España es una puerta de entrada a Europa del petróleo más contaminante
España está preparada para convertirse en la vía de entrada a Europa de las arenas petrolíferas extraídas en Canadá. De las 29 refinerías europeas capaces a día de hoy de convertir directamente ese petróleo superpesado en combustibles, cinco están en España, según el análisis llevado a cabo por la consultora MathPro para las organizaciones Transport&Enviroment y Amigos de la Tierra.
Este tipo de petróleo que sale de las arenas bituminosas (tar sands en inglés) produce combustibles más contaminantes. Emiten un 23% más gases de efecto invernadero al ser quemados que los que provienen de crudos convencionales. Además, los procesos para arrancarlo del subsuelo y convertir el lodo bituminoso en un material transportable conlleva graves riesgos medioambientales. Unas variables que han llevado al Gobierno de Estados Unidos a paralizar un proyecto de oleoducto de 3.000 kilómetros. Europa aparece como un destino alternativo.
“Las arenas petrolíferas deberían quedarse en el subsuelo para evitar los peores efectos del cambio climático”, cuenta Laura Buffet, encargada de combustibles en Transport&Enviroment. Sin embargo, la avanzadilla, el primer buque cargado con arenas bituminosas que atracó en Europa, llegó precisamente a España, a Bilbao, en 2014.
En la Unión Europea todavía operan casi un centenar de refinerías de petróleo. Pero no todas pueden trabajar con grandes cantidades del crudo mezclado en arenas subterráneas. Unas 70 (el 75% del total) admiten este producto si ha sido semiprocesado (11 son españolas). Pero únicamente 29 están configuradas para recibir directamente el crudo, simplemente diluido para poder embarcarlo. España es el Estado con más estaciones de este grupo, seguido por Alemania. El informe indica que hay 18 refinerías “con probabilidades de recibir cargamentos”, debido a su situación geográfica. Las cinco españolas están en esa lista que llaman “de riesgo”. Completan el panorama Alemania, Bélgica, Italia, Países Bajos, Reino Unido y Grecia dentro de la Unión, más Noruega y Suiza.
El flujo mundial de arenas petrolíferas va, especialmente, desde el noroeste de Canadá hacia refinerías de Estados Unidos. Un oleoducto que atraviesa de norte a sur el subcontiente norteamericano lleva el crudo por 4.708 kilómetros: de Alberta a Houston. Este petróleo es tan denso que no puede bombearse. Precisa un tratamiento a base de añadidos químicos o tratamientos con vapor para reducir su gran viscosidad. La producción de Canadá llega a los tres millones de barriles al día, según la Asociación Canadiense de Productores de Petróleo. Su previsión es casi doblar ese volumen hasta los cinco millones en 2030.
Pero el curso de ese enorme volumen, de momento, se ha obstruido. El 7 de noviembre, el presidente Barack Obama rechazó la construcción de un segundo oleoducto paralelo más corto y con mayor capacidad. “EE UU es ahora un líder global en la acción contra el cambio climático y, francamente, aprobar este proyecto habría recortado este liderazgo”, dijo entonces Obama. Al mismo tiempo, Canadá está construyendo su propia tubería para cruzar de oeste a este el país con “1,1 millones de barriles al día”, según Transcanada, la empresa encargada del proyecto. Las arenas empapadas de petróleo hallarán así “una ruta más directa a los mercados europeos”, analiza el estudio de MathPro. Es decir, hacia refinerías como las españolas.
A las plantas europeas les sobra capacidad de refinamiento, de acuerdo con el análisis de la consultora. Ya no tienen tantos clientes donde enviar su gasolina. “En este contexto pueden encontrar un incentivo en utilizar el crudo pesado de las arenas bituminosas que tiene costes de adquisición más bajos”.
Por otro lado, la Unión Europea ha terminado por facilitar la entrada del petróleo mezclado en arenas. La directiva europea de Calidad de los Combustibles pide que los productores de carburantes rebajen en un 6% las emisiones de gases de efecto invernadero que generan sus productos al emplearse.
Sin embargo, en la redacción final del texto, se permitió que estas empresas hagan una media general de todos sus productos sin especificar. Al hacerlo así, en esa media puede entrar la producción que viene del crudo de las arenas (mucho más emisor) que queda escondida. “Esencialmente facilita que se aumente el porcentaje de las arenas bituminosas en el mercado europeo”, ha dicho el portavoz de Equo en el Europarlamento, Florent Marcellesi.
Independencia energética vs. riesgos ambientales
La utilización de este crudo –como del gas fruto de la fractura hidráulica– son atractivos para Europa occidental por lo que tiene de palanca para cortar la dependencia de los hidrocarburos rusos. Las refinerías españolas tienen la capacidad técnica y la localización ideal para recibir cargamentos de arenas petrolíferas: son las que están situadas más al oeste del continente y accesibles por mar.
Pero el acceso y tratamiento del producto presenta riesgos de primera magnitud para el medio ambiente. No solo por lo que implica en cuanto a emisiones que exacerban el cambio climático. Extraerlo del subsuelo implica una agresión directa al terreno: se precisan dos toneladas de arenas para obtener un barril de crudo. Además, las explotaciones tragan una enorme cantidad de agua. Cada barril necesita de dos a cuatro veces su volumen en agua. Un agua tan contaminada después que acaba almacenándose en “charcas negras”.
El Regulador de la Energía de Alberta (Canadá) ha admitido que, en 2014, 122 aves murieron solo por posarse en estas charcas. Las sociedades ornitológicas del país calculan que la mortalidad llega a miles de ejemplares. Tanto es así que en los alrededores de estas charcas tóxicas se disparan salvas regularmente para espantar a las bandadas.
Además, las arenas bituminosas ya acumulan un buen historial de escapes tóxicos. El más reciente en julio de este año en Alberta (Canadá). El oleoducto operado por la empresa Nexen Energy filtró seis millones de litros de una mezcla de “petóoleo, aguas residuales y arena”, según confirmó la compañía. En esa provincia, en 2011 se vertieron otros 4,5 millones de esta combinación ultratóxica.
En 2013, Exxon fue responsable del vertido de 1,9 millones de litros de estos productos en Mayflower (Arkansas, EE UU). Dos años antes, Enbridge dejó escapar por su oleoducto cuatro millones de litros en Michigan. Se tuvieron que cerrar 58 kilómetros del río Kalamazoo. Colin Roche, de Amigos de la Tierra Europa, ha concluido que “estas arenas son mortales para el clima y la política energética de la Unión está ofreciendo un salvavidas a esta peligrosa industria”.