Hace unos días empecé las clases prácticas del coche. Lo confieso, no tengo carné pero estoy en ello. Y es que durante años, desde que suspendí el teórico dos veces, me he negado a volver a pasar por esa prueba demoníaca que es el teórico del coche. Algunos dirán que es una tontería, pero a mí me causó mucha frustración en su momento, así que lo dejé hasta este año. Volví a estudiar, a principio de verano me puse en serio y, tras un intento fallido, lo conseguí.
Para poder hacer el examen tuve que pasar el reconocimiento médico. En mi certificado de discapacidad pone, aparte de otras muchas cosas, que tuve crisis convulsivas que hace ya cerca de 13 años que no me dan, así que tuve que pasar de nuevo por manos de un neurólogo que me certificara eso mismo, que todo estaba bien y que iba a poder conducir sin problemas. Así que el siguiente paso fue hacerme el certificado médico. Allí me trataron estupendamente, me hicieron las pruebas de rigor y me facilitaron mucho las cosas. Así que después de todo este periplo médico me presenté al primer examen y lo suspendí, creo que me puse nervioso o que mi exigencia no me dejaba hacer bien las cosas, cosa que me solía pasar mucho hace unos meses.
Decidí presentarme dos semanas después y en esas dos semanas lo único que hice fueron test. El sillón donde me suelo sentar tenía perfectamente marcada la huella de mi trasero y mi ratón pedía un descanso a cada rato. Así que esa mañana en la que me examinaba fui a coger el autobús y no llegaba, me di cuenta de que había mirado mal el horario de los autobuses, así que empecé a ponerme nervioso, pensaba que no iba a llegar, de hecho estaba en el autobús y quedaban 5 minutos para llegar… y yo creía que estaría más lejos. Total, que bajé volando del bus y volando llegué a la puerta de Tráfico. Ya me habían nombrado, pero aún así me dejaron pasar.
Empapado en sudor y con el sabor del fracaso en la boca hice un examen que pensé que había vuelto a suspender. A los dos días miré los resultados y sorprendentemente había pasado con 2 fallos.
Estos días estoy haciendo la parte práctica. Llevo semanas pensando qué iba a necesitar. ¿Tendrá que ser el coche adaptado?¿Podré conducir un automático?¿Podré hacer bien el giro de los pedales? Un montón de preguntas se han agolpado este tiempo sobre mi cabeza… y llegó el momento. El lunes pasado, por fin, me subí al coche. Así sin anestesia nada más llegar. Quizá ese tipo de cosas son las que hacen que no me ponga nervioso, total, ya estamos ahí…
Y todas las dudas desaparecieron en los primeros minutos. Podía conducir perfectamente, los pedales estaban a una altura accesible y podía hacer el giro exactamente como marcan los cánones, que dirían los futboleros. Así que, durante ochenta minutos estuve conduciendo, disfrutando, viendo el mundo como antes no lo había visto. Y es que para un retrón hay cosas que parecen que son mundos y luego son maravillosas.