Reparan un monumento a víctimas del franquismo: “No van a ocultar lo que ocurrió”
El alcalde socialista del municipio navarro de Pitillas se emocionaba al recibir el bastón de mando del Ayuntamiento y escuchar como algunos vecinos le dedicaban una improvisada, sencilla pero emotiva jota: “La vara de la libertad, la lleva quien la merece; la lleva Antonio Cabrero y en sus manos resplandece”. Era el mes de abril de 1936 y los pitilleses confiaban en que su nuevo regidor acabara con las desigualdades y devolviera a los campesinos las tierras acaparadas por los grandes terratenientes de la zona.
Antonio Cabrero no tuvo tiempo de hacerlo porque su mandato apenas duró tres meses. Cuando llegaron las primeras noticias de la sublevación militar franquista, se negó a huir por las razones que le explicó a su esposa Juliana y a sus cuatro hijos: “No hemos hecho nada a nadie. El pueblo nos ha elegido y nuestro deber es mantenernos en las responsabilidades que el pueblo nos ha otorgado y que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir”.
48 horas después, el 20 de julio, un grupo de golpistas llegados desde Olite asaltó la villa y le arrebató el bastón de mando. La vara de la libertad. Viendo en riesgo su vida, el depuesto alcalde logró escapar y ocultarse en la cercana sierra de Alcarama durante más de 40 días. El 3 de septiembre fue capturado y fusilado junto a Valentín Llorente, un maestro que impartía clases a los niños de las localidades de Igea y Fitero.
A punto de cumplirse el 80 aniversario de este doble asesinato, varias docenas de personas han caminado este sábado durante horas para llegar al lugar del crimen. En pleno monte, entre abruptos barrancos y a medio camino de las aldeas sorianas de Sárnago y Fuentebella, se alza un humilde monolito. En él son visibles las huellas que dejaron unos vándalos al arrancar la placa que recordaba a Antonio y a Valentín. “Es evidente que no fue un acto casual o improvisado –afirma Iván Aparicio de la Asociación 'Recuerdo y Dignidad' de Soria–. Tuvieron que transportar hasta aquí unas herramientas específicas para poder quitar los anclajes”.
No es una novedad que se produzcan ataques contra los escasos lugares en los que se homenajea a víctimas del franquismo. Sin embargo en este caso el ultraje está cargado de simbolismo: “Mi abuelo Antonio era el alcalde elegido democráticamente –afirma Ander Cabrero–. El otro asesinado, Valentín, era maestro de escuela y músico. Un alcalde y un maestro simbolizan a la perfección lo que fue la represión franquista. Una represión que se cebó especialmente con los representantes del pueblo y con los profesores cuyo único delito había sido el de intentar educar a los chavales”.
Ander, mientras contempla el hueco rectangular donde se encontraba la placa, sigue sin comprender las razones que movieron a los vándalos: “Nosotros siempre hemos investigado la historia de mi abuelo desde el respeto. Yo escuchaba a mi abuela contar cómo se había quedado sin marido; y a mi padre explicar que nunca supieron lo que había sido de él. Eso me empujó a continuar su labor, a seguir investigando el tema. Lamentablemente, tras varios intentos fallidos, tuvimos que renunciar a encontrar la fosa en que les enterraron. Fue entonces cuando decidimos erigir el monolito. Tenemos derecho a recordarles, a evitar que se sigan ocultando crímenes como este. Hacer lo que ha hecho esta gente produce tristeza; no sé si es solo por fastidiar, si son ultraderechistas o qué; lo que sí sé, es que demuestran tener muy poca cultura”.
Pocos minutos después de la llegada del grupo, la nueva placa queda sólidamente instalada en su emplazamiento original. Los asistentes guardan silencio mientras ondean algunas ikurriñas y banderas republicanas. Ander siente que quienes ultrajaron este memorial dedicado a dos hombres buenos han logrado lo contrario de lo que pretendían.
“Lo único que han conseguido es reactivarnos. Empezamos en 2009 con nuestra investigación y nuestro blog: 'La vara de la libertad'. En julio de 2010 colocamos el monolito en su honor y tres años después se publicó una novela relatando su historia. Desde ese momento, en 2013, habíamos estado prácticamente parados porque lo más importante ya estaba hecho. Ahora estos vándalos nos han reactivado. Quienes arrancaron la placa tienen que saber que no van a lograr ocultar lo que ocurrió en estos barrancos hace 80 años. Ahí quedará para siempre la novela, nuestro blog y también tienen que saber que tantas veces quiten la placa, tantas veces volveremos hasta aquí para reponerla”, explica.
Tras el breve acto, los asistentes reponen fuerzas y brindan por Antonio y Valentín. Cristina y Maite, la pareja de Ander, se dirigen al barranco alejándose del grupo. Sus voces rompen el silencio de estas montañas entonando las primeras estrofas de una jota: “La vara de la libertad, la lleva quien la merece…”.