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Los 'alumnos fantasma' de la universidad

Una clase en una universidad madrileña.

Paz Vaello Olave

Gonzalo Helbert empezó durante este curso tercero de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, pese a que sabía que su nombre no aparecería en las actas. Acumulaba un retraso de la matrícula del año pasado que no podía pagar. Su padre, fotógrafo, no tiene trabajo. Es su madre, periodista y con un “sueldo medio”, la que debe afrontar todos los gastos familiares, incluida la hipoteca.

“Empecé a ir de oyente a las clases y hablé con los profesores para que me dejaran examinarme y me guardaran las notas hasta que regularizara mi situación”. Alguno le puso pegas, sobre todo a la hora de realizar las prácticas, obligatorias –cuenta Gonzalo–, por si después de contar con él en la planificación de los trabajos grupales y el correspondiente seguimiento individual, cuando por fin pudiera abonar lo que debía, le tocaba otro profesor. “Por lo general, los profesores entienden estas situaciones y te ayudan. La mayoría me dio todas las facilidades para que no perdiera el año”.

Finalmente, aunque tarde, Gonzalo pudo saldar su deuda y matricularse: “He buscado trabajo, pero no he encontrado, así que mi madre ha tenido que hacer un gran esfuerzo, tirando incluso de familiares, para que pudiera seguir con la carrera, al menos por ahora”.

Situaciones límite

Cuando se anunciaron las tasas de las universidades públicas españolas para el curso 2013/2014, tanto rectores como asociaciones de estudiantes alertaron de que el aumento de los precios, que en el caso de Madrid y Cataluña ha llegado a un 66% entre los dos últimos años (el máximo autorizado por el Ministerio de Educación), unido a las trabas cada vez mayores para acceder a las becas (del 5,5 anterior ahora se pide un 6,5 de nota media), iba a acarrear problemas para muchos estudiantes. Ni unos ni otros se equivocaron.

“En estos últimos años se da una nueva casuística: hay estudiantes que de repente no pueden afrontar un pago y se quedan fuera del sistema. A veces te enteras porque un alumno desaparece de las listas y das el paso de hablar con él, y otras es el alumno quien viene a verte. Yo hablo con ellos, les digo que se pongan en contacto con el Vicerrectorado de Estudiantes para que se enteren de las ayudas que hay. Mientras se soluciona la parte administrativa, yo los mantengo en clase y, por supuesto, si han hecho algún examen, les guardo la nota hasta que lo puedan arreglar”, nos cuenta un profesor de la Universidad Miguel Hernández, de Elche, Alicante, que prefiere no dar su nombre para no perjudicar a los estudiantes que se encuentran en estos casos.

Estos alumnos fantasma no son muchos, pero constituyen la cara más dramática de una situación general de dificultad para asumir los costes actuales de los estudios universitarios.

Más alumnos obligados a abandonar

Con la subida de más del 60% en los grados en este centro, nos cuenta un profesor de Trabajo Social de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), “se están generalizando situaciones difíciles que antes eran excepcionales y que impiden realizar el trabajo académico con normalidad. Las revisiones de exámenes se han convertido en un melodrama donde de lo único que se habla es de la situación económica de los estudiantes”.

Lo más habitual es que los alumnos pidan que les suban la nota para no perder la beca o para no tener que afrontar una segunda matrícula. Pero este profesor también se ha encontrado con alumnos que desaparecen de las listas por no haber podido pagar a tiempo. “Estas situaciones se abordan de distintas maneras, ninguna de ellas satisfactoria: les ofreces mecanismos para subir las calificaciones, les guardas la nota hasta que solucionen su situación... Yo antes les decía a los alumnos de primero que suspendían y que se lo tomaban muy a pecho que no se preocuparan, que era normal y formaba parte del proceso de aprendizaje. Ahora harían bien en preocuparse”. Y es que cada vez son más los que se ven obligados a abandonar sus estudios.

