Con lo que tiran los supermercados a la basura comería toda Málaga un año
Son las 10 de la noche y el empleado de un supermercado, pongamos en Madrid, sale con varios contenedores por una puerta lateral. Van llenos de comida que en gran parte se puede comer. La cadena los desecha porque están a punto de caducar, se han roto o son frutas y verduras comestibles que no cumplen el canon estético.
Es la foto que los súper no quieren volver a ver en la prensa. Desde la polémica pública por el derroche de alimentos comestibles hace cuatro años, se han puesto las pilas con convenios con ONG y bancos de alimentos. Los empleados de varias cadenas, como Día, confirman que “ahora vienen camiones y se llevan de vuelta lo que sobra. Se lo llevan al centro de distribución de nuevo”. En otros lugares, como el mercado de Barceló en Madrid, de titularidad municipal, tienen una “compactadora por donde se destruyen los alimentos, excepto carne y pescado, que se recogen aparte”. La compactadora es una sala frigorífica cerrada y vigilancia 24 horas. Imposible entrar y ver qué se destruye allí.
Aunque no sea visible y los supermercados no den información precisa de cuánto tiran, hay cálculos de la FAO y la Comisión Europea: 385 millones de kilos de alimentos que, en lugar de acabar en el estómago, acaban triturados en vertederos cada año en España. Con esa cantidad se podría alimentar durante un año al equivalente de la población de Málaga (más de 567.000 personas), ya que se estima que cada persona consume 654 kilos al año.
Los hogares, los que más tiran
Y eso que este derroche de la tienda supone solo el 5% del total. La gran mayoría se tira en los hogares (42%), las fábricas (39%), o los restaurantes (14%), según un informe de la Comisión Europea. Si contamos todo lo que se tira en España (del campo al cubo de basura), podrían comer casi 12 millones de ciudadanos al año. Eso, en un país en el que el más de un millón de hogares no pueden permitirse comer carne o pescado con frecuencia, según los últimos datos del INE, y el 22% de la población está en riesgo de pobreza.
La Asamblea Francesa se ha propuesto acabar con parte de este despilfarro y acaba de aprobar su Ley de Transición Energética que, entre otras cosas, prohíbe a los supermercados tirar a la basura los alimentos que no quieren. La ministra de Ecología, Ségolène Royal, ha abanderado el proyecto y a partir del 1 de julio de 2016 los súper de más de 400 metros cuadrados estarán obligados a donar esos alimentos a ONG para el consumo humano, para alimentar animales o para hacer abono agrícola. Si no lo hacen, les multarán con 75.000 euros o dos años de prisión. Las cadenas han mostrado su rechazo porque su negocio es vender, no regalar, dicen. Y porque montar esa estructura de donación tiene un coste e incomodidades que tienen que asumir las empresas.
En España ninguna ley prohíbe tirar comida a los contenedores (aunque algunas ordenanzas sí prohíben recogerla) en ningún escalón de la cadena, y la iniciativa queda a discreción de cada empresa. Según el último informe de la asociación de consumidores Facua solo 9 distribuidoras de comida han informado sobre qué hacen con los alimentos sobrantes. Aunque no aportan datos concretos, Caprabo, Consum, E. Leclerc, Eroski, El Corte Inglés, Lidl y Mercadona declaran que dan los excedentes a comedores sociales u ONG. Covirán y Día dice que está dentro de un Comité de Redistribución de excedentes para evitar tirar. Hay 19 cadenas que no contestan, entre ellas Alcampo, Aldi, Carrefour, Spar o Supersol.
Fuentes de Asedas, la asociación de supermercados, no creen que una ley como la francesa sea necesaria. “Hace 4 ó 5 años el sector comenzó a autorregularse. La ley francesa insta a hacer convenios con ONG que nosotros ya tenemos. Respecto a que se convierta en alimento animal, en España tenemos una Ley de Seguridad Alimentaria muy estricta que lo impide. Y respecto al compost, hablamos de residuos orgánicos, no nos compete solo a los supermercados. Lo que estamos haciendo está funcionando. No es necesaria la regulación”.
En España, un plan inconcreto
Solo un plan del Ministerio de Agricultura aborda el problema de la comida a la basura. Es una estrategia que tiene más datos de recopilación del informe de la FAO y de la Comisión Europea que políticas concretas. Nada imperativo, todo son verbos como “colaborar”, “impulsar”, “concienciar”... Nada parecido a una norma ni a una política ejecutiva. Es más, el supuesto Comité de Redistribución lo deja en manos de una entidad social que ya hace el trabajo de recogida con convenios: Fesbal, la Federación Española de Bancos de Alimentos. Según este plan, la redistribución debería pasar por esta institución.
Su director general, Juan Raúl Sanz, señala que ya están distribuyendo los FEAD (Fondos de Ayuda Europa contra los Más Necesitados), pero este plan del Gobierno español “va lento, ha habido unos primeros avances, pero pocos”. Todavía no está en marcha. Sanz constata también que la gestión de los excedentes por parte de las cadenas de distribución ha mejorado “muchísimo” en los últimos años, “es más, las grandes distribuidoras son modélicas”.
Cuando Luis Tamayo cofundó El Invernadero de Lavapiés recorrió muchos de esos supermercados, que entonces eran poco modélicos. Entonces no había crisis. Iban por las basuras de Madrid haciendo activismo y recogiendo alimentos: “Montábamos representaciones en la calle, cogíamos alimentos de la basura perfectamente comestibles que tiraban las tiendas. Una parte la llevábamos a instituciones sociales y otra parte la consumíamos”. Con la llegada de la crisis, “ya no estábamos solos en los contenedores. Vi cómo algunos supermercados ponían candados para que nadie cogiera sus productos e incluso frutas y verduras machacadas”, cuenta Tamayo. Era parte de esa foto que los distribuidores no quieren repetir. Tamayo y su grupo de activistas de la comida dejó los contenedores por falta de financiación, “pero logramos hacer visible un problema”, dice. Todo empezó a cambiar entonces.
El Ministerio de Agricultura no ha contestado a las preguntas de eldiario.es sobre los desperdicios, su plan estratégicos o futuros proyectos para evitar que tanta comida acabe en la basura.