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Las mujeres en las Reales Academias: pioneras en un territorio vedado

Ana María Villegas durante el acto de toma de posesión en la Real Academia Nacional de Medicina.

Sofía Pérez Mendoza

Se pueden contar con los dedos de una mano en la mayoría de las Reales Academias. No importa si hay 10, 20 o 50 sillones, porque las mujeres, sin excepción, son siempre minoría. Hasta hace pocos años, algunas instituciones ni siquiera tenían representación femenina. Una asimetría de sexos que transmite una realidad más o menos certera según quien la mira: que la autoridad intelectual en España sigue siendo masculina. 

Ana María Villegas ha sido la última persona que ha ingresado en la Real Academia Nacional de Medicina. Es la tercera mujer que ocupa un asiento en la institución. Su currículum está encabezado por 23 años como jefa de servicio de Hematología en el hospital San Carlos de Madrid, además de cientos de trabajos de investigación.

Tras más de 40 años viviendo entre quirófanos y laboratorios, la hoy presidenta del Grupo Español de Hematología advierte de que el triángulo jerárquico con los hombres en el pico más alto no es solo cuestión de las Reales Academias, sino que “está presente en todas las estructuras de las ciencias de la salud”. “A la vez que yo estaba al frente de Hematología habría más o menos cinco o seis mujeres en jefaturas de servicio cuando en el hospital hay más 40 puestos de este rango”. Y de todas las cátedras del ámbito sanitario de la Universidad Complutense de Madrid en el año 2000, la única ocupada por una mujer era la suya.

“Para avanzar en el bienestar colectivo debemos contar, hoy más que nunca, con la aportación de los intelectuales, de los pensadores; de hombres y mujeres comprometidos con su país”, aseguró el rey Felipe al inaugurar el curso de las Reales Academias. Pero lo cierto es que, aunque en el discurso se cuente con ellas, en la realidad no se les hace hueco.

Una realidad muy evidente en el caso de Medicina, cuyas tres académicas contrastan con los datos de mujeres colegiadas de los últimos años: según el INE, en 2013 fueron 122.113, frente a los 110.703 hombres. Si echamos la vista hasta 1997, los colegiados de sexo masculino son apenas 4.000 menos. Son las mujeres quienes han dado el salto más importante en número: en 16 años las médicas colegiadas se han multiplicado casi por tres. 

En el campo de las letras, la paridad sigue siendo también una quimera. Especialmente, como apunta la escritora Laura Freixas, cuando “desde los años ochenta el 70% de las licenciadas en letras son mujeres”. Este porcentaje, añade, se amplía a prácticamente todas las áreas de conocimiento en los noventa. “No puede ser que estos organismos dotados de tanto poder simbólico estén transmitiendo que la sociedad no ha cambiado. La autoridad no puede ser simbólicamente masculina”, subraya la también presidenta de la asociación Clásicas y Modernas. 

¿La igualdad en estos órganos es cuestión de tiempo? Para Freixas es más bien una cuestión de “voluntad de ir al compás de la realidad” y, sobre todo, “de tener conciencia de que existe esa desigualdad”. “Seguimos moviéndonos en esa inercia machista por la cual el juego del poder no se reparte”, apunta.

Los cargos, al ser vitalicios, no se pueden renombrar. Por eso, dice, “hay que centrarse en los nuevos ingresos”. Incluso aboga por medidas de discriminación positiva. “El artículo 26 de la ley de Igualdad de 2007 exige paridad en los distintos órganos consultivos, científicos y de decisión y no se está cumpliendo. Creo que el 100% los ingresos desde ese año tendrían que haber correspondido a mujeres y sin embargo el 80% de los que han entrado han sido hombres”, opina.

No solo importa el número

En algunas reales academias, el porcentaje femenino estuvo a cero hasta bien pasados los 2000. Hoy, la media de mujeres no alcanza ni siquiera el 10%, según la recopilación de datos realizada por el Instituto de la Mujer. En la de Ciencias Morales y Políticas, hasta hace cinco años no se incorporó ninguna mujer y hoy cuenta solo con dos (2,44%), una más que en la de Jurisprudencia y Legislación, donde la única académica (de un total de 34) es Encarnación Roca i Trías, que tomó posesión a finales de 2012. La Real Academia Española y la Real Academia de Farmacia son las instituciones con mayor representación femenina en sus sillas. Y es un 16,67%.

Con todo, y en el supuesto de alcanzar la paridad cuantitativa, Freixas avisa de que la igualdad en número no compromete necesariamente una igualdad real. “Lo que en apariencia es paritario, a veces no lo es tanto. La discriminación también es cualitativa. El Gobierno de Zapatero, por ejemplo, estaba formado por el mismo número de hombres que de mujeres. Pero si sumamos el presupuesto de los ministerios dirigidos por ellas, la cifra es sustancialmente menor que el de las carteras capitaneadas por ellos”, observa. 

Una vez dentro de esa élite aún custodiada por vallas para las mujeres, Ana María Villegas dice sentirse “plenamente incorporada”. Aunque reconoce que “cuesta llegar”, porque “indudablemente todavía nosotras tenemos que hacer más esfuerzos que los hombres para llegar al mismo lugar”. También porque, “a pesar de que ha habido una cierta evolución, hay ciertas tareas que parece que siempre tenemos que asumir las mujeres, como ocuparnos de los hijos cuando se ponen malos, o resolver ciertos problemas familiares. Y a la hora de asumir un cargo de estas características, precisamente por estos retazos, se tiende a pensar que nosotras tenemos menos capacidad de compromiso”. 

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