“Hasta 2014 nunca había tenido casos de adicción por analgésicos opioides”
La actual epidemia de adicción a los opioides que sufre EEUU ha sido definida como la peor crisis de drogas en la historia del país norteamericano. Una crisis que causa decenas de miles de muertes cada año y que ha hecho que los fallecimientos por sobredosis prácticamente hayan alcanzado a los que se producen por accidentes de tráfico.
La epidemia tiene su origen en el amplio consumo de los nuevos analgésicos opioides que han surgido en las últimas décadas y en la agresiva publicidad de las farmacéuticas, que a menudo omitían o negaban el potencial adictivo de estos fármacos. Hoy en día es ampliamente aceptado por la comunidad científica que los opioides son altamente adictivos y se insta a los profesionales médicos a que aumenten el control sobre estos fármacos.
Aunque la situación en España está lejos de las cifras de EEUU, el aumento del número de casos de adición en los últimos años ha llevado a varias organizaciones científicas a elaborar una Guía para el buen uso de analgésicos opioides, que se presentó el pasado mes de junio en un simposio organizado por la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y otras Toxicomanías (Sociodrogalcohol). Hablamos con la coordinadora científica de dicha guía, la responsable de la unidad de conductas adictivas del complejo hospitalario de Toledo, Ana Isabel Henche. “Estamos ante la punta de un iceberg de un problema de salud pública”, advierte.
¿Qué son los fármacos opioides?
Se suele hablar indistintamente de opiáceos y opioides, aunque los primeros son derivados de la amapola blanca, mientras que los opioides no derivan directamente de esta planta y son sintéticos. Ambos se utilizan generalmente para problemas relacionados con el dolor, aunque algunos también se utilizan para el tratamiento de drogodependientes, como la metadona. Generalmente se han utilizado para los dependientes a la heroína, pero últimamente también para los dependientes a los analgésicos opioides.
¿Ha habido un aumento de casos de adictos a los analgésicos en España?
Sí, desde 2014 hemos atendido a unos 25 pacientes en nuestra unidad. Llevo más de 20 años trabajando en la unidad de conductas adictivas y antes de esa fecha nunca había tenido un caso de adicción por culpa de opioides de prescripción. Sí había tenido algunos casos de adictos a la heroína que se pasaban a la codeína, pero el primer paciente adicto sin tener ningún antecedente de consumo de tóxicos no llegó hasta finales de 2013.
En EEUU se ha señalado a la oxicodona como parte importante de la crisis, ¿aquí también ha supuesto un problema?oxicodona
No, la oxicodona se ha utilizado bastante menos España que en EEUU. Aquí la mayor parte de los casos que tratamos son por el fentanilo de acción ultrarrápida y el tramadol, que son los que más casos de adicción están causando en España. Antes, cuando ibas al médico para un dolor de cabeza, o de otro tipo, te mandaban ibuprofeno o paracetamol y ahora es muy común que te receten tramadol, que no deja de ser otro opioide con el que hay que tener cuidado.
Varios países europeos también han levantado las alarmas con el fentanilo
Los fentanilos de acción ultrarápida se están utilizando muy alegremente para tratar el dolor crónico, cuando solo están indicados para pacientes oncológicos con dolor irruptivo. A estos pacientes se les receta un analgésico continuo para el dolor de base y cuando aparecen picos de dolor muy intenso es cuando se les administra el fentanilo de acción ultrarrápida.
Cuando se receta a un paciente con dolor crónico un fentanilo de este tipo, experimentará una rápida mejoría, pero es puntual, ya que no se puede mantener un paciente con dosis continuas de este fármaco. Estos fármacos son muy potentes y rápidos lo cual los hace más susceptibles de provocar adicción y en cuestión de poco tiempo se empieza a abusar de él.
¿Existe el riesgo de que haya una epidemia como en EEUU?
Descontrolarse tanto como en EEUU no, porque allí no hay control sobre las recetas y un médico se considera bueno cuanto mayor satisfacción tiene el paciente, con lo que es fácil que se receten opioides de más. Aquí, aunque los médicos tienen libertad para prescribir, se tiene más control que en EEUU.
¿En qué sentido?
Nuestro sistema de salud pública hace que haya más control sobre ciertas prescripciones. Por ejemplo, una de las primeras pacientes que tuve me llegó a través del servicio de farmacia, que es el que lleva el control de los fármacos que se prescriben. Era una señora que tenía un gasto farmacéutico de 6.000 euros al mes en analgésicos opioides y eso hizo saltar las alarmas.
Entonces ¿para qué se ha hecho la guía?
Porque hay otros analgésicos sobre los que hay menos control y en ocasiones se generan problemas. No buscamos demonizar a los analgésicos opioides, pero hemos detectado que la selección actual de estos fármacos en el dolor crónico no es la más adecuada. Las dosis que se utilizan son demasiado altas y la duración de los tratamientos es demasiado larga. Hay que tener en cuenta que un tratamiento por opioides se considera a largo plazo cuando supera los 3 meses y a mí me han llegado pacientes que llevan consumiendo opioides de prescripción de forma continuada desde hace 4, 5 y 6 años años.
¿Por qué sucede esto?
Existe un problema de coordinación entre primaria y especializada. No puede ser que a un paciente se le receten opiáceos y luego no se le haga un seguimiento. La presión asistencial es muy grande, pero con estos fármacos hay que tener especial cuidado.
Además, los médicos estamos preparados para detectar una dependencia, pero no una adicción, que son dos cosas que hay que diferenciar. La dependencia ocurre cuando fisiológicamente el cuerpo se acostumbra a la presencia del fármaco y es necesario para el organismo funcione adecuadamente. Nosotros solemos hacer la comparación con los diabéticos, ya que estos pacientes son dependientes de la insulina, pero no son adictos a la insulina, es decir, no buscan compulsivamente una dosis de insulina. Los pacientes adictos terminan por desarrollar una necesidad compulsiva de tomar opioides, sin que sepamos precisar muy bien si lo que buscan es aliviar el dolor, la abstinencia o el malestar psicológico.
Entonces, el abuso puede empezar por distintos motivos
Un paciente puede abusar de los opioides bien por dolor físico o por dolor emocional. Hay que tener en cuenta que los pacientes con dolor crónico tienen a menudo problemas para desarrollar una vida normal, trabajar, relacionarse socialmente, etc. Todos estos problemas generan síntomas de depresión y ansiedad y los opioides también actúan a ese nivel.
¿Y qué se puede hacer con los pacientes con dolor crónico?
En general, lo principal es no utilizar opioides durante mucho tiempo, ni a dosis elevadas. Además, en los pacientes con dolor crónico de larga duración es imprescindible realizar una evaluación psicosocial para determinar el riesgo de una posible adicción. Los opioides pueden funcionar bien, pero no en todos los pacientes y se debe evaluar el riesgo de adicción.
¿Cómo se trata a un paciente con una adicción de este tipo?
Lo primero es tratar la dependencia con un sustitutivo, en los casos que lo requieren. Los dependientes muchas veces nos llegan medio anestesiados e incluso hay que ayudarles a sentarse en la silla. Sin embargo, una vez que les retiras el opioide y les pones el sustitutivo la mejora es espectacular. Ahora bien, eso es solo la parte fisiológica, lo que es más difícil de tratar y lleva mucho más tiempo son los problemas que surgen a nivel psicológico.