Rubén, el librero que fue detenido en la protesta de Gamonal
- Te contamos cómo les ha ido a cinco de los protagonistas del especial Historias de la crisis tres años después
Hace tres años, la voz y rostro de Rubén Fernández era una de las ocho que protagonizaron el especial Historias de la crisis , en su caso, por ser víctima de la represión policial. Este librero afincado en Madrid fue detenido el 15 de enero de 2014, tras participar en una manifestación en la capital, en apoyo a la lucha vecinal del barrio burgalés de Gamonal, donde fue detenido por las Unidades de Intervención Policial, resultando herido en el momento con una fractura en la clavícula. Además, fue imputado por un delito de atentado (de dos a cuatro años de condena) y otro por desórdenes (de uno a tres años).
Él también presentó una demanda a la Policía y contaba con un testimonio gráfico del videocámara Jaime Alekos, que no se corresponde con las acusaciones que recaen sobre él, recogidas en el atestado policial.
A día de hoy sendas denuncias han sido archivadas.
No solo se sigue acordando de aquello, sino que no lo olvida. Por eso, ha decidido presentar un recurso en el Tribunal Constitucional y, si no obtiene respuesta, lo presentará en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH). En este proceso no está solo, cuenta con la asistencia jurídica gratuita del equipo de abogados de Legal Sol, que nació al calor del 15M para asesorar y defender casos de personas detenidas o lesionadas en movilizaciones civiles.
En palabras de Rubén, su intención de continuar con el proceso radica principalmente en una cuestión de “responsabilidad y militancia y por respeto a otras personas que no han podido denunciar” y que, de esta manera, “quede constancia de la represión”, aunque reconoce que tiene pocas esperanzas de que “no queden impune”.
En marzo de 2015, un año más tarde de la detención de Rubén, el parlamento aprobaba en el Congreso de los Diputados, con los únicos votos a favor de la bancada del Partido Popular, la Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana, que entró en vigor en julio de ese mismo año.
La polémica normativa, más conocida como Ley Mordaza, entre otras cosas, regula el “valor probatorio de las declaraciones de los agentes de la autoridad”, lo que afecta al derecho de defensa y presunción de inocencia. También establece multas entre 600 y 30.000 euros por difundir imágenes de los funcionarios de Policía en caso de “poner en peligro la seguridad personal o familiar del agente”.
Cuando Rubén se pregunta en qué hubiera cambiado su situación, en caso de haber estado vigente esta ley en el momento de su detención, cree que hubiera afectado al testimonio en vídeo recogido por Jaime Alekos, que tanto facilitó su defensa. “Quizás Jaime no hubiera podido grabar lo que ocurrió, porque por el mero hecho de estar documentando, podría ser acusado de poner en peligro la integridad de los policías, o hubiera sido un acusado más, o hubiera sido multado por sus imágenes en caso de que la propia policía decidiera si éstas les pone en peligro o no, sin que recaiga en la responsabilidad de un juez”. Así es como imagina Rubén esa hipotética situación.
La desmovilización
Precisamente estos días se celebra el sexto aniversario del 15M, un movimiento que prendió la llama del hartazgo generalizado entre la ciudadanía y que corrió como una onda expansiva.
Considera que la batalla en la calle ha disminuido, debido “al cansancio al no conseguir grandes cosas”, y porque “el esfuerzo de mucha gente se ha derivado hacia lo institucional”; señala que la Ley Mordaza ha contribuido en la desmovilización.
“Se ve en la persecución de cualquiera que se menea y como ahora no hay tanta movilización directa, ahora se refleja en las redes sociales, en el caso de los titiriteros, etc.”, y al mismo tiempo lamenta que, “cualquiera que tenga una opinión disidente, o un poco diferente, se considera como apología de odio, apología del terrorismo, etc.” Él mismo se ha visto afectado por el desgaste y reconoce que han pasado muchos meses de la última manifestación en la que participó.
Cuando entrevistamos a Rubén en 2014 ya auguraba que los mensajes que por aquel entonces aludían a la salida de la crisis, servían para “apaciguar los ánimos” y era incapaz de aventurar un porvenir menos oscuro.
Ahora, desde el presente que aquel día veía como futuro, reconoce que no ve a su alrededor “gente que viva mejor, ni que tenga mejores condiciones laborales, que pueda llegar a fin de mes y pagar el gas o la luz”. Aunque no pone en duda que existan cifras de mejora, cree que “no corresponden a la recuperación de la gente”.