Europa ya sufre dificultades en el acceso a alimentos por las olas de calor y la sequía
El cambio climático ya está causando “estragos en la vida y la salud de las personas en toda Europa”. No se trata de un escenario lejano, sino de una realidad actual que “está aquí y mata”, advierte el último informe Lancet Countdown, elaborado con la colaboración de 70 expertos de 42 instituciones lideradas por el Centro de Supercomputación de Barcelona (BSC-CNS). Crecen las muertes atribuibles al calor, las enfermedades infecciosas emergentes y la inseguridad en el acceso a la alimentos y agua, concluye el estudio, centrado por segundo año consecutivo en analizar el daño que inflige la crisis climática sobre la salud.
“Nuestro informe aporta pruebas sobre el alarmante aumento de los impactos sanitarios relacionados con el clima en toda Europa. Ha llegado el momento de tomar medidas sin precedentes para limitar estos efectos negativos sobre la salud en Europa y en todo el mundo”, afirma la directora del informe, Rachel Lowe, profesora de investigación del ICREA (Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados) y líder del grupo Global Health Resilience en el BSC-CNS.
Sobre el papel se expone lo que los investigadores han llamado los “costes de la acción tardía” de los gobiernos, a los que se vuelve a advertir de que no están “protegiendo” a los ciudadanos contra los devastadores efectos ni acelerando las políticas necesarias para reducir emisiones. “La salud está a merced de los combustibles fósiles”, insisten los científicos.
Las olas de calor y las sequías ya están afectando al acceso de la población a los alimentos, confirman los investigadores, que han cruzado por primera vez los datos que ya existen de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con la frecuencia de estos eventos climatológicos adversos en 37 países.
Según las encuestas de la FAO, un 16,3% de la población europea asegura que solo come algunos tipos de comida, el 14,4% reportó que no podía alimentarse de manera saludable y un 10,6% certificó que comía menos de lo que debería. De los 60 millones de personas que tuvieron moderados o severos problemas de inseguridad alimentaria, casi 12 se atribuyen a las elevadas temperaturas y a los meses de sequía.
“Un mayor número de días de ola de calor se asoció con 1,12 puntos porcentuales más de falta de alimentos mientras que la creciente frecuencia de las sequías hizo que la inseguridad alimentaria fuera 0,47 puntos más alta, en comparación con el promedio del periodo de 1981 a 2010”, con más riesgo entre las personas de bajos ingresos.
En 2020, el precio medio en España del aceite de oliva en origen era de 1,90 euros el kilo; a principios de 2024, con cosechas reducidas por el calor y la sequía, rozó los nueve euros. Pese a las numerosas evidencias de que el cambio climático exacerba las desigualdades ya existentes en salud, el informe muestra que no se considera esta importante intersección ni en la investigación ni en las políticas ni en los medios.
Más mortalidad por calor entre mujeres
Se calcula que unas 60.000 muertes prematuras en 2022 se relacionaron con las altas temperaturas. Hasta ahora, este crecimiento había compensado la reducción de fallecimientos relacionados con el frío pero, al ser cada vez mayor, el número total de muertes por temperaturas extremas sigue aumentando. Los fallecimientos se incrementan en 771 de las 823 regiones estudiadas: se calcula que se produjeron 50,8 fallecimientos por cada 100.000 habitantes entre 2003 y 2021, pero en el periodo de 2013 a 2022 la tasa creció hasta los 68. Esta cifra, además, es casi el doble en mujeres (88,4) que en hombres (55,9).
La vulnerabilidad al calor ha crecido un 9% en Europa desde 1990 (del 37,9% al 41,2%), con el sur del continente como el mayor afectado (11%). Los días de temperaturas extremas –olas de calor– aumentaron un 41% entre la década de 2000 a 2009 y la que va de 2012 a 2021, con un crecimiento de más de 10 días en el centro y sur de España, recoge el informe, que revela cómo los efectos de la crisis climática “tienden a distribuirse de manera desigual”, ensanchando las brechas socioeconómicas. Dentro de Europa, la zona más afectada “por las enfermedades relacionadas con el calor, los incendios, la inseguridad alimentaria, la sequía y la leishmaniasis” (una enfermedad parasitaria) es el sur.
El informe pone el foco en el cambio climático como un “problema de justicia social y medioambiental” que, por tanto, afecta especialmente “a las comunidades más desfavorecidas”, explica la doctora Kim Van Daalen, autora principal del estudio. “Al mismo tiempo, los países europeos también deslocalizan los impactos de nuestro consumo en la salud en otras partes del mundo, donde sufren contaminación atmosférica y emisiones de gases de efecto invernadero como consecuencia de los bienes y servicios que consume Europa”, asegura la investigadora.
