Los descubridores del reloj interno del cuerpo ganan el premio Nobel de Medicina
A las 10:30 de este lunes la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo daba a conocer los nombres de los galardonados con el premio Nobel de Medicina y Fisiología, que recaía en los investigadores Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young “por sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadiano”. El reloj interno de los humanos.
El ritmo circadiano es el mecanismo mediante el cual las plantas, los animales y también los seres humanos adaptan su ritmo biológico al movimiento de la Tierra y, por tanto, al día y a la noche. Todos los organismos vivos poseen este reloj biológico interno que les ayuda adaptarse al ritmo regular del día y Hall, Rosbash y Young han sido premiados por identificar el funcionamiento de dicho reloj.
Para aislar el gen que controla el ritmo biológico diario, los investigadores utilizaron moscas de la fruta como organismo modelo y demostraron que este gen codifica una proteína que se acumula en la célula durante la noche y luego se degrada durante el día. Además, observaron que este mecanismo funciona de forma similar al de otros organismos multicelulares, incluyendo humanos.
Este temporizador se encarga de regular diversas funciones como el comportamiento, los niveles hormonales, el sueño, la temperatura corporal y el metabolismo. De hecho, cuando hay un desajuste temporal entre nuestro entorno externo y este reloj biológico, como puede suceder al viajar a una zona con diferente franja horaria, podemos experimentar efectos indeseables, como el conocido el jet lag e incluso hay indicios de que los desajustes crónicos de los ritmos circadianos están asociados con un mayor riesgo de varias enfermedades.
Los primeros indicios en el siglo XVIII
El trabajo de estos tres investigadores no viene sino a confirmar las sospechas que los científicos han tenido durante siglos sobre la existencia de un reloj interno. Ya en el siglo XVIII, el astrónomo Jean Jacques d'Ortous de Mairan observó que algunas especies de plantas tenían hojas que se abrían hacia el sol durante el día y se cerraban al anochecer.
Tras una serie de experimentos en los que dejó las plantas continuamente a oscuras, d'Ortous de Mairan descubrió que, independientemente de la luz solar, las hojas seguían su oscilación diaria normal, por lo que concluyó que as plantas parecían tener su propio reloj biológico.
Posteriormente otros investigadores encontraron que no sólo las plantas, sino también los animales y los seres humanos, poseían un reloj biológico que se adapta a las fluctuaciones del día. Esta adaptación regular se conoce como el ritmo circadiano, procedente de las palabras latinas circa que significa “alrededor” y die que significa “día”.
Pero no fue hasta los años 70 cuando los investigadores empezaron a tratar de identificar el mecanismo responsable de activar este reloj. Seymour Benzer y su estudiante Ronald Konopka trataron de identificar los genes que controlan el ritmo circadiano en las moscas de la fruta y, aunque no lo consiguieron, sí demostraron que las mutaciones en un gen desconocido alteraban el reloj circadiano de las moscas.
Finalmente, en 1984 los galardonados Jeffrey Hall, Michael Rosbash y Michael Young lograron aislar e identificar el gen y finalmente terminaron descubriendo que había una proteína que se acumulaba durante la noche y se degradaba durante el día, oscilando en un ciclo de 24 horas, en sincronía con el ritmo circadiano.