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Feministas y brujas

Las activistas de W.I.T.C.H. bailan sobre un círculo pintado en el suelo a las puertas de la Convención del Partido Demócrata en Chicago, en octubre de 1968.

Elena Cabrera

En 1968, una guerrilla feminista pasó a la acción con los conjuros como armas. Las hogueras y los hechizos resultaron ser no menos peligrosos que las bombas, pero su existencia forma parte de la historia secreta de la contracultura.

La historia que no es secreta y la cultura que no va a la contra no hablan de W.I.T.C.H. (Conspiración Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno) en sus libros ni en sus periódicos. Pero las mujeres que formaron este grupo fueron las primeras en toser al movimiento de la izquierda radical que pretendía construir una nueva sociedad sin contar con el feminismo.

Boicot, protesta, manifiesto, ocupación

“Relegadas a una posición de espectadoras o taquígrafas en las asambleas”, escribe Susan Wildburg, “contemplaban cómo se repetían los viejos esquemas machistas, la misma ideología patriarcal que habían sufrido ellas mismas, sus propias madres y las madres de sus madres”.

La militancia de los sesenta planteaba la lucha en términos “femeninos” y no feministas. Entre sus propias filas, el debate sobre el machismo resultaba “incómodo, áspero e ingrato”. Nada que no hayan vivido hoy en día los grupos feministas insertos en movimientos sociales más amplios como el 15M, sin ir más lejos.

Las brujas de W.I.T.C.H. realizaban acciones directas: boicots, manifiestos, ocupación de redacciones de periódicos, protestas delante de Wall Street, escritura de textos, ruedas de prensa.

Estas brujerías biopolíticas no se han disuelto en el olvido gracias al libro W.I.T.C.H. Comunicados y hechizos, editado dos veces por La Felguera. La primera, en enero de 2007. La segunda, con el texto inédito “Adiós a todo esto”, en septiembre de 2013.

Servan Rocha, el editor, quedó “impresionado” ante el hallazgo de ese artículo, firmado por Robin Morgan, “actual icono del feminismo radical”, en palabras de Susan Wildburg. “Parece escrito ayer, está hablando de nosotros”, asegura Rocha, que hubo de recurrir a técnicas “detectivescas” para localizar todos estos textos. En su opinión, “a veces se abusa al denominar un libro como artefacto” pero, en este caso, “sí es muy apropiado”.

Durante su presentación, el pasado 8 de noviembre, las realizadoras del programa de radio Sangre Fucsia explicaron el hilo que une a estas mujeres de 1968 con otras mujeres feministas de 2013: “Desde la Cofradía del Coño de las Jornadas Feministas de Granada de 2009, pasando por el movimiento Yo Mango, que surgió en Barcelona en 2001-2002, siendo muy destacables las acciones de Voina y las Pussy Riot en Rusia”.

WITCH (Conspiración Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno) Comunicados y hechizos from La Felguera Editores on Vimeo.

Decían las W.I.T.C.H. que bastaba con repetir tres veces seguidas “soy una bruja” para convertirse en una bruja. En sus aquelarres públicos, recurrieron incluso a la iconografía clásica de las brujas de sombrero picudo y escoba de paja.

“Las Voina son un colectivo artístico de toma de los espacios públicos, en general edificios estatales o medios de transporte; son un grupo que fluctúa, pero la mayoría de las Pussy Riot han pasado por él –precisan las locutoras de Sangre Fucsia–. Mientras que la violencia de las acciones de las Voina destaca sobre la forma en la que se presentan visualmente ellas, de las Pussy Riot tenemos muy claro visualmente de quién hablamos. De hecho, este 'uniforme' elimina sus identidades, pussy-riots sin nombre que podrían ser todas, que podría ser cualquiera. Las camisetas o vestidos de colores, con medias o mallas de otro color, y los pasamontañas crean un arcoiris bien visible en los tejados donde dan sus conciertos clandestinos. Si tuviera que decir que las brujas, las W.I.T.C.H., están entre nosotras, diría que las Pussy Riot son nuestras más fervientes hermanas”.

Estrategia de subversión

Para Robin Morgan, Anita Hoffman, Nancy Kurshan o Sharon Krebs, miembros de W.I.T.C.H., la brujería es una estrategia de subversión. “La historia oculta de la liberación de las mujeres –escriben en un comunicado– comenzó con brujas y gitanas, porque son las más antiguas guerrilleras y luchadoras de la resistencia, las primeras pro aborto practicantes y distribuidoras de hierbas anticonceptivas”. Estas mujeres descubren que el camino de la biopolítica se abre paso desde la Edad Media hacia el 68, recogiendo el “nosotras parimos, nosotras decidimos” hasta el día de hoy.

En esa misma década de los sesenta, Silvia Federici se convirtió en militante feminista. Para entender “la guerra continua hacia las mujeres” o caza de brujas y su relación con el capitalismo global contemporáneo, nada mejor que su libro Calibán y la bruja, una investigación sobre la persecución por brujería, los procesos de acumulación de capital y el colonialismo a partir del siglo XVI. Dijo Robin Morgan que “ser una bruja te ayuda muy poco si no tienes conocimientos de lo que te está pasando, históricamente, como mujer”.

En 2008, un colectivo feminista madrileño organizó un aquelarre en la noche de San Juan. Se hicieron llamar El Grito de las Brujas y llevaron a cabo un ritual en torno a la hoguera para “que arda el heteropatriarcado”, inspirándose en las acciones de las “hermanas” W.I.T.C.H.

En su “conjuro”, estas mujeres reivindicaron a “las barbudas, a las sucias, a las abuelas con perfume del todo a 100, a las malolientes y hediondas, a la femme fatale de paso firme, a la camionera de pelo en pecho”, entre muchas otras diversidades. Reivindicaron su derecho a “quemarlo todo, a crearlo todo, a no sentir miedo, a provocar miedo, a subvertir, transgredir, desordenar, desbaratar, desobedecer, a equivocarnos, a garabatear nuestro deseo, a penetrarnos las orejas, a dildearnos el ombligo” porque los cuerpos “son campos de batalla”.

Este ritual, difundido en YouTube, fue copiado por otras pequeñas comunidades, replicado, reformulado, de manera espontánea e imprevisible. Tal y como hubiera deseado el colectivo W.I.T.C.H. o como sucedió con el movimiento Riot Grrrl o el 15M. “Porque la brujería es rebelión”, gritaban en el aquelarre madrileño tras quemar dinero, un sujetador o el cuadro de una virgen, “porque la brujería es poder, porque la brujería es nuestra historia. ¡Porque brujas somos todas!”.

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