Menos ejercicio físico
Un daño colateral de las altas temperaturas son el aumento de horas del día a las que es peligroso hacer ejercicio físico (más allá de las cuatro centrales y tradicionalmente más cálidas). La media ha aumentado entre un 100% y un 382%, según la zona de Europa, respecto a los años noventa. Esto, recuerdan los expertos, tiene graves consecuencias para la salud porque limita la actividad deportiva, esencial para una vida sana, y expone a quienes la practican a un mayor riesgo de dolencias atribuibles al calor, como la insolación y el agotamiento.
Un 16,3% de la población europea asegura que solo come algunos tipos de comida, el 14,4% reportó que no podía alimentarse de manera saludable y un 10,6% certificó que comía menos de lo que debería
La sequía es otro indicador que preocupa a los investigadores: los episodios graves en verano han crecido un 60% y los extremos escalan un 48% en Europa Occidental al comparar la década de los años 2000 con la que se inició a partir de 2010. Más del 50% del sur europeo está afectado por la escasez de agua, con especial mención a la península ibérica. El estudio subraya, no obstante, que pese a que se han dado más cantidad de situaciones extremas, la falta de agua no es mayor. “Puede deberse a que las regiones están más familiarizadas con la sequía y han mejorado la resiliencia”, explican. En el norte, sin embargo, se han reducido los episodios.
Europa, el continente que más rápido se calienta
Mientras las afectaciones en la salud se multiplican, las emisiones en Europa procedentes de la quema de combustibles fósiles alcanzaron las 5,4 toneladas de dióxido de carbono (CO2) por persona en 2021, seis veces las de África y casi tres las que se dan en América Central y del Sur. Los investigadores recuerdan que 29 de los 53 países del continente europeo siguen concediendo subvenciones netas a los combustibles fósiles, aumentando los niveles de emisiones nocivas para la salud, y que el uso del carbón supuso en 2021 un 13% del suministro total de energía en Europa, frente al 12% un año antes.
El ritmo al que los países europeos avanzan hacia unas emisiones cero netas sigue siendo “lamentablemente inadecuado” y, con la trayectoria actual, el logro de la neutralidad de carbono solo se alcanzará en 2100. De hecho, Europa es el continente que más rápidamente se está calentando debido al efecto invernadero de los gases emitidos por los humanos. En concreto, el doble que la media planetaria debido a diversos factores como “la porción de tierra que cae en el Ártico (la zona del planeta con más recalentamiento) o los cambios en la circulación atmosférica, que favorecen que haya más olas de calor”.
Además, la propia crisis climática demanda recursos que socavan más el medio ambiente, como el uso del aire acondicionado. Estos aparatos refrigeraron el 16% de los hogares europeos en 2021 y emitieron aproximadamente el mismo dióxido de carbono que toda Bulgaria.
Hay una buena noticia en el maremágnum de datos preocupantes: entre 2005 y 2020 las muertes asociadas a la contaminación del aire –las causadas por las partículas PM2,5– se redujeron un 59%, aunque el estudio imputa una parte de esta caída a las tecnologías para el control de la polución. “Disminuyeron la contaminación del aire pero no las emisiones de gases de efecto invernadero. Seguimos necesitando medidas políticas adecuadas que aborden la contaminación atmosférica y las emisiones de gases de efecto invernadero en paralelo”, señala la profesora Cathryn Tonne, codirectora de Lancet Countdown en Europa y profesora de investigación en ISGlobal.
Enfermedades infecciosas
Los científicos vuelven a avisar también de que las nuevas condiciones climáticas favorecen la multiplicación de enfermedades infecciosas como el dengue, la malaria o el virus del Nilo occidental, porque sus vectores de transmisión, fundamentalmente insectos, tienen mejores condiciones para crecer y diseminarse. Respecto al dengue, solo en 2022 Francia reportó 65 casos autóctonos. América del Sur, especialmente Brasil, Perú y Argentina, está viviendo epidemias de este virus sin precedentes en sus territorios.
La subida de temperaturas es un terreno también abonado para la expansión de los flebótomos, insectos que transmiten la leishmaniasis. El número de zonas “aptas” para su distribución ha aumentado en Europa del 55% al 68% en comparación con el decenio de los 2000.
El informe también hace hincapié en la bacteria que causa el cólera (el vibrio), presente en el agua y empujada por el aumento de las temperaturas. Hasta 21 países europeos reunían condiciones en 2022 para albergar esta bacteria con 150 millones de personas viviendo en líneas de costa afectadas y un total de 63.729 infecciones. Un punto caliente para la expansión son países del Mar Báltico como Suecia y Finlandia, según esta edición del estudio.
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