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Dos semanas encerrados en un colegio para pedir un aula para sus hijos

Mapa de estrellas con el nombre de los niños sin plaza en el centro. / L.O.

Laura Olías

Las puertas del colegio Arcipreste de Hita del municipio madrileño de Fuenlabrada no se han cerrado con el final del curso. Al cruzar su verja se escuchan las risas de niños que corretean por la entrada, en la que ondea una bandera verde. El centro público se ha convertido en el fuerte de padres y activistas a favor de la escuela pública que llevan 16 días encerrados para que la Comunidad de Madrid abra un aula para niños de tres años.

Los días pesan pero, al mismo tiempo, suman. Los padres y madres compaginan sus trabajos con la resistencia entre las paredes del colegio. Como Jéssica Gómez Romero, madre de un niño que se ha quedado sin plaza. “Yo pierdo dinero, porque trabajo a comisión y no puedo dedicarle al trabajo el tiempo que debería”, asegura. Sin embargo, sostiene que merece la pena. Y mientras explica cómo les anima el apoyo que reciben a diario, aparece una mujer cargando una bolsa con comida para los encerrados.

Cada jornada finaliza con nuevas muestras de apoyo desde distintos puntos de España y la visita de algún vecino que comparte su causa. Antes de que anochezca, hay días que llegan a juntarse “unas 100 personas”, aseguran las personas congregadas este miércoles por la mañana. “Lo que pedimos es lo justo”, defienden.

La raíz del conflicto son 19 niños de tres años que se han quedado fuera en el proceso de matriculación del colegio. El centro tiene dos aulas por cada grupo, pero el año pasado ante una disminución de las solicitudes en primero de Infantil, la Consejería cerró una clase de tres años. Al finalizar este curso, a pesar de un repunte en las peticiones –hasta las 44 como primera opción– la decisión de la Consejería no ha sido la reapertura de la clase.

“No lo entendemos. Pedimos que abran una clase que ya existe y está cerrada. Las condiciones las tenemos: hay niños, profesores y un aula”, lamenta Sonia Durán, representante de la asociación de madres y padres del colegio. En el mismo sentido se han pronunciado los sindicatos, el gobierno municipal y los directores de los centros de Fuenlabrada. Estos últimos incluso han enviado una carta a la Dirección de Área Territorial de Madrid Sur.

Lo que los padres temen es que, al restar una clase en los primeros cursos, vayan adelgazando y debilitando la estructura del colegio hasta debilitarlo en relación con los privados-concertados que lo rodean.

La Consejería, de momento, les ofrece las plazas en otros centros públicos del municipio. “Esta zona está rodeada de colegios concertados y el colegio público que me asignan está a más de un kilómetro de mi casa”, dice Jéssica Gómez. En la fachada del colegio, el nombre de su hijo y el de otros 18 niños forman un mapa de estrellas. “La dirección territorial solo habla de cifras y nosotros, como padres, tenemos que dar voz a los niños”, apunta Gómez.

Fuentes de la cartera dirigida por Lucía Figar se limitan a afirmar que los colegios Pablo Neruda (especializado en niños con necesidades especiales) y el Rayuela, “a menos de un kilómetro” del centro en cuestión, tienen “vacantes disponibles”. También recuerdan que la Dirección Territorial ha respondido por escrito a todas las reclamaciones de las familias.

“Síntoma de un ataque más amplio”

Chemi Martín, profesor y miembro de Aulas en la calle, también lleva días apoyando a los afectados. “Ahora hay que luchar hasta por una tiza”, critica. Llama la atención sobre la importancia de esta decisión, “un síntoma de una enfermedad muy grave, que se cargan la educación pública”.

En contraposición con la situación del Arcipreste de Hita, las familias critican que los recortes no afectan del mismo modo a la educación concertada, que también recibe dinero público. “En el colegio Alhucema el curso pasado tenían dos cursos de tres años de 17 alumnos. Este curso, en otro concertado, el Fuenlabrada, también hay dos clases para 43 solicitantes”, apuntan.

Sandra Villa, representante de Comisiones Obreras encerrada en el colegio, recuerda la importancia de estas luchas pequeñas, de barrio. “En Fuenlabrada se está creando una semilla de unión entre muchas reivindicaciones. Nos apoyan los trabajadores del ERE de Coca-Cola y también se han acercado afectados por las nuevas adjudicaciones de las escuelas infantiles, en la que priman los criterios económicos frente a los proyectos educactivos”, cuenta.

Los acampados tiene como referentes aquellas luchas educativas que acabaron con un final feliz para los manifestantes. “En el instituto Salvador Dalí, de Ciudad Lineal, pelearon por la matriculación de 11 alumnos y lo consiguieron. No hay que rendirse”, indica el portavoz de Aulas en la calle. Los presentes en el Arcipreste de Hita son contundentes: no se irán hasta que les aprueben el aula.

Otros centros de la Comunidad de Madrid han protagonizado maratonianas luchas con la Consejería durante el curso. En cada manifestación a favor de la escuela pública se colaban etiquetas de conflictos concretos, como #ElChacelnosecierra, #ResistenciaDalí y #ValcárcelEnLucha.

En la recta final del curso, varios institutos acogieron a alumnos, padres y profesores en contra de los cierres de varias clases en septiembre. Educación va a transformar progresivamente algunos institutos en centros especializados de Formación Profesional. El instituto Rosa Chacel, uno de los afectados, mantenía viva su reclamación con actos cada semana. Y advertían que tras las vacaciones volvería cargado de protesta.

El próximo viernes 11 de julio, alrededor de los hashtag #Fuenlabradaresiste, los vecinos están emplazados a marchar desde la estación de Leganés Central hasta la oficina de la Dirección de Área Territorial en la misma ciudad madrileña. Una manifestación que será verde, en la que se pedirá una escuela pública de calidad, pero en esta ocasión con el colegio Arcipreste de Hita en el punto de mira. Y con un objetivo humilde pero grande a la vez: un aula para 19 niños.

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