Guarderías abiertas hasta el amanecer
En Kukilandia la noche en fin de semana cuesta 45 euros y, en diario, 30. No estamos hablando de un hotel, sino de una guardería que abre 24 horas en Canarias. Este servicio ininterrumpido es una excepción aunque no lo es que las escuelas infantiles privadas estiran cada vez más sus horarios en respuesta, dicen, a una demanda: familias con horarios laborales extensos o turnos imposibles de compatibilizar con las horas que cubre un centro público, normalmente hasta las cinco.
“Al principio siempre es complicado, los padres y las madres se sienten mal si dejan a los bebés hasta muy tarde, pero cuando ve que se va bañado, cenado y con el pijama puesto se tranquilizan. Es lo mismo que si se lo dejas a los abuelos, que es lo que hacen muchos, pero en un espacio compartido con otros niños y niñas”, dice la directora.
Un portavoz de otra red de escuelas que abren hasta las nueve de la noche, Nemo Marlin, justifica que ofrecen “flexibilidad” y “el mejor servicio para que se planifiquen las familias”. La Torre Rosa, en el municipio madrileño de Las Rozas, también abre los días no lectivos de los colegios, tiene actividades extraescolares para mayores de tres años y ofrece en su web “un viernes para los papás”, un servicio que permite dejar a los niños y niñas en la escuela la noche del viernes.
La extensión de los horarios de estos centros convive y se alimenta de la ampliación de otros, como los comercios, que se prologan a su vez por las largas y partidas jornadas laborales en España. ¿Justifica la demanda la existencia del servicio en una dinámica de mercado que incluye también la educación y el cuidado de los niños y niñas?
Este fenómeno cohabita con un debate político y social sobre cómo hacer de la conciliación de la vida laboral y familiar algo más que un animal mitológico y con pequeños gestos –empezar los plenos del Congreso una hora antes– y otros más grandes –un pacto social para la reforma horaria en el seno del Parlament de Cataluña–.
El ritmo de la vida diaria obliga casi siempre a uno de los miembros de la pareja (en el caso de que exista, si no es aún más complicado) a renunciar a su trabajo o a una parte de las horas de la jornada. Los datos dicen que en la mayoría de los casos las mujeres asumen esa decisión: la tasa de empleo de ellas disminuye a medida que aumenta el número de hijos que tienen a cargo, algo que no pasa con ellos. Por ejemplo, tener tres hijos reduce tres veces las posibilidades de una mujer de trabajar fuera de casa.
En esa reflexión sobre los horarios entran casi siempre las mismas variables, según los expertos: estamos en un huso horario que no nos corresponde –y a cuyo cambio se comprometió un día Rajoy– y comemos, cenamos y nos acostamos mucho más tarde, como parte de una dinámica de funcionamiento como sociedad que, dicen los expertos, “no hemos conseguido superar desde los años 60, cuando los padres estaban pluriempleados”.
“Hemos tomado decisiones erróneas en vez de atacar el origen del problema que son los horarios expansivos, un comercio liberalizado, la obsesión por el presencialismo en el trabajo... Porque el trabajo es tan rígido, pase lo que pase, que nacen estos servicios alrededor de ese eje”, argumenta Fabián Mohedano, promotor de la reforma horaria en Cataluña y diputado de Junts pel Sí en el Parlament.
Ni económica ni socialmente saludable
Asumir que los horarios escolares tienen límite “debe ser una premisa”. José Luis Casero, presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), defiende que “prolongarla fuera de esos límites empieza a revertir en problemas en el sistema social”.
“No es económicamente ni socialmente saludable. Tampoco un plato de buen gusto para las familias, que lo pasan mal, que no lo hacen por voluntad propia. Hay que acabar con las situaciones que generan estas necesidades del todo abierto 24 horas flexibilizando el eje laboral”, añade.
En la educación obligatoria también hay una conversación encendida: jornada continua sí o no. Para Mohedano, no se trata tanto de que salgan pronto como que “se desregulan los horarios de comida”. “No puede ser que coman a las tres de la tarde, ¿por qué no que coma en el cole a la una? ¿O es que preferimos que coma con la abuela? A veces la que nos parece la mejor forma de conciliación para nuestros hijos implica cosas que no son muy buenas para sus ritmos naturales”, señala.
Cataluña está a punto de aprobar un documento con una historia de tres años de trabajo de un grupo interdiscilplinar de expertos y expertas de diferentes sectores y muchas mesas de trabajo. Algunos diputados empezaron a trabajar en un texto de ley que abandonaron, cuenta Mohedano, al darse cuenta de que “había cosas que no podíamos controlar porque las competencias son estatales”. “No sirve de mucho que en TV3 cambiemos los horarios cuando Antena 3 sigue manteniendo el prime time a las 22”, justifica.