en su actividad fraudulenta.
Esto no sólo ocurre allí: en ciertas zonas de Marruecos, es muy común encontrar a la venta trilobites como souvenirs, a veces construidos con piezas de varios fósiles diferentes manipuladas y reacondicionadas para parecer un único ejemplar. El comercio de fósiles tiene estas cosas: para empezar, un resto fósil extraído de su lugar de reposo pierde automáticamente gran parte de su valor al impedir el estudio de las circunstancias y el momento de su fosilización. Todo lo que es valioso se acaba falsificando y en el caso de los restos del pasado cuanto más raros, más caros son; científicos y museos tendrán que tener mucho cuidado, como parece ser han tenido en el caso de Halszkaraptor, del que no parece haber sospechas sobre su autenticidad aunque el historial de la pieza presente lagunas.
Imagen de Ghedoghedo - CC BY-SA 3.0
Sobre este blog
@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.