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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Otras voces: Rediseñar la empatía

Retrona sin brazos ata los cordones de unas zapatillas con los pies

Manuel Calvillo

Hoy reproducimos en “Otras voces” un artículo de Manuel Calvillo que nos ha encantado. Sacado de su blog, “La tiranía de la normalidad”, sin más, os dejamos que lo disfrutéis:Manuel CalvilloSacado de su blog

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Seguro que algunos de vosotros conocéis programas y proyectos educativos o sociales que pretenden acercar la realidad de las personas con discapacidad a la población general, buscando así aumentar la empatía hacia la vida y las necesidades de las personas que ven con sus oídos, que hablan con sus manos o que andan sobre ruedas.

Algunas de estas actividades consisten en charlas o vídeos que cuentan en primera persona la vida de alguien que, por cuestiones de nacimiento, por alguna enfermedad o porque una mala curva la da cualquiera, han tenido que enfrentarse a un plan que no estaba en sus planes y a una realidad nunca diseñada para ella.

En otras ocasiones estos proyectos de sensibilización consisten en participar en actividades o circuitos en los que por unos instantes te metes en la piel de ciegos, cojos, sordos, parapléjicos, … De esta manera te enfrentas a la dificultad de desplazarte por unos minutos en silla de ruedas y de tener que superar una serie de barreras; o experimentas los problemas y la inseguridad de moverte e interaccionar con el entorno y las personas cuando, con un antifaz en los ojos y bastón en mano, el único intermediario entre el mundo y tú son los sonidos y el sentido del tacto; o vives por unos minutos el abismo que hay entre los demás y tú y te sorprendes de lo ensordecedor y extraño que puede llegar a ser el silencio absoluto cuando te colocas unos cascos aislantes.

Si has probado algunas de estas u otras experiencias, casi con toda seguridad te habrás sentido por unos instantes muy cerca de las personas para las que estas situaciones son mucho más que un juego, y muy probablemente te hayan hecho pensar: “si tuviera que renunciar a algo, ¿qué discapacidad preferiría?”

No trato de poner aquí en duda la utilidad de estas actividades creadas para educarnos en la inclusión, en la empatía y el respeto a lo diferente, ni pretendo negar con este post su poder para ayudarnos a ponernos en sus lugares comunes y ser así más sensibles ante muchas cosas cotidianas para las que nuestra capacidad nos discapacita.

Sin embargo intuyo cierto riesgo, algo que no termina de gustarme en ellas. ¿De verdad es lo que yo siento al ir en una silla de ruedas lo mismo que siente una persona con ruedas por pies desde hace 25 años por culpa de un accidente? ¿Mientras estoy en este escenario son equivalentes mis sensaciones a las de una persona sorda , a las de un joven con un mínimo resto visual o las de una chica de 28 años con síndrome de down? No lo creo, mi inutilidad para manejar una silla de ruedas o para andar a ciegas no debe ser la misma, mis sensaciones mis emociones, mis pensamientos no deben ser tan parecidos a los suyos.

Nos falta la habilidad de los murciélagos que desarrollan los ciegos para guiarse y comunicarse sin referentes visuales, la fuerza y la pericia en los brazos y en el cuerpo de los que llevan miles de kilometros rodados, el aprendizaje, las capacidades y el carácter de las personas con discapacidad intelectual que han aprendido a ser ellos mismos en un mundo en el que nosotros nos sentiríamos perdidos en busca de nuestro papel.

Estas actividades de sensibilización son anécdotas, pero para entender necesitamos la biografía. Estas prácticas educativas son un lugar en el mapa, un destino, pero para entender necesitamos conocer el viaje. Ese escenario personal, esa biografía le da un significado totalmente diferente a estas experiencias aisladas.

Vivir cada instante sin ver, sin oír, no moviendo más que la cabeza, o ser mirado cada día como si fueras una niña porque tu cara down es un reto para la inteligencia debe construir inevitablemente una experiencia diferente del vivir en un entorno incapacitante.

Por todo ello estas actividades educadoras de la empatía encierran a la vez una sutil perversión. Tras sentirte como discapacitado por unos minutos puedes acabar por formarte una visión trágica, paternalista y lastimosa de la discapacidad y de las personas que la habitan. Y, como ya hablamos en este blog, en la mayoría de las ocasiones esta imagen trágica pertenece sobre todo al mundo de “los normales”, no es real que las personas con discapacidad se sienten ni más desgraciadas, ni más tristes, ni más infelices que el resto.

Hemos de reconocer que después de participar en estos circuitos que nos ayudan a sentir las desventajas de la discapacidad por unos minutos sabemos algo más, pero muy poco, y es posible que este sentir sin conocer contribuya a reforzar antiguas perspectivas, actitudes y estereotipos. Poco ha de ayudar esta educación a una verdadera inclusión.

Para potenciar la utilidad y el poder de cambio de estas actividades y espacios de simulación de la discapacidad debieran de cuidarse más las emociones y los pensamientos que se quieren generar con estas actividades y circuitos en las personas que las “prueban”. Creo que pueden ser actividades muy útiles para re-diseñar la experiencia que de la discapacidad tenemos los que estamos al otro lado, pero para ello necesitaríamos que al completar estos circuitos, los niños y adultos que los hacen terminaran contagiados de la empatía necesaria para reconocer las barreras y los problemas que éstas pueden ocasionar y del enfado suficiente para no ser indiferentes, para luchar y para aprender que la igualdad exige tratar de manera diferente a los que no son iguales.

Pero además el paso por estas experiencias educativas deberían contagiar la pasión de vivir que sienten la mayoría de las personas (también las “condiscapacidad”), de sus preocupaciones, sus alegrías, de sus aspiraciones a ser quienes son y de los nulos deseos de cambiar su discapacidad por cualquier otra.

Por todo ello me gusta el vídeo que dejo en esta entrada. Porque se aleja de los falsos atajos del inspiration porn. Porque trabaja desde la verdad y la sencillez. Porque todo es mucho más simple, porque se trata de devolverles la voz a los protagonistas, dejar que muestren lo que ellos son, dejarles que elijan sus personajes y que se desnuden colocándose las máscaras que quieran, darles el guión, la cámara, el escenario, … Y sentarse a ver y disfrutar.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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