“Me he tenido que cambiar a Ingeniería Civil”

Así le pasó a Javier Martín, de 19 años, que en su primer año en Ingeniería de Caminos en la Universidad Politécnica de Madrid obtuvo una beca de 3.500 euros que, al no haber superado el 50% de los créditos, debe devolver: “Aprobé tres asignaturas de diez. Más o menos estoy en la media. Al ser una ingeniería, es bastante complicado aprobar más el primer año”.

Su hermano se fue a trabajar al extranjero al acabar la carrera, pero aun así sus padres tienen serias dificultades para financiar la carrera de Javier con los menos de 1.000 euros que ganan entre los dos y que destinan en parte a la hipoteca del piso. “El año pasado la primera matrícula eran 1.600 euros. Este año ha subido a 2.000. Y con las siete segundas matrículas habría tenido que desembolsar unos 3.000 euros por el curso completo. Como no puedo, me he tenido que cambiar a Ingeniería Civil. Ahora empiezo a trabajar de cajero, y voy a pedir las becas que han salido en la Politécnica para el año que viene, porque el Estado ya no me da”.

“Segunda, tercera y cuarta matrícula: una ruina”

Javier es uno de los cerca de 30.000 alumnos que en junio de este año constaban como morosos en las universidades de toda España. “Con los 3.500 euros de la beca del curso pasado estoy financiando más o menos el nuevo. Cuando tenga que devolverlos, ya veré lo que hago”.

Este abandono es, precisamente, lo que pretende evitar el profesor de la Universidad Miguel Hernández, en la que la matrícula ha subido en los últimos años en torno a un 35%: “Nosotros insistimos desde primero a los alumnos en que hagan todo lo posible por no ir a segunda, tercera o cuarta matrícula, porque es la ruina y les puede suponer el colapso. Cuando sucede, hay que evaluar cada caso, pero lo que me preocupa es la gente que paga el primer plazo y a lo mejor en su casa no entra dinero y no puede con el segundo y la sacan del sistema”.

Reconoce que hay que tratar cada caso de forma individualizada para evitar que esta disposición por parte del profesor se convierta “en un coladero”, pero afirma categórico: “Todos los actores de este proceso tenemos que actuar, y a los profesores nos toca intentar hacerlo fácil y no poner más trabas a la persona que está en una situación muy delicada. Yo ayudo hasta donde puedo, y me consta que más colegas lo hacen”. Un apoyo que tiene recompensa: “Hemos visto que así han podido seguir con su carrera y que, cuando han podido pagar, han cogido carrerilla y han seguido estudiando”.

Másteres en vías de extinción

Carlos Fernández Liria es profesor de Filosofía en la UCM y tuvo un alumno fantasma en un curso anterior, un estudiante que quería hacer el máster de Estudios Avanzados de la facultad y que no podía afrontar los casi 4.000 euros a los que había llegado un programa que antes estaba en 1.700, lo que conlleva un aumento del 130%.

Para este docente de la UCM, fue lógico ayudar a este alumno guardándole la nota hasta que pudo pagar porque además, explica, “te obligan a hacer la matrícula completa, cuando nadie puede sacar todos los créditos en primera matrícula, dado que hay 12 que corresponden al trabajo de investigación y que necesariamente se sacan en la segunda, ya que se hace al año siguiente; así que el máster se te pone en 5.000 euros”.

A este elevado precio se añade el hecho de que para dedicarse a la docencia, una de las salidas más habituales de esta carrera, es requisito indispensable cursar el máster de Formación del Profesorado, de la Facultad de Educación, que por su obligatoriedad es mucho más barato, con lo cual el máster de Filosofía no resulta muy atractivo para el alumno. “Estamos perdiendo estudiantes a mansalva”, sostiene Fernández Liria.

En su opinión, resulta especialmente sangrante el hecho de que se haya argumentado que el Plan Bolonia y los cambios en la universidad española estaban justificados por la convergencia con Europa, cuando en países de nuestro entorno, como Alemania (en la mayoría de los Länder) o Grecia, los estudios de grado en la universidad pública son gratuitos, y en Francia no llegan a los 200 euros por curso o 250 en el caso de los másteres.

