El Papa responde al desafío de la Conferencia Episcopal con el nombramiento como cardenal del arzobispo de Barcelona
Apenas dos días después de reunirse con la nueva cúpula de la Conferencia Episcopal española, y determinar que ese no es el rumbo que quiere para la Iglesia de nuestro país, el Papa Francisco ha vuelto a sorprender y, al término del rezo del Regina Coeli en la plaza de San Pedro, ha anunciado la creación de cinco nuevos cardenales. Entre ellos, el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella.
Con este nombramiento, Francisco deja claro que, lejos de lo acaecido en las elecciones en la Conferencia Episcopal del pasado mes de marzo, que arrojó una mayoría conservadora, sus “hombres” en España son los dos cardenales que él ha decidido nombrar, y las personas que él colocó al frente de las diócesis más importantes de España: Carlos Osoro en Madrid (nombrado cardenal en noviembre) y Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, nombrado hoy.
La “bofetada” que el núcleo duro del Episcopado quiso dar al Papa en las mejillas de Osoro y Omella el pasado mes de marzo -cuando la Iglesia española desbancó como número dos a Osoro- ha sido, pues, respondido, de manera rotunda, por Bergoglio.
Si Osoro es el hombre que el Papa ha elegido para mantener relaciones cordiales con los distintos partidos políticos y sensibilidades eclesiásticas tras la dura etapa del cardenal Rouco, Omella es el obispo “social”, responsable durante años de Manos Unidas y de los documentos de pastoral socio-caritativa de la Iglesia. Además, como miembro de la Congregación de Obispos, el arzobispo de Barcelona es la persona en quien el Papa más confía para ir cambiando el mapa episcopal de nuestro país, con nuevos nombramientos que se alejen del conservadurismo rancio que ha caracterizado a la Iglesia española desde la jubilación del cardenal Tarancón.
A sus 71 años recién cumplidos, Juan José Omella es, además, la persona que ayuda a gestionar con el Papa Francisco las denuncias por abusos sexuales a menores en el interior de la Iglesia española. Gracias a su mediación, son muchas las víctimas que han podido encontrar justicia o, al menos, ser escuchadas, pese a las reticencias de una mayoría episcopal, que provocó que en las anteriores elecciones ni Osoro ni Omella fueran elegidos para la presidencia o vicepresidencia, como parecía el deseo desde el Vaticano.
Con este nombramiento, Francisco manda un “aviso a navegantes” al resto de obispos españoles, y traza, mucho más claramente si cabe, cuál es el rumbo que desea para la Iglesia española. Una Iglesia dialogante, con un fuerte componente social, abierta a los retos de futuro y atenta a los debates presentes en la sociedad. En el caso de monseñor Omella, además, supone un respaldo a una Iglesia catalana que, sin inmiscuirse políticamente en el “procés”, sí ha dejado claro que acompañará al pueblo, sea cual sea su decisión. Porque, como ha subrayado en más de una ocasión el nuevo cardenal, Cataluña será independiente, o no, pero los católicos catalanes seguirán siendo católicos. Y sus pastores deben seguir siéndolo, independientemente de las decisiones políticas.