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El leonés que querían deportar a Cabo Verde queda finalmente en libertad

Conrado Semedo espera el autobús a León el día que le dan la libertad en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche (Madrid).

Elena Cabrera

“Estoy en libertad” dice Conrado Semedo y se acomoda, sonriendo, en un banco de madera frente a la Estación Sur de Autobuses de Madrid. Anochece, y hasta las doce no cogerá el bus a Bembibre (León). Su móvil no para de recibir mensajes. Su madre, Tina, le llama inquieta, que por qué no ha cogido un autobús que saliera antes, le pregunta. Y no lo ha hecho porque Conrado quería despedirse antes de la gente que le ha ayudado mientras ha permanecido retenido en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche.

Le han abierto la puerta del CIE a tres días de cumplirse el tiempo máximo que puede una persona permanecer allí retenida. Conrado, tras cumplir una condena de tres años por un delito menor de tráfico de drogas, no pudo disfrutar de la libertad, como esperaba. Antes de cruzar la última puerta de la prisión de Mansilla (León) la policía le puso en la mano una orden de expulsión y le retuvo en en el CIE de Madrid hasta que le sacasen un billete de avión a Cabo Verde.

Pero Conrado Semedo había nacido hacía 34 años en Bembibre. Estudió allí, creció allí, trabajó allí. Tiene acento del Bierzo y usa expresiones como “esa chisma” que sólo entienden en esas tierras que no son leonesas ni gallegas ni asturianas pero tienen un poco de todas ellas. No obstante, administrativamente, Conrado no es español porque su madre, al nacer, le inscribió en el consulado y sus papeles caducaron mientras él estaba en prisión. El juez valoró que Conrado es “un peligro para España” y decidió deportarlo a Cabo Verde, un país que él no conoce, cuyo idioma no habla, al que no le une nada, salvo que fue allí donde nacieron sus padres. La policía ha intentado cumplir esa resolución judicial dos veces, y en ningún caso lo consiguió, gracias a la resistencia de Conrado.

El 21 de febrero intentaron expulsarte por primera vez, ¿cómo lo evitaste?

Antes de salir del CIE el policía me preguntó “¿te vas a ir para tu país?” y yo dije que sí. Me pusieron una camisa de fuerza con la que vas como un asesino, las manos y los pies atados, sólo les faltó ponerme un bozal en la boca. Fue cuando salí del coche y vi a la azafata que le dije llama al piloto porque yo no voy. Me agarraron de golpe, puse un pie en la escalera, me tumbé para atrás y evité que me subieran, con uno forzándome los genitales, otro agarrándome del cuello, y otro que me ponía una chaqueta en la cara para que no pudiera respirar. Gracias a Dios que salió el piloto y dijo que no.

Y el 11 de marzo lo volvieron a intentar, ¿cómo te trató la policía?

Camino del aeropuerto iban diciéndome cosas y ya dentro del coche me llevaban agarrado. Cuando llego al aeropuerto se presentan seis policías. Los cuatro de la otra vez más otros dos. Me dijeron “buenas tardes” y yo no contesté. Me dicen “buenas tardes, eh, tú no escuchas, tú no eres español, ¿no eres el que se golpeaba el pecho diciendo que era español?”. Se inventan esas cosas. “Te he dicho buenas tardes” me repite, y yo le digo “yo te hablaré si me da la gana”. Y se ponen en plan chungo, me dicen “qué, ¿vas a volar hoy?, que mira que como te facture la maleta y me hagas esperar aquí...”. Y yo en todo momento callado, pero me siguen diciendo “ya sabemos la clase de gentuza que eres, tienes nosecuántos antecedentes, España está así por gente como tú”. Me tuvieron una hora y media aprisionado y atado preguntándome si iba a volar o no.

¿Llevabas estudiado lo que ibas a hacer?

