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¿Desnutrición? No, pobreza y niños que comen poco y mal

España, segundo país europeo con menor capacidad para atajar la pobreza infantil. \ Efe

Natalia Chientaroli / Sofía Pérez Mendoza

“Antes de que le sirva el plato ya me dice que quiere repetir”. Mayte, monitora de comedor de un colegio público del distrito de Barajas, habla de uno de los niños que están en su mesa. Tiene ocho años y probablemente la de la escuela es la única comida completa que hace al día. “Siempre –observa– me busca con la mirada cuando ve que ha sobrado algo y, si me voy a otra mesa, enseguida me reclama”.

Cuando la monitora se dio cuenta de que situación se repetía día tras día, decidió hablar con el director del centro. El caso de este niño no era el único en el cole. Ni tampoco en el resto de escuelas. En el colegio público La Latina, en el barrio de Aluche, se pueden contar hasta 20 familias que tienen deudas con la empresa de comedor. “Pasan por muchísimas dificultades a la hora de abonar las mensualidades, aunque sean cantidades irrisorias porque tienen beca. Se me cae el alma a los pies cuando tengo de decirles que ya no pueden comer en el cole”, explica Sonia, la secretaria del centro.

Desde 2011, todas las familias madrileñas están obligadas a pagar al menos una cuota reducida para que sus hijos coman en la escuela. La gratuidad no llega ni siquiera a los casos más extremos: los hogares que sobreviven con la Renta Mínima de Inserción (375 euros) y que deben abonar 1,20 euros diarios por cada menú.

España es el segundo país de la Unión Europea con más pobreza infantil, sólo por detrás de Rumanía, según el informe de Cáritas Europa sobre el impacto social de las medidas de austeridad aplicadas en los países más golpeados por la crisis, presentado en marzo en Atenas. Un 29,9% de los españoles menores de 18 años viven al borde de la exclusión social. Un porcentaje que se amplía hasta el 33,8% en el último informe de la ONG Save the Children, hecho público un mes después.

En este contexto y ante la llegada de las vacaciones, la Defensora del Pueblo ha recomendado esta semana a todos los Gobiernos autonómicos que los comedores escolares atiendan este verano a los menores en situación de mayor vulnerabilidad. El objetivo es que estos niños “no se vean privados de una alimentación adecuada cuando termine el curso”.

Muchas comunidades –Canarias, Extremadura, Cataluña o Andalucía– están en ello, y el año pasado ya pusieron en marcha planes especiales para garantizar una correcta alimentación de los niños durante el verano. Y la iniciativa no parte sólo de las administraciones. También algunas ONG como Ayuda en Acción organizan actividades de ocio y campamentos infantiles con becas de comedor, que esperan ampliar los próximos meses en ciudades como Cornellá, Madrid y Palma apelando a la colaboración de la ciudadanía.

¿Malnutrición o desnutrición?

Sin embargo, todas estas iniciativas han conseguido menos repercusión que las palabras que utilizó el presidente de Madrid, Ignacio González, para rechazar en el Parlamento autonómico la propuesta de que los comedores permanezcan abiertos para atender a esta población en riesgo. “Aquí no hay un problema de desnutrición infantil”, aseguró. Unas declaraciones que más tarde fueron jaleadas desde algunos medios de comunicación y desde la cuenta del PP de Madrid con esta frase: “La izquierda lleva la farsa de la desnutrición hasta la Asamblea”.

La trampa en las palabras de González es evidente, pero ha servido para cuestionar la dimensión de una de las consecuencias más tangibles de la crisis y los recortes. Los informes hablan de malnutrición, que no es lo mismo que desnutrición. La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria describe la desnutrición como “un déficit de nutrientes, por falta de ingesta o de absorción, mientras que la malnutrición es una alimentación desequilibrada, por defecto o por exceso”. Y aclara que la desnutrición, un verdadero drama en muchos países, no es un problema en España, aunque cada vez son más las personas que acuden a las consultas con graves problemas económicos que afectan a la vida de sus hijos. Las becas de comedor, el colchón familiar y el reparto de alimentos son las únicas alternativas a disposición de estos hogares para que los niños ingieran las proteínas que necesitan.

En casa de Verónica y Rafael, la beca de comedor ha sido un salvavidas. “Hasta hace poco tiempo prácticamente no comía porque siempre tuve claro que lo que hubiera sería para mis niños”, reconoce ella, que en unos meses ha perdido 14 kilos. En su hogar no entran ingresos y, con el menú del colegio, se asegura de que sus hijos, de 12 y 9 años, hacen una comida completa al día. “Ahora sólo tengo que preocuparme de los desayunos y las cenas”, suspira como quitándose un gran peso de encima.

Pero el problema no se reduce a aquellos niños que no comen suficiente, que encajarían en un cuadro de subnutrición. Muchos de ellos comen, pero mal. Un bollo barato tiene muchas calorías, pero no los nutrientes que necesita un niño para crecer sano. De hecho, uno de los parámetros que tiene en cuenta el índice AROPE, que se utiliza para medir la pobreza, es si la persona puede permitirse al menos una comida de carne, pollo o pescado cada dos días. Según este índice, en 2013 el 27,3% de la población española estaba en riesgo de exclusión social.

Ingresos anónimos para cubrir deudas con el comedor

“Desde hace dos años, algunas familias del centro están ingresando dinero de forma anónima en la cuenta del comedor para ir subsanando las deudas de los hogares que no pueden pagarlo. Es una situación muy complicada. Y, para verla, solo hace falta bajar del despacho a la realidad, a un cole o a la oficina de una trabajadora social”, sostiene Sonia, que asegura que Servicios Sociales presta asistencia a varias decenas de las 300 familias del centro. “En el tercer trimestre, se han quedado sin presupuesto porque están desbordados”, señala.

En Madrid, el Gobierno de Ignacio González ha congelado para 2014 el presupuesto destinado a estas becas y en dos años las ayudas han pasado de llegar a 120.000 alumnos a alcanzar solo a 52.000, según los sindicatos. El presupuesto reservado para apoyar a las familias con más necesidades se ha reducido a la mitad: de 32 millones de euros a 16. Un tijeretazo que, según Ana González, secretaria de Política Social e Igualdad de CCOO, “tiene consecuencias dramáticas” para una región en la que más de 200.000 niños se encuentran en riesgo de pobreza.

Para el curso próximo, sin embargo, el presidente de la Comunidad de Madrid ha anunciado un aumento de siete millones de euros en la partida destinada a becas de comedor y ha tratado de desmarcarse del argumento de su compañero de partido, Rafael Hernando, calificando de “repugnante” que se utilice a los niños para hacer “demagogia política”. El portavoz adjunto del PP en el Congreso dijo el verano pasado que los casos de malnutrición que se dan en España son “una responsabilidad que corresponde a los padres”.

En el CEIP La Latina, además de donaciones anónimas para pagar el comedor, también se han puesto en marcha otro tipo de mecanismos de apoyo a los hogares en situación precaria, como recogidas de alimentos, ropa o juguetes. “Las familias, dice Sonia, se muestran muy agradecidas con la comunidad educativa, que esta volcándose para rellenar los huecos a los que las becas, muy insuficientes para la situación social actual, no llegan”.

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