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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Zoe Laso: “Ver está sobrevalorado”

Zoe Laso

Raúl Gay

Soy de la opinión de que es mejor nacer retrón que quedarse retrón. Menos duro. No sé si esta teoría puede aplicarse a la ceguera, pues no tiene nada que ver moverse en silla de ruedas con la ausencia de un sentido tan importante. A falta de desarrollar un post sobre el asunto, entrevisto a Zoe Laso, una seguidora del blog que perdió la poca visión que tenía hace apenas 6 meses.

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¿Cuánto veías antes de quedarte completamente ciega?

Lo que yo tenía era de nacimiento y, por ello, definir cómo o cuánto veía es complicado... Para mí era mi normalidad, para cualquier otro sería una miseria. Lo suficiente para desenvolverme sola, sin ayuda de nadie ni necesidad de adaptaciones. Por el ojo izquierdo nunca he visto, tengo malformación congénita. No se formó del todo antes de abandonar el útero materno y así se quedó. En el derecho tenía astigmatismo y miopía; nada que unas gafas o unas lentillas no solucionasen.

¿Qué sucedió?

El día que perdí la visión fue un me pasó el jueves 20 de junio por la tarde, a las 17:30 más o menos: salí de currar, me fui a casa, comí y me eché la siesta. Por la tarde iba a ver actuar a una de mis primas pequeñas en el festival de fin de curso. Cuando mi madre aparcó el coche y bajé, tropecé con un bordillo. Entonces mi retina se despegó. Una mancha amarillenta impedía que viese bien.

Ya en el pabellón, sacaba el móvil, lo miraba de cerca, intentaba buscar un punto fijo a lo lejos... Y, nada, ahí seguía la mancha. Miraba a mi madre y a mi tío que estaban al lado pensando cómo decirles lo que estaba pasando... Pero mi cara lo decía a gritos. Me preguntaron qué ocurría… Y, de ahí, a urgencias.

¿Qué sentiste?

No sabría explicarlo.. Supe que era algo malo. Algo me decía que había malas noticias. Yo lo llevé con resignación; en casa... En casa lo han pasado realmente mal. Cualquiera puede pensar que yo ya tenía dificultades y que también tuvieron que adaptarse a ellas cuando nací. Pero en realidad no: igual que era mi normalidad, era la de ellos.

A los dos meses de estar así les dije que se acabó el lamentarse; si yo estaba fuerte no podía arrastrarlos porque terminaría cayendo. Parece ser que mi discurso fue convincente… Pasaron de llorar por lo que había sucedido a celebrar los avances que iba consiguiendo.

¿Cuál fue el proceso posterior?

Los dos primeros meses no podía moverme de casa. Dormía como un murciélago, casi literal. En una cama de hospital con los pies elevados al máximo y la cabeza bajada del todo; con cojines debajo de las piernas para subirlas aún más. Y, boca abajo, claro. Se supone que la presión sanguínea contribuiría a la fijación de la retina que estaba cosida.

En casa, no me dejaban ni atarme los zapatos sola. Movimientos pausados y ayuda para casi todo. Cuanto mejor soldaran los puntos, mejor.

Después llegó la rehabilitación en la ONCE. Primero, las tareas del hogar; luego me puse con tiflotecnología (adaptaciones informáticas) y con el Técnico en Rehabilitación para aprender a desenvolverme por la calle.

¿Qué has hecho durante la baja?

Unos meses antes de que perder la visión estaba planteándome retomar los estudios, así que, principalmente, mi baja la he dedicado a eso: a estudiar. Hace 2 semanas he tenido mis primeros exámenes. Aún no he recibido las notas, pero sólo el haberme presentado para mí es suficiente.

Primero porque estudiar de oído es algo complejo. Un día que tengas tonto o con la cabeza en otra cosa, olvídate de hacer nada. Y segundo porque tenía dudas sobre cómo serían los exámenes adaptados. Sin problema.

Llegan en un CD. Yo los contesto en un documento de Word y lo imprimen al finalizar la hora. Si es de tipo test, me leen las preguntas, yo contesto y marcan mis respuestas.

¿Te has adaptado bien a la oscuridad total?

Adaptarme a esta nueva situación está siendo más sencillo de lo que jamás hubiera imaginado. Y, aunque suene frívolo, roza lo gracioso.

Pasear tranquilamente por la calle y que sólo por el hecho de acercarte a un paso de peatones se abalancen sobre ti 3 o 4 personas y te asusten; subir al autobús y que por no querer sentarte todo el que se sube en las paradas siguientes a la tuya te pregunten al subir que si necesitas ayuda; esperar a alguien parada en una acera y que quien pasa se pare ante ti y te pregunte si quieres cruzar la calle… Esos y tantos otros ejemplos que a mí me enseñan día a día el lado humano de la sociedad que creía perdido.

¿Caíste en algún tipo de depresión?

Todo el mundo ha estado desde el minuto uno esperando a que me derrumbase en algún momento… Familia, amigos, médicos, técnicos... Pero no ha sucedido.

He tenido mis noches en vela y, evidentemente, mis momentos de bajón. Pero han sido pocos y muy puntuales. Por suerte, estoy rodeada de lo mejor; ni ellos permitirían que eso pasase, ni yo puedo dejar que ellos sufran.

La vista está sobrevalorada porque yo era la primera que decía que si algo así me pasaba moriría. Y, no sólo sigo vivita y dando guerra, sino que he aprendido que era un sentido. Tengo 4 más con los que me complemento perfectamente.

Si te dan a elegir, ¿prefieres nacer ciega o perder la vista a los 25?

Evidentemente, perderla a los 25. Un ciego de nacimiento, por mucho que le expliquen las cosas, depende única y exclusivamente de su imaginación. A mí me hablan de algo y le pongo la forma adecuada... Si no sé en ese momento cómo es, me ponen un ejemplo y solucionado. A la hora de comprar ropa, por ejemplo, me hablan de colores o dibujos y mi cabeza sabe restructurarlos sin dificultad. Eso ya sin entrar en que he podido ver a mi gente y los paisajes que me rodean. Y yo misma me he visto la cara.

¿Cómo te ayuda la tecnología?

Una voz me acompaña ahora: ordenador, móvil, películas, libros... Todo está preparado. Es cierto que queda mucho que hacer en pro de la accesibilidad, pero cada día salen más avances.

Estás a punto de emanciparte. ¿No te da vértigo?

La verdad es que estoy muerta de miedo. Pero no más de lo que estaría si viese. Me desenvuelvo genial como ama de casa. Mi gran hobby es cocinar, ahora tengo una báscula parlante.

¿Te planteas utilizar perro lazarillo?

Ya he mandado la solicitud a la ONCE. Ahora toca esperar... Somos muchos y lleva un proceso. Ganaría movilidad: el bastón es útil pero el perro ve por ti.

¿Qué añoras ver?

Me preocupa más lo que no podré ver nunca. Una de mis paranoias es, en el futuro, no poder ver la cara de mis hijos. En realidad, creo que he visto hasta ahora todo lo que tenía que ver. Punto a favor de los demás: no veré envejecer a ninguno, jaja.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

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