España necesita el doble de los tratamientos previstos por Sanidad para controlar la hepatitis C
Una ofensiva total contra el virus de la hepatitis C exigiría el doble de pacientes tratados con fármacos de última generación que los anunciados por el Ministerio de Sanidad. “A un ritmo de 10.000 o 12.000 tratamientos por año, la hepatitis C habría caído un 60% para 2030. Eso significa controlar la enfermedad”. Es el análisis del jefe de Digestivo del hospital Germans Trias i Pujol de Badalona, Ramón Planas, que desborda las previsiones que dio el secretario general de Sanidad, Rubén Moreno, en diciembre pasado: se tratarán “unos 6.000 pacientes en 2015”, vaticinó.
Este cálculo lo ha realizado bajo el cartel del laboratorio Bristol-Myers Squibb que lanzaba este miércoles un nuevo antiviral llamado Daklinza que porta la molécula daclatasvir. Juan Berenguer, infectólogo del hospital Gregorio Marañón de Madrid, da una razón para que el grupo de pacientes susceptibles de tratamiento se amplíe: “A partir de la fibrosis hepática de grado 2 (F2), en un horizonte de cinco años, tratar o no tratar sí tiene influencia en la superviviencia”. La F2 es un nivel moderado de cicatrices en el hígado producto de la inflamación, por encima están los niveles F3 y F4.
El número de pacientes a los que administrar los fármacos de últma generación (de alta eficacia) y el alto precio que los laboratorios piden por ellos son los ejes que marcan la actual situación de la hepatitis C. El Ministerio de Sanidad montó el 12 de enero de este año un comité de expertos para redactar una estrategia nacional sobre la enfermedad. La Agencia Europea del Medicamento autorizó el uso de Sovaldi 12 meses antes: el 16 de enero de 2014. Los enfermos están a la espera de que las comunidades autónomas dispensen de manera más generalizada los medicamentos. Un grupo de ellos lleva 42 días encerrado en el hospital 12 de Octubre de Madrid para reclamar esos tratamientos.
Ese 12 de enero, el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, puso el acento en conseguir un registro de enfermos por hepatitis C. Dos días después, en el Consejo Interterritorial de Salud, el ministro no le vio “sentido” a crear un fondo para financiar estas curas al no conocer el número de personas a las que habría que atender. El 19 de enero, una semana después de la formación del comité, según cuenta Ramón Planas, se entregó desde los hospitales al Sistema Catalán de Salud, la cifra de pacientes para administrar fármacos en Cataluña: 13.300. Lo que hace pensar que en España podría andar por los 80.000.
“Lo que hoy parece caro, mañana es barato y, desde luego, lo más caro es no tratar”, asegura rotundo el doctor Berenguer. El hepatólogo Planas detalla rápidamente otros costes de la enfermedad del hígado: “Tratar el cáncer cuesta 15.000 euros anuales, la cirrosis 10.000 euros anuales y un trasplante hepático, 150.000 euros”.
¿Pero cuánto es caro? ¿Qué precio le ha puesto Bristol a su Daklinza? Los doctores aseguran desconocerlo. Y la empresa se ha enrocado sobre el coste del fármaco y ha dicho que “no conseguimos nada diciendo el precio”, según su directora de Acceso al Mercado, Elisa Borrego. La “confidencialidad” que ha esgrimido Bristol les permite negociar país por país la financiación del producto sin referencias ni comparaciones. A pesar de haber negociado cupos de pacientes con el Ministerio de Sanidad, tampoco ha desvelado cuál es el número de infectados a los que podría llegar Daclatasvir.
Este laboratorio sí ha facilitado sus cálculos sobre el esfuerzo económico y temporal que le ha llevado descubrir y sintetizar la molécula. Su director médico, José Cabrera, ha concretado en 1.235 millones de euros y 14 años de investigación conseguir el Daklinza. El hepatólogo Planas ha concedido que “los laboratorios tienen todo el derecho a querer ganarse la vida, pero tampoco hay derecho a que los fármacos tengan un precio desorbitado”.
El precio es un factor diferencial
Daclatasvir es un principio activo, de momento, único. Desarticula una parte del virus de la hepatitis C que, hasta ahora, no tenía enemigos químicos. Sin embargo, ni este ni los otros ya famosos antivirales como el Sovaldi de Gilead o el Olysio de Janssen pueden utilizarse en solitario. Todos han de combinarse de alguna manera entre ellos para vencer las resistencias del microorganismo.
El infectólogo Berenguer explica que “todas las combinaciones tienen resultados parecidos [si se aplican correctamente] y si están por encima del 95% de éxito no puede haber muchas diferencias”. Así que, en esta igualdad de condiciones médicas, el factor que puede marcar la diferencia es el precio que paguen los sistemas sanitarios a los laboratorios por sus productos. Ramón Planes, desde la práctica diaria en su servicio hospitalario, lo corrobora. “Si la eficacia es igual, me facilitarán más los tratamientos más baratos”.
Así que los laboratorios buscan combinados que no impliquen a otras marcas. Gilead y AbbVie ya los tienen en el mercado (Harvoni y Viekrax respectivamente). Bristol o MSD los están preparando. “También sería clave aumentar los recursos humanos sanitarios porque no se trata de dar unas pastillas. Hace falta poder hacer un seguimiento del tratamiento y las consultas están saturadas”, remata el hepatólogo catalán.