España, en cambio, se encuentra entre los países del continente en los que resulta más caro estudiar y, a la vez, de entre ellos, uno de los que menos ayudas concede a sus alumnos, según el Observatorio del Sistema Universitario, razón por la que cada año más jóvenes deciden continuar sus estudios fuera.

En definitiva, el máster de Filosofía sobrevive gracias a alumnos latinoamericanos, para quienes sigue teniendo mucho valor un título obtenido en Europa, y estudiantes chinos, que no suelen dominar el idioma, lo cual dificulta mucho el desarrollo de las clases. “En estas condiciones, el máster desaparecerá”, sentencia Fernández Liria. El profesor de Trabajo Social de la misma universidad coincide con él: “Muchos másteres han visto reducirse los alumnos matriculados a la cuarta parte de los que había hace apenas dos años”.

Fondos específicos y más plazos

Sólo en la comunidad andaluza alrededor de 6.500 alumnos no pudieron pagar su matrícula el curso pasado. Una cifra que asciende a 30.000 en el conjunto del país, lo que representa casi un 2% de los universitarios españoles.

En este contexto, muchas universidades españolas han habilitado dotaciones extraordinarias de ayuda y han fraccionado el pago de la matrícula. Por ejemplo, la Universidad Miguel Hernández, con poco más de 13.000 estudiantes, cuenta con 500.000 euros para los alumnos con dificultades y permite abonar el curso hasta en cuatro plazos.

La Universidad Complutense, con cerca de 87.000, tiene un fondo de un millón de euros y ha ampliado de tres a seis los plazos de matriculación. Esto hace que sea muy difícil ahora mismo conocer los datos concretos de morosidad y abandono. Así, en ambas universidades dicen no tener constancia de la existencia de estos alumnos fantasma.

En todo caso, matizan en la Complutense, se trata de algo que queda en el ámbito de la relación entre profesores y alumnos. E insisten en que este año no se puede hablar de alumnos morosos, ya que habrá que esperar hasta febrero, cuando se resolverán las becas, y ver si estos estudiantes pueden solucionar su situación con el fondo destinado a tal fin.

Gonzalo Helbert, que además de estudiante de Historia es presidente de la Delegación Central de la Complutense y uno de los impulsores del Colectivo de Estudiantes de Madrid –“una especie de sindicato universitario y de enseñanzas medias” creado hace mes y medio para defender la enseñanza pública–, recuerda que tanto el fraccionamiento como el fondo de ayuda de la Complutense se pusieron en marcha gracias a la presión estudiantil, tras un encierro de tres semanas en el Rectorado a finales del curso pasado.

“Lo que sí se sabe es que unos 700 alumnos van a tener que devolver la beca por no haber superado el año pasado los créditos exigidos, que este curso han aumentado y son el 90% en humanidades, el 80% en ciencias y un 65% en enseñanzas técnicas –asegura Gonzalo–. Estamos hablando de la exclusión de la universidad, por cuestiones económicas, de una gran parte de la sociedad”.

Universidad ya no para todos

Fernández Liria resume así la situación: “Se ha conseguido ahogar a las universidades públicas con las continuas restricciones económicas hasta el punto de que se han visto obligadas a subir las tasas para poder subsistir, dicen, sin despedir a profesores. Al final, de todas formas habrá despidos, y la universidad pública irá convirtiéndose en una universidad cada vez más pequeña que tendrá que competir con las privadas en inferioridad de condiciones. Y ya no será un derecho de la ciudadanía”.

El titular de la universidad de Elche habla de “una estrategia general de desgaste de lo público”. Y el profesor de Trabajo Social de la Complutense ve “un plan muy pensado y muy eficaz de expulsión de la clase trabajadora de la enseñanza universitaria”.

Gonzalo tiene la prueba muy cerca: su hermana está acabando el instituto y quiere ser profesora de Infantil, estudiar Magisterio en Educación Infantil, pero sabe que no podrá ir a la universidad y se está planteando hacer una FP. “Estamos volviendo a que en una familia de varios hermanos sólo pueda estudiar, si acaso, el hermano mayor, o el más listo”.

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