Sí, yo iba tranquilo sabiendo que hasta que no estuviera delante del piloto no iba a decir que no iba a montar. Cuando bajé del coche ya me iban cogiendo todos de todas partes para subirme en el aire, en volandas entre cinco tíos. Entonces un policía sube a hablar con el comandante del avión. No sé si fue porque ya le habían informado de que estaban allí los de SOS Racismo y periodistas contando lo que estaba pasando, pero el policía bajó del avión y le dice a un compañero “dice el comandante que persona atada no sube”. Y le contesta “¿cómo que atado no sube?, espera que voy yo”. Y cuando el otro policía vuelve dice “que atado no sube y que si sube tiene que ir por su pie y tiene que decir que quiere ir” y me pregunta “¿vas a volar?”. Y yo “no”. “¿Cómo que no? ¡Tú me habías dicho que vas a volar!”. Y yo, “pues no voy a volar”.

No tuviste ni que usar la fuerza.

No, y me dice el policía “te vas a cagar, vas a ir para Nigeria y te vamos a poner cien euros en el bolsillo y les vamos a decir que vas con dinero”. Y añade “te vamos a seguir y le vamos a decir a la policía de tu pueblo que te vamos a estar presionando hasta conseguir que te echemos del país”. Del queme que tenían me hicieron estar otra hora entera de pie con la camisa de fuerza puesta y mirando para la pared. No me dejaban ni apoyar la cabeza contra la pared para descansar un momento.

¿Estabas esposado?

Sí, la segunda vez me pusieron la camisa de fuerza y además las esposas, que hacían un daño... Pasó un policía y preguntó “¿qué, le quitamos las esposas?”. Y otro contestó “bah, que se joda”. Les oía hablar entre ellos y decían, como para darme entender lo que son capaces de hacer, “que a este no le hemos tocado, está enterito, que el comandante se ha negado”, pero no creo que sea por presión psicológica, mi conclusión es que son así, son policía de la Brigada de Extranjería que hacen así las cosas, te llaman a ti gentuza y a los que te ayudan “putas mierdas de la ong”. Los del CIE son distintos, no te tratan así.

¿Y cómo es la vida en el CIE?

Allí dentro la comida es pésima, estás 20 horas chapao, te lavan la ropa una vez a la semana y te lavan solo dos prendas, el médico lo básico, no ves la tele, no escuchas la radio.

Dicen que no es una cárcel pero es como una cárcel, ¿no?

¡No! La cárcel es mucho mejor, que yo vengo de la cárcel. Cualquier persona que viene de prisión te dice “joder, con lo bien que estás allí”. En la cárcel tienes tu gimnasio, puedes jugar al fútbol, vives en tu habitación, con tu ducha en tu habitación, tienes televisión, tienes tu radio, tienes tu máquina para cortarte el pelo, tienes tu tienda para comprar si la comida no te gusta. En la comida puedes elegir dieta, vegetariano, musulmán o general. Tienes visita, puedes estar con tu pareja y estar tres horas en una habitación, o con tu familia y no por un cristal. Puedes estudiar, yo me saqué el curso de fontanería e informática en la cárcel.

Las cosas que pasan en el CIE son invisibles para la gente, no se habla de ello.

Hay hasta casos de gente que quiere ir para su país y no le llevan y gente que tiene aquí arraigo e hijos y se los llevan. Había un chico senegalés que fue a un policía y le dijo que él se quería marchar para su país, discutió con los policías y para el CIE. Llega al CIE y les dice “yo quiero que me mandéis para mí país que se que va a haber un macrovuelo y quiero ir en él” y le dijeron “tú tranquilo, recoge tus cosas y ahora arreglamos lo tuyo” y a las dos horas le dijeron chaval vete a la puta calle y el chaval llorando.

Y yo le digo “¿qué te pasa, que te mandan para tu país y no quieres ir?”. Y me dice “no, no, que me mandan a la calle y llevo cuatro meses aquí pasando hambre y yo nunca había pasado hambre y quiero que me manden para mi país”. También he visto a chavalines de 18 años enseñándome las marcas de cómo la policía les había disparado con descargas eléctricas en Melilla, cuando iban escalando la valla. Mucha ropa que tenía se las regalé a ellos, que no tenían nada. Y dos chavales de 16 años allí, que no podían estar allí pero estaban.

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