Los argumentos genetistas como explicación de la estructura social, descritos perfectamente por el Profesor Navarro, sostienen que “las desigualdades de renta se presentan como resultado de la diversidad en la composición genética de la población”. Estos estudios de dudosa entidad se están anunciando desde instancias conservadoras y neoliberales como una justificación científica de las crecientes desigualdades sociales. Es decir, como una demostración de que dichas desigualdades son inevitables y, por tanto, resultará inútil y artificial intentar combatirlas. Al igual que tantos otros argumentos elaborados por las élites reaccionarias, su pretensión es la de elevar un cierto statu quo contingente y alcanzado mediante el ejercicio impúdico del poder a la categoría de ley de la naturaleza.
A pesar de la potente maquinaria propagandística que se pone al servicio de la difusión de estos pseudoargumentos, lo descarado del intento nos provoca la tentación de desestimar todo el asunto como un enemigo débil. ¿Quién está dispuesto a aceptar, en nuestras modernas democracias occidentales, que tenemos que ponernos seriamente en guardia ante este tipo de ridículas teorías? Parece inimaginable que alguien que aspire a alcanzar el poder en democracia pueda exhibir públicamente un discurso basado en la concepción de que ciertas personas son superiores a otras por razón de cuna.
Inimaginable... Pero cierto.
Mariano Rajoy Brey defendió en sendos artículos en El Faro de Vigo dicha visión de la sociedad. En estos artículos, uno publicado en 1983 y el otro en 1984 (gracias a losgenoveses.net por ponerlos a disposición de todo el mundo), el actual presidente del Gobierno nos explicaba más o menos lo siguiente (hasta qué punto es una parodia es algo que el lector puede decidir por sí mismo sin más que comparar con los originales):
Existe una correlación entre la carga cromosómica y la buena o mala cuna. Por ejemplo, si tienes un chalet en La Moraleja, vas a un colegio privado, tu madre viste de Prada y tienes apellidos de Grande de España, sabemos que tus cromosomas son buenos. Sin embargo, si vives en un barrio obrero de Jaén y te gustan Los Chichos, deducimos que tu ADN no es el top del top.
Mientras el sistema político es como Dios manda, las dos cosas van unidas y las leyes del elitismo mendeliano se cumplen que da gusto: el que tiene el chalet en La Moraleja es el de los cromosomas fetén.
Pero claro, a veces ocurre (qué le vamos a hacer) que llegan los socialistas al poder y dan rienda suelta a la motivación más intensa de las que conforman su pérfida ideología: la envidia. Apoyados en esta fuente de odio por el superior, estos enviados de Satán no sólo violentan las leyes divinas, sino también las leyes científicas de Mendel. (Uno podría pensar que tanto las primeras como las segundas son inviolables, pero el demonio es poderoso.) Así, desde la envidia, los socialistas empiezan a hablar de una falsa igualdad y comienzan a redistribuir la riqueza.
Por suerte, cuando los socialistas llevan unos años en concubinato con el demonio y retorciendo la estructura del espacio-tiempo, unos cuantos miembros de las buenas estirpes (que han sabido evitar la redistribución de la riqueza, y por tanto el empeoramiento aparente de sus cromosomas, de maneras muy útiles y divertidas que no voy a detallar aquí) se reúnen en la suite de un hotel caro, compran unas cuantas televisiones, empiezan a difundir las verdades científicas que subyacen a toda sociedad como Dios manda, y todo vuelve a su cauce. El Universo, contento de que se vuelvan a cumplir sus leyes, sonríe al niño Jesús.
Es por esto que nos llaman conservadores. A causa de nuestro inmenso respeto por las leyes de la biología molecular y la sociología científica.
Permitidme que resuma mi exposición teórica para concluir este ensayo (el cual debería estudiarse en todas las universidades del mundo, aunque no seré yo quien lo sugiera):
Hay gente que tiene cromosomas buenos. También hay gente que tiene dinero y poder. Cuando las leyes de la naturaleza se cumplen, es decir, cuando no las violan insidiosos socialistas, estos dos grupos de personas coinciden. La historia de la ciencia está llena de pensadores profundos, como yo, que han demostrado que esto es cierto. Aquellos que han escrito lo contrario lo han hecho desde la envidia que les produce el hecho de tener cromosomas malos. Vota Alianza Popular. No vayas en contra de la estructura irrefutable del Universo.
No hay duda de que es delirante, de que, si no conociésemos al personaje, pensaríamos que Rajoy había escrito los artículos después de meterse de todo en una noche loca de la movida. Pero aparte de reírnos de la zafiedad intelectual y de la capacidad para el razonamiento circular del entonces diputado de Alianza Popular, es conveniente recuperar la compostura y no desdeñar algunas cuestiones inquietantes relacionadas con estos artículos.
Sabemos lo que estáis pensando quienes no los habéis leído todavía: “no es posible, exageran”; o bien “los artículos son falsos”. Merece la pena la inversión de tiempo en su lectura, sobre todo del primero, y su comparación con nuestra parodia. Por otro lado, los artículos son auténticos y a lo largo de los años ha habido referencias a ellos por aquí y por allá. Entonces, ¿por qué tan sólo un pequeño porcentaje de los españoles ha leído estos artículos (que no han sido censurados, ni son secretos, ni nada que se le parezca)? ¿No es informativamente relevante que el actual presidente del Gobierno defendiese las desigualdades sociales basándose en argumentos genéticos? ¿Cómo ha llegado la sociedad española a poner en las manos de este individuo cuestiones tan sensibles como la sanidad y la educación públicas, fundamentales precisamente para reducir las desigualdades causadas por la cuna? En la respuesta a estas preguntas se esconden muchas de las más graves deficiencias de nuestra democracia.
Sin ningún rastro de ironía, creemos que la gente puede cambiar de opinión acerca de cualquier cosa a lo largo de treinta años. Uno de los autores de este post habló de lo suyo hace poco, y el otro era más o menos igual de zoquete. Puede que Rajoy, si fuese preguntado, afirmara que le ha pasado lo mismo. El problema es que su política actual, sus medidas relacionadas con la atención sanitaria de los inmigrantes ilegales, con los desahucios, con la educación, con los dependientes, todo ello se adapta como un guante a lo que escribió en los dos artículos de El Faro de Vigo en los años ochenta.
Volviendo a lo apuntado en el primer párrafo del post, en ningún caso debería quedarse el lector con la impresión de que afirmamos que el argumento genetista es el núcleo del argumentario neoliberal. El poder busca argumentos para mantener el statu quo, y éste es simplemente uno de ellos; minoritario, en realidad. Más específicamente, los argumentos genetistas podrían ser demolidos y el neoliberalismo no se vería afectado en absoluto. Hemos destacado los argumentos genetistas en este post porque parecen rebrotar en ciertos círculos y porque nuestro actual presidente del Gobierno los abrazó con fruición en su juventud. Sean minoritarios o no, los utilizó el ahora político más poderoso de España. Pero los argumentos genetistas no son importantes por sí mismos, sino en la medida en que ayuden a las élites a justificar que ellos sean las élites y no otros, a mantener el orden establecido.
Lo esencial del asunto es que el presidente del Gobierno buscaba razonamientos que justificasen las desigualdades entre las personas. Éste es el punto clave y los detalles deberían ser casi irrelevantes. Seamos más concretos. El argumento favorito del neoliberalismo (de indudable éxito incluso entre sectores sociales desfavorecidos) para explicar por qué las cosas son como son se basa en una especie de “meritocracia a posteriori”: los ricos son ricos porque, de algún modo, se lo han ganado (por su esfuerzo, por su talento...). Como sólo hay que justificar a posteriori por qué las élites son élites, estas argumentaciones suelen ser poco más que meras tautologías. ¿Son estas justificaciones menos falsas, menos dañinas, menos injustas que los argumentos genetistas? No, no y no, respondemos nosotros. Y, sin embargo, sospechamos que quienes negamos tres veces estamos en franca minoría entre la ciudadanía.
Éste es uno de los asombrosos logros del neoliberalismo en nuestras sociedades democráticas.