No, la sarna no es una enfermedad de pobres
El pasado viernes se declaró un brote de sarna en un centro para personas sin hogar en Madrid. El Ayuntamiento de la capital lo declaró rápidamente controlado aunque el sindicato CC OO ha protestado porque considera que no se han frenado los contagios, “está creciendo”, acusan. Sin embargo, el Gobierno local ha pedido calma para “no estigmatizar aún más” a las personas sin hogar.
¿Pero es que la sarna es una enfermedad que afecta sobre todo a ambientes pobres?
“En absoluto”, dice la doctora Lola Bou, de la Academia Española de Dermatología. Pero el imaginario colectivo parece que tiende a relacionar esta patología con la exclusión social.
Al contrario, los dermatólogos subrayan que “puede afectar a cualquiera, no importa cuál sea su clase social, raza o edad, y sin relacionarse con la higiene personal”. Bou repite que “desde luego es muy frecuente, así como otras parasitaciones son más raras, la sarna la vemos mucho. El problema es que la sociedad parece creer que ya no hay”.
La sarna la produce un ácaro parásito propio de los humanos que escarba por debajo de la piel. Ahí coloca sus huevos y eclosionan su larvas. Produce picores y puede derivar en infecciones asociadas. Es tan frecuente como para calcularse unos 300 millones de casos anuales en el mundo. Solo este año se han declarado brotes en muchas comunidades autónomas. Y en diversos ambientes.
En Extremadura, en marzo, se contaron 16 casos en residencias de mayores, en Andalucía, a lo largo de 2017, se han declarado brotes en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla, en el Universitario de Huelva y algunos colegios del Valle del Lecrín en Granada.
En Toledo se detectó un foco en un colegio en mayo. También en un instituto de Alicante se ha tenido que controlar una serie de contagios este curso. En residencias de mayores de Galicia han empalmado brotes en 2013, 2014, 2015 y 2016. La Generalitat de Catalunya ha abierto a finales de junio pasado un expediente a la concesionaria de otro centro de ancianos en Barcelona por no avisar sobre un brote ocurrido en sus instalaciones y detectado por la inspección.
Infradiagnóstico
Así que la sarna –también denominada escabiosis– se declara en muchos ambientes. No solo en un centro de personas sin hogar. Y se da con relativa frecuencia, pero al estar relacionada con una cosa antigua y propia de grupos desfavorecidos, los pacientes no imaginan que tienen el parásito. Esto provoca que “esté infradiagnosticada”, analiza Lola Bou, lo que supone el verdadero problema.
“He tratado a pacientes que llevaban un año de curso de la enfermedad con todo los problemas que conlleva”. Y al circular casos sin detectar y ser “altamente contagiosa” pues se extiende.
La cuestión es que, una vez establecido un caso, para atajarlo se hace preciso tratar a todo el entorno que está en contacto con el portador. Y desinfectar, por ejemplo, toda su ropa. “Incluso todos los sofás de una casa. Es muy trabajoso”, comenta la doctora.
Sarna hay en todos lados. No tiene nada que ver con grupos con rentas bajas o altas. “No puede estigmatizarse”, reitera Lola Bou. Y pone el ejemplo de turistas que acuden a países donde el parásito es muy activo y lo contraen “y son personas con alto poder adquisitivo para hacer cierto tipo de viajes”. Otras cosa es que pacientes con menos capacidad económica hallen dificultades para el tratamiento.
La clave, según aclara la dermatóloga, no es la renta sino “la colectividad”. Se refiere a que la enfermedad se pasa de persona a persona. Por eso los brotes numerosos se registran en centros educativos, en hospitales, gimnasios, residencias de ancianos, o un centro de acogida. “La higiene no es un factor derterminante”, explican.
Enfermedad laboral
En el caso del centro de Madrid, la alarma la dio el sindicato CCOO. En otros brotes también han sido organizaciones de trabajadores los que han alertado sobre los casos para exigir medidas a la administración responsable.
Efectivamente, más que una enfermedad de pobres es una patología colectiva y, además, considerada entre las enfermedades laborales por exposición a agentes biológicos. La manipulación de personas mayores, ingresados en un hospital o alumnos de un colegio expone a los profesionales a contraer el parásito que es atraído, según los expertos, “por el calor” del cuerpo humano, no por la suciedad. “Ah. Y también hay que tener en cuenta que está considerada una enfermedad de transmisión sexual por traspasarse de cuerpo a cuerpo”, recuerda la dermatóloga Bou.