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La mayoría de asesinatos machistas está precedida de denuncias de amenazas y control, no de agresiones físicas graves

Foto de archivo de una protesta contra la violencia machista

Marta Borraz

T.F fue la primera mujer asesinada por violencia machista en 2015. En agosto de 2013 había acudido al cuartel de la Guardia Civil de Santa Pola (Alicante) para denunciar a su marido por vejaciones, desprecios y amenazas habituales en los 45 años de relación, a la que luego puso fin. “Si me haces daño algún día, te mato y me da igual ir a la cárcel”, cita el atestado policial. El juez le impuso una orden de alejamiento, pero poco después la sentencia absolvió al maltratador porque “los hechos no resultan suficientemente acreditados y existen versiones contradictorias entre las partes”. Poco más de un año después fue asesinada junto a su hermana.

El caso de T.F. demuestra que el asesinato machista no siempre está precedido de violencia física y que la violencia psicológica, económica o sexual también puede desencadenar ese final. Así lo especifican los informes que anualmente elabora el Grupo de Expertos del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ): “No es la violencia física extrema la que conduce a la muerte, sino que en la gran mayoría de los casos es el clima de dominio el mayor indicador del desenlace”, explican en el último estudio, publicado el pasado septiembre y en el que incluyen el caso de T.F.

Varias juristas y expertas llevan años llamando la atención sobre el menosprecio de la violencia que escapa a los golpes y las palizas y que, en ocasiones, puede llevar a que la valoración del riesgo de una víctima no sea adecuada. “Hay violencias que no dejan marcas físicas y que socialmente están invisibilizadas, pero que pueden ser el presagio de un asesinato”, dice María Naredo, jurista y directora de prevención y atención frente a la violencia de género del Área de Gobierno de políticas de género y diversidad del Ayuntamiento de Madrid.

“Se suele vincular el riesgo a una agresión puntual y física, pero el grueso de la violencia de género es violencia habitual, que no suele detectarse”, prosigue. Según el CGPJ, “la violencia contra las mujeres tiene múltiples manifestaciones, todas ellas interrelacionadas”. Las agresiones denunciadas, prosigue el estudio, “tienen que ver con hostigamiento, acoso, amenazas, coerción, intimidación...actos todos ellos relativos al ejercicio del control y del poder por parte de los varones hacia quienes son o han sido sus parejas”.

Sin embargo, el Grupo de Expertos lamenta que estos hechos pueden ser minusvalorados porque “en el inconsciente social se equipara maltrato a agresión física en gran medida”. Este tipo de denuncias, dice el CGPJ, “pueden hacer pensar que no revisten mayor gravedad o peligro para la integridad física de la mujer, pero todas ellas fueron víctimas de muerte violenta”.

El Grupo de Expertos llega a esta conclusión tras analizar los asesinatos perpetrados por hombres contra sus parejas o exparejas en 2015 y sacar conclusiones de aquellos en los que había un procedimiento judicial. Aunque ese año solo denunciaron 13 mujeres de las 60 asesinadas, el organismo reclama una evaluación detenida de la naturaleza de los hechos denunciados “para comprender que el maltrato es una cuestión de dominio y control, que en la mayoría de los casos no se limita a agresiones físicas”.

Una mirada más amplia

Más del 80% de las denuncias presentadas son por insultos, vejaciones, amenazas o empujones...Es decir, un tipo de violencia que “por nimia que pueda parecer puede servir de detonante”. El examen de las actuaciones judiciales previas, dice el CGPJ, deja ver que los hechos mayoritariamente denunciados “aparentemente pueden parecer de cierta levedad o de una entidad que, en su redacción en las declaraciones tanto policiales como judiciales, difícilmente permiten presagiar una muerte”.

Por ello, los investigadores reclaman una ampliación de la mirada a la hora de juzgar la violencia machista: “La clave es saber cuáles son los elementos que diferencian este tipo de violencia de otra. Y es en el por qué y para qué la utiliza el maltratador. La violencia machista debe analizarse como una conducta dentro de una relación mantenida en el tiempo en la que el objetivo no es dañar porque sí, si no controlar”, explica el médico forense y exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente.

Este mismo análisis se desprende de otras investigaciones, como el reciente Estudio de los casos de víctimas mortales por violencia de género en Andalucía (2005-2015), en el que se intenta establecer un patrón a partir de la evaluación de 81 sentencias judiciales. Una de las conclusiones es que había violencia previa al asesinato, denunciada o no, y que lo más habitual eran las amenazas, insultos o vejaciones. “Prácticamente en todos los casos concurren dos factores: violencia de tono medio-bajo y alevosía sorpresiva –la víctima no se espera el ataque–”, explica la autora del estudio Aurora Genovés.

Una foto de la violencia poco fiable

Si los expertos coinciden en que este tipo de violencia es la más habitual y constatan que hay casos en los que termina en asesinato, ¿por qué no se previene el crimen?

“Hay algo que falla. Hay un déficit de investigación rigurosa y con enfoque de género porque los operadores jurídicos siguen concibiendo la violencia como algo puntual y no relacional. La foto de la violencia no es del todo fiable porque solo refleja la punta del iceberg, pero hay que saber bucear en la base para encontrar”, denuncia María Naredo.

La jurista ejemplifica: “Tu, como juez, puedes pedir un parte de lesiones y a partir de ahí valorar el riesgo o puedes ver qué hay detrás de la amenaza o el insulto, mirar si hay violencia económica, sexual o social, pensar cómo influye eso. Es decir, hacer un análisis global que sea capaz de evaluar el clima de dominación”.

El Grupo de Expertos del CGPJ también alude a que a pesar de que las mujeres que denunciaron en 2015 se referían a malos tratos habituales, en las denuncias examinadas –salvo en un caso– “se ciñen al último hecho de violencia y en pocos casos recogen episodios anteriores”.

De hecho, los datos demuestran que la mayor parte de delitos instruidos por los juzgados de violencia sobre la mujer son los englobados en el artículo 153 del Código Penal, que se refiere a un hecho puntual de violencia –en 2016, un 57,1% de los delitos se correspondió con este artículo, mientras que un 10,9% se instruyó por violencia habitual–.

Por eso, los investigadores piden un esfuerzo para que esta violencia habitual se tenga en cuenta y reivindican personal especializado además de “un espacio idóneo, tanto en sede policial como judicial, y una dedicación de tiempo suficiente para poder reflejar los matices más importantes de la relación de violencia, así como los hechos y el clima de vida soportados”.

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