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En qué acierta y en qué falla el polémico programa de acoso escolar de la tele

El conductor de Proyecto Bullying, Jesús Vázquez, en una víctima de acoso escolar.

Sofía Pérez Mendoza

Mediaset ha conseguido finalmente poner en la parrilla su reality sobre acoso escolar. El primer capítulo se emitió el pasado martes con un formato modificado que no permite identificar a ninguno de los agentes, ni a la víctima, ni a su familia, ni a los compañeros del colegio. Las voces de los menores están distorsionadas y también sus caras, aunque se ha mantenido el eje en torno al que gira toda la producción televisiva: la grabación a través de una cámara oculta en la mochila de los episodios de acoso que vive el protagonista de cada capítulo.

El programa, conducido por Jesús Vázquez –reconocido como víctima cuando era niño–, insiste en que su objetivo es denunciar el problema y romper el silencio “sin señalar a los culpables”, unos fines “loables” para psicólogos expertos, docentes y familias de las víctimas que no están –a su parecer– en el mejor de los formatos posibles: el reality show marca Cuatro, con una factura similar a 'Hermano Mayor'.

El primer capítulo cuenta un caso cerrado, con un planteamiento, un nudo y un desenlace. Todo comprimido en 45 minutos. “Se deja fuera muchas cosas. Toca parcelas muy concretas, y está bien, pero también da la idea de que el acoso es evidente y solo sucede con insultos en grupo como muestra la grabación de la cámara”, matiza Mar, madre de una niña acosada en el colegio durante años. “Es un aislamiento que a veces es invisible, son comportamientos mucho más soterrados: que pasen al lado y se tapen la nariz, que desaparezcan tus cosas...”, añade.

Buena intención, cadena controvertida

Mariola Cubells, periodista experta en televisión, cree que “el programa presenta una elipsis que todos tenemos que asumir”, aunque a su juicio eso no justifica “el efectismo y los toques de amarillismo” del formato. “No nos engañemos, también busca la espectacularización. Es una buena intención pero llevada a la tele desde una cadena que convierte esa buena intención en algo controvertido”, argumenta.

Cubells considera, de hecho, que el programa “ha nacido viciado de origen” tras ser vetado por las fiscalías de menores y obligado a modificarse.

El escrito de la Fiscalía Provincial de Madrid, aunque no fue la única comunidad que se pronunció, consideró inaceptable que aparecieran menores identificables en las imágenes y que esas imágenes se grabaran usando cámaras ocultas. Este segundo argumento se fundamenta en una sentencia del Tribunal Constitucional, que consideró “ilegítimo” la utilización de la cámara oculta en reportajes periodísticos.

En las grabaciones pueden escucharse insultos y risas que después ven la familia de la niña y los propios compañeros en un visionado organizado por el programa. Los menores aseguran que no “eran conscientes” de la gravedad del asunto y cambian de actitud para crear una red en torno a la víctima. Los psicólogos apuntan a los “observadores” como el tercer vértice del triángulo del acoso, en cuya mano está desactivar con su rechazo colectivo al acosador. Y así ocurre en este relato televisivo.

El final de esta historia, de al menos la primera, es feliz. “Un paso del aislamiento absoluto a la felicidad muy idílico”, critica el psicólogo infanto-juvenil Antonio Ortuño, que dice no ser partidario en general de hacer programas con menores de edad en situaciones vulnerables. Considera que estas producciones pueden convertirse en un arma de doble filo, “preventiva o contrapreventiva”. “Para que sea formativo es complicado, eso significaría cambiar actitudes y comportamientos y dudo que esto lo consiga”, añade.

La televisión suplanta a los especialistas

Roberto Salamanca, especialista en psicoterapias con menores y familias, piensa que aunque es “bueno visibilizar, puede generar angustia en las personas que se encuentran con esa dificultad”. Atendió durante años en una asociación a menores con problemas graves de conducta a la que llamó en una ocasión la productora de 'Hermano Mayor'.

“Nos negamos a proponerlo a los chavales pero tiempo después vimos a uno de los que tratamos en la tele. El padre nos dijo que el periodo que estuvo grabando el programa todo mejoró, pero después se desplomó de nuevo”, relata el psicólogo, escéptico con qué pasará después con los niños que exponen su problema en 'Proyecto Bullying'.

“Espero que la niña esté atendida en todo momento después de la emisión del programa por especialistas que trabajen con ella su rol en el instituto. Creo, como punto positivo, que posicionarse así y reconocerse como víctima puede hacer que cambie su posición en su clase”, sostiene Salamanca. El psicólogo recalca lo “destructivo de este tipo de maltrato, con exposición pública”.

Mariola Cubells analiza en este sentido la figura de “la tele como mediadora que suplanta el trabajo de educadores especializados, del colegio, del Estado”, lo que particulariza el caso y lo aleja de todos los demás por sus circunstancias. “A la vez que pienso esto, también me digo que si el programa sirve para que se salve alguno de los menores habrá merecido la pena”, concluye.

Amando se dedica precisamente a mediar sin televisión de por medio en casos de acoso escolar de su instituto, apoyado por un equipo de alumnos mediadores. “Me da la sensación de que el programa presenta como grupos monolíticos conjuntos que no lo son: equipos directivos que no apoyan nada, padres desconectados y docentes que no queremos implicarnos”, critica.

Como esta, otra cuestión poco ajustada a la realidad para los expertos es no tratar en el programa nada relacionado con los acosadores, que en el primer capítulo parecen múltiples. “Echo de menos hablar de qué pasa con el entorno del niño o la niña que maltrata. Alguien que está bien no tiende a machacar a los demás”, termina Roberto Salamanca.

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