El maltrato animal se investiga mucho y se condena poco
Ya lo advertía la Fiscalía de Medio Ambiente en su memoria de 2013: “Se observa con carácter general un aumento en la sensibilización social ante esta lacra”. Se refería al mayor número de denuncias sobre casos de maltrato a animales. Los procedimientos judiciales que habían tenido que iniciar los fiscales pasaron de 309 a 504 en aquel ejercicio. Siguiendo la tendencia detectada en Medio Ambiente, en los últimos cinco años se han triplicado, según los datos de la Fiscalía General del Estado.
Hace unos días, un juzgado de Cartagena impuso un año de prisión a dos personas por matar a golpes a unos cerdos. “De las sentencias más altas”, dijo la acusación de la organización Igualdad Animal. La anacronía que supone el maltrato animal y la creciente intolerancia ante estos episodios pueden evidenciarse con este párrafo de una sentencia dictada el año pasado en las Islas Baleares: “La muerte atroz de este caballo de carreras, en su propia cuadra del Hipódromo, es una aberración en el siglo XXI y la indignación ciudadana mallorquina está justificada y es legítima”.
La presidenta del partido animalista Pacma, Silvia Barquero, explica que “hemos notado un cambio rotundo en la sensibilización de los ciudadanos en los últimos diez años y un barómetro muy importante es la actuación de la Fiscalía. Pero también de los agentes de la Guardia Civil y la Policía y su actitud a la hora de acudir a un caso de maltrato animal”. Y remacha: “La actuación del fiscal ante el juez es crucial para obtener una sentencia”.
Un indicador del incremento de este reproche social son los propios resultados electorales del Pacma, que dobló sus votos en los comicios de diciembre de 2015 y le añadió otro 30% el 26J. Obtuvo más de un cuarto de millón de votos. Casi tantos con el PNV.
La Fiscalía apunta que esta sensibilización se ha visto favorecida por la modificación del Código Penal que castiga a quien por “cualquier medio o procedimiento” maltrate a un animal injustificadamente, “causándole lesiones que menoscaben gravemente su salud o sometiéndole a explotación sexual”. Esto “ha facilitado el aumento de las sentencias condenatorias”, explica el Ministerio Público. Estadísticamente es una afirmación incontrovertible: en 2012 hubo 32 condenas y en 2015 fueron 68. Pero el volumen general es minúsculo. Barquero subraya que “en general, es muy difícil conseguir sentencias condenatorias”.
A pesar de esas cifras globales, los últimos veredictos contra maltratadores se están convirtiendo en foco de atención.
Pena récord en la granja porcina de los espadazos
El 27 de septiembre se hizo público el fallo sobre una explotación de cerdos en Fuente Álamo (Murcia). Dos de los acusados admitieron la pena de un año –“la máxima permitida en este caso”– por haber matado a los animales a golpes y espadazos. Un vídeo de un ex empleado sirvió para impulsar la denuncia. Al no tener antecedentes, el juez suspendió la entrada e prisión.
Encarcelado por estampar un perro y arrojarlo al vacío
Aunque el Código Penal prevé diversas penas de prisión para el maltrato de animales domésticos, hay que rebuscar para hallar a un condenado que, efectivamente, terminara en la cárcel. Fue en Dúrcal (Granada). Un hombre atacó a su madre en su domicilio y terminó por estampar a su perro contra la pared y arrojarlo por la ventana. El magistrado le condenó en noviembre de 2015 a ocho meses y le negó la suspensión de la pena por su “hoja histórico-penal”.
Solo unos meses antes, en septiembre, una jueza de Palma de Mallorca también decretó que el dueño del caballo Sorky ingresara en prisión a pesar de que su pena era de ocho meses. Había matado al animal a golpe limpio por perder una carrera hípica y se convirtió en el primer caso en el que al condenado no se le eximía de cumplir el encarcelamiento. “La muerte a palos de este caballo sano solo puede explicarse desde un menosprecio de su vida y matarle con tal método que le causó una lenta y angustiosa agonía fue maltratarlo injustificadamente e innecesariamente”, dejó escrito el fallo. Sin embargo, la Audiencia Provincial excarceló al hombre al dejar en suspenso la pena.
Exhibicionismo: 79 lechones aplastados y grabados
El mayor castigo penal que contempla la ley asciende a 18 meses para los casos en los que los animales “domésticos o amansados” mueran. Hasta ese umbral ha llegado el fiscal en el caso famoso (por su exhibicionismo) de dos personas que aplastaron 79 lechones saltando encima de los cachorros en Huercal-Overa (Almería). Lo grabaron con un teléfono y difundieron las imágenes por whatsapp. El fiscal ha añadido, además, un delito de daños penado con un año de cárcel con lo que su escrito solicita en total dos años y medio de prisión. El auto de apertura de juicio se hizo público el 6 de junio pasado.
Los galgos ahorcados
España está en temporada de caza. Con ella, muchos cotos verán a centenares de galgos utilizados en lances. Al llegar febrero y la veda, numerosos de esos galgos son desechados o ejecutados. Aunque las denuncias contra esta costumbre se han repetido desde hace tiempo, la primera condena a un cazador por matar a sus perros no llegó hasta 2013. Un juzgado de Toledo sentenció al dueño de dos galgos a siete meses de prisión por ahorcar a sendos ejemplares de tres y cinco años.
El abandono es delito: Canelo echado al contenedor por un veterinario
La última sentencia sobre maltrato animal trascendió el 5 de octubre. Y también ha incluido un tiempo de cárcel que no se llegará a hacer efectivo. El juez ha condenado a un veterinario de Segovia por abandonar a su perro en un contenedor para que muriera de las heridas sufridas en un atropello. El depósito estaba destinado a los cadáveres de una explotación porcina, según el fallo judicial. El animal, de nombre Canelo, fue rescatado y salvó la vida. El precio penal impuesto al veterinario ha sido de cuatro meses y medio de prisión.
La presidenta del Pacma es crítica sobre las suspensiones de penas de prisión: “Creemos que debería hacerse efectiva la prisión porque si no, se lanza un mensaje de que maltratar a los animales sale casi gratis. Un sentimiento de impunidad. Y, además, se pierde el efecto disuasorio de las